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Amaya Marquina es veterinaria y miembro de la Asociación Asperger-TEA Islas Canarias AsperCan en calidad de usuaria y colaboradora. Ella conoce bien los obstáculos a los que se enfrentan las personas con asperger, que este martes celebraron su día internacional con el reto de combatir la incompresión social que les envuelve.
Pese a su cualificación, actualmente no ejerce su carrera. Sin embargo, está trabajando en un proyecto de investigación para la detección de asteroides gracias a un convenio entre AsperCan, el Museo Elder y LighthBrigde.
Además, colabora asesorando al colectivo en actividades como el taller de cocina donde, una vez a la semana, una decena de personas con trastornos del espectro autista (TEA) mejoran su funcionalidad y autonomía, entrenando habilidades psicomotrices y sociales, al tiempo que aprenden recetas de cocina. La veterinaria prepara pictogramas que les permitirán entender con facilidad el proceso para elaborar unas empanadas de atún con mucha sustancia.
Esta es una las muchas actividades que brinda AsperCan, una asociación creada hace 20 años por padres y madres que no disponían de recursos para favorecer el desarrollo y la integración de sus hijos e hijas con TEA y que, ahora, «está destinada a desaparecer si no cambia el sistema de concesión de subvenciones», asegura su gerente, María del Mar Álvarez, quien calcula que, con los recursos actuales, tendrán que cerrar sus puertas en junio.
En estas dos décadas, el colectivo ha crecido y ahora está presente en Gran Canaria, Tenerife y Lanzarote, donde atiende unas 200 personas usuarias y sus familias con servicios adaptados a sus necesidades.
Y es que, dentro del TEA, el abanico de requerimientos es amplio. «El síndrome de Asperger es lo que hoy conocemos como TEA de grado 1; los grados definen la necesidad de apoyo que tiene la persona. Cuando hablamos de grado 1, nos referimos a personas muy funcionales, que necesitan apoyos puntuales en determinadas áreas. A medida que aumentan los grados, crecen las necesidades, hasta llegar al grado 3; un autismo con afectación más profunda, donde las personas no hablan o necesitan ayuda para realizar actividades básicas», afirma.
Ante esta variedad de alcances, la primera labor de AsperCan es la de guiar a las familias en el laberinto del TEA. «Se les orienta para que descubran si tienen autismo o no. Si tiene diagnóstico, les orientamos sobre sus derechos, ayudas y prestaciones y si no, tenemos dos psicólogas que hacen valoración diagnóstica», indica la gerente sobre unas profesionales que también dan apoyo psicológico a las personas con TEA y sus familiares.
«Con los chicos y chicas se abordan las dificultades que su condición les genera día a día», relata Álvarez, que recalca la importancia de dar soporte emocional a las familias, sobre todo a los hermanos. El resto del equipo lo componen dos trabajadoras sociales, tres coordinadores de actividades, un administrativo, cuatro integradores sociales, un técnico de empleo y dos monitores de teatro.
A través de actividades de distinta índole, dirigidas a niños y niñas, adolescentes y a jóvenes y adultos, se les entrena para que sepan relacionarse, identificar las emociones propias y ajenas, mejorar la autonomía personal. Además, Aspercan da charlas de formación al profesorado y de sensibilización al alumnado sobre estos trastornos.
Ahora, estos servicios peligran. El Gobierno canario les denegó una subvención con cargo al IRPF de 60.000 euros. Las entidades pequeñas como AsperCan no pueden cumplir las bases de la convocatoria por su incapacidad para cumplir costosos trámites que avalen los servicios. Además, las subvenciones se pagan a final de año, con lo que la asociación tiene que adelantar un dinero sin certeza de recuperarlo.
«Lo que nos hace daño es lo mal que está funcionando la administración pública. No podemos sostenernos así», lamenta.
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