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Cuando un familiar enferma gravemente, la ansiedad y la preocupación, lógicamente, se disparan pero si además sabes que este pariente lleva varios días en un pasillo de Urgencias, sin más compañía que la de otros enfermos en las mismas circunstancias y el personal del servicio y ni tan siquiera te informan de su estado, la situación se convierte en insoportable.
Esto es lo que le ha sucedido a Antonia Martel. Su padre, de 88 años, acudió al Servicio de Urgencias del hospital Insular de Gran Canaria el pasado viernes 11 de noviembre. Allí se le diagnosticó una infección urinaria e inflamación pulmonar. Esa es la última información médica que han recibido sobre su evolución. «El viernes nos llamaron para decirnos que estaba a la espera de ingreso y más tarde para pedirnos que lleváramos su medicación», explica Martel sobre las últimas noticias recibidas desde el hospital.
Falta de información La saturación impide informar de forma rutinaria del estado del paciente a los familiares
Solo una llamada Solo se informa del diagnóstico inicial a menos que el paciente sufra un cambio brusco o reciba el alta
Pendiente del móvil La autorización para realizar visitas se comunican vía SMS si el servicio está descongestionado
Visitas Si el servicio de Urgencias no está colapsado, se permite la visita de una sola persona durante media hora
Además, el colapso del servicio de Urgencias, con los pacientes distribuidos por los pasillos, obliga a suspender las visitas, incluso cuando se trata de personas que deberían tener acompañamiento por ser ancianos o dependientes.
«Solo lo pudimos ver media hora el domingo. Ese día autorizaron las visitas en Urgencias. Nos avisan a través de un SMS de si permiten o no las visitas. Depende de la cantidad de personas que haya en los pasillos», se lamenta Martel que en su corta visita a su padre recibió el encargo de otros cinco pacientes ubicados en el pasillo de que presentara una reclamación por las penosas circunstancias en las que están siendo atendidos.
«Hoy (por el martes) y el lunes mandaron un mensaje avisando de que no habría visitas», se lamenta.
A todo esto, su padre -médico jubilado que trabajó en el hospital Insular- está desesperado por verse en esa situación. «Ha empeorado. La ansiedad y la depresión le ha provocado episodios puntuales de demencia. Nos llama por teléfono diciendo que quiere salir de ahí», relata Martel que ya ha presentado varias reclamaciones en atención al paciente para denunciar el trato recibido.
«Está en una camilla en un pasillo. Estancado. Estoy segura de que lo tratan lo mejor que pueden, pero no se puede tener a un anciano de 88 años incomunicado», señala su hija.
«No se puede tener a una persona en un pasillo sin darle una solución porque no hay camas. ¿Por qué tienen que sufrir esto las personas que han pagado su Seguridad Social toda su vida?», comenta Martel, que entiende que este problema afecta a la mitad de la población grancanaria, justamente a quienes viven en la zona sur y tienen como centro de referencia el hospital Insular.
«Esto es un agravio comparativo con quienes tienen como hospital de referencia el hospital Doctor Negrín. Allí no hay tantos problemas en Urgencias. El Insular condena a la mitad de la isla. Parece que hay ciudadanía de primera y de segunda», se queja Martel, que siente que su experiencia es idéntica a la de muchas personas que tienen a sus parientes en un pasillo, a la espera de atención.
En concreto, este martes había en Urgencias 101 personas a la espera de ingreso, casi la mitad de ellas en los pasillos.
Pese a que hace un año los médicos de Urgencias del Insular informaron en una carta a la Gerencia hospitalaria de que no podían atender con dignidad a los pacientes y que la seguridad clínica del servicio podía verse comprometida, la masificación continúa.
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La saturación del Servicio de Urgencias del hospital Insular de Gran Canaria no solo se ha cronificado sino que se está normalizando. Ayer había algo más de un centenar de personas a la espera de una cama hospitalaria, de las que unas 50 estaban en los pasillos. «No es normal que haya ni un paciente en una zona donde no debe estar, fuera de una vigilancia directa. Es un riesgo para la plantilla y para el paciente», asegura Ruymán Pérez, portavoz de la Federación de Salud de Intersindical Canaria.
«Decir que tener a 80 personas a la espera de ingreso en Urgencias supone una mejora es una aberración. Le están quitando importancia desde la Gerencia y la sociedad no es consciente de que el problema de urgencias no está solucionado», comenta Pérez que conoce casos de pacientes que han permanecido hasta una semana en los pasillos.
«En esas circunstancias no hay seguridad para el desempeño de las funciones. No es lo mismo tener a un paciente localizado que tener que buscarlos para administrarle una medicación. Incluso hay camillas obstaculizando zonas de evacuación», dice.
Este martes todos los pasillos estaban llenos e incluso las camillas se extendían por la zona de tránsito que conecta Urgencias y Consultas Externas.
La saturación del servicio impide informar de forma rutinaria de la evolución de los pacientes. Solo se informa del diagnóstico inicial o si hay un cambio sustancial en su estado. Tampoco se admiten visitas cuando el servicio está saturado. «Si hay 54 personas en los pasillos, no puede haber otras 54 visitas», comenta un enfermero que reconoceque la complicada situación obliga a saltarse los derechos de los pacientes. Y lo peor, dice, es que «año tras año se aprecia un ligero empeoramiento» y que «no se ha tirado ni una sola piedra» del Colegio Universitario de Las Palmas, donde se prevé construir la ampliación del hospital.
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