La activista feminista Elena Suárez. Cober

8M | Día Internacional de la Mujer

Al teléfono con las víctimas de maltrato: «Hay llamadas muy duras, en las que lloran niños y madres»

Elena Suárez es coordinadora del Servicio de atención a mujeres víctimas de violencia del 112 y atiende incrédula al negacionismo sobre la violencia machista, pues convive con ella | Hoy recibe el premio Simone de Beauvoir de la Red Feminista, por su activismo

Dánae Pérez

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 7 de marzo 2025

Hay faros que en medio de la oscuridad más desoladora no brillan, sino que suenan. Muchas mujeres víctimas de la violencia machista atisban un halo de luz en una voz desconocida, que vibra al otro lado del teléfono. La de Elena Suárez, coordinadora del Servicio de atención a mujeres víctimas de violencia (Samvv), que pertenece al Instituto Canario de Igualdad (ICI) y está integrado en el 112 Canarias, es una de esas voces de 'agarradero'. «Recibimos todos los días mucho dolor, ni siquiera con el tiempo creas callo, pero también es muy gratificante cuando una mujer te da las gracias, a veces, simplemente, por haberla escuchado», narra sobre su convivencia diaria con este drama social.

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La Red Feminista de Gran Canaria otorga este sábado en la plaza de Santa Ana, al finalizar la marcha por el 8M, su premio Simone de Beauvoir a Suárez, y no por su labor en el 112, sino por su «incansable lucha feminista y activismo desde hace más de 25 años».

«Comencé en la carrera, hice Trabajo Social y ahí se me despertaron las ganas de trabajar con el tema de la mujer por lo que veía: un mundo patriarcal, donde las mujeres teníamos un papel secundario. Entonces, hice las prácticas en la ONGMujeres, solidaridad y cooperación canaria y es ahí donde realmente crecí como feminista», rememora.

Echa la vista atrás y enumera algunas de las conquistas del movimiento, a su juicio, determinantes, como son el derecho al aborto y los avances en conciliación: «No podemos olvidar que quienes más se dedican a los cuidados y más permisos piden para poder hacerlo son las mujeres, y cuando nosotras cuidamos, estamos cuidando a la sociedad, estamos haciendo un trabajo al Estado que nadie paga, y esto hay que decirlo alto y claro».

El recuerdo también la lleva a las leyes que han salido adelante en los últimos años, como es la integral de violencia de género, «que supuso un avance muy importante», o la conocida como 'Solo sí es sí', «que puso el consentimiento en el debate público». «Las normas pueden y deben tener revisiones, debemos mejorarlas, pero toda ley se hace porque existe un problema, una necesidad y hay datos estadísticos que lo prueban», matiza, dirigiendo sus palabras a quienes niegan la violencia machista.

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Lo que es más, tilda «de una ignorancia suprema ser capaz de decir que la violencia de género no existe» y se apoya en lo que vive jornada tras jornada laboral: «Nosotras que trabajamos con la violencia machista día a día, decir esa barbaridad es negar una realidad patente de la que hay datos y un problema enorme que afecta a la sociedad en su conjunto».

Considera que existe una relación entre esta oleada de negacionismo y el auge de la ultraderecha: «Hay dos temas donde han encontrado un filón, uno es minimizar o degradar al feminismo y el otro la inmigración». «Nos niegan, niegan realidades, pero desde la mentira constante, y esto hay que decirlo con mayúsculas, y a veces se hace complicado combatir esas mentiras», ahonda, a la par que lamenta que esta situación lleva a cuestionar derechos de la mujer ya establecidos y que pone como reto llevar, todavía más, la lucha feminista a la calle.

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Suárez atiende con mayor incredulidad a este negacionismo por el cargo que ejerce. Lleva desde el año 2003 atendiendo llamadas de víctimas de violencia, y los últimos cuatro al frente del servicio. Sabe lo que es convivir a diario con la violencia machista, por medio de quienes la padecen. «Es duro, es muy complicado, pero también te hace ver una realidad que va más allá de la propia violencia que sufren, porque estamos hablando de una sociedad que sigue siendo patriarcal y no valora a las mujeres».

«Hay llamadas muy duras, en las que lloran niños, lloran madres, tienes que dar medidas de seguridad, esperar a que llegue la policía, que no llega de inmediato, o la madre está herida y, mientras llega la ambulancia, es gestionar que los niños no salgan de la habitación», ejemplifica, sin dejar de recalcar lo «duro y frustrante» que es a nivel personal, y la necesidad de herramientas para poder llegar a casa y hacer 'vida normal'.

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El trabajo se vuelve especialmente complejo cuando hay menores de por medio, sobre todo si son adolescentes, quienes sienten el impulso de ayudar a sus madres, aunque ello suponga ponerse en riesgo inminente: «Cuando son más pequeñitos es más fácil, son, digamos, más manejables, se les insta a salir de la casa, se les pregunta si conocen a alguna vecina...», todo ello en momentos de máxima tensión e incertidumbre, pues no se sabe lo que va a pasar.

Incide en que llamar al 112 no supone denunciar y que muchas veces el proceso se trunca en las comisarías. «Muchos padres o madres notifican que sus hijas están en riesgo, pero luego, si la víctima lo niega, el caso se archiva. Necesitamos un sistema judicial que realmente esté concienciado con la violencia de género, aunque los juzgados cada día responden mejor, todavía fallan», profundiza Suárez con esa voz que 'escucha' y que también pone a salvo.

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