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Carmen Márquez Cedrés lo ha sido todo en el fútbol del barrio de El Pilar en Las Palmas de Gran Canaria. Arcadio Suárez
Carmen Cedrés: La vida es un juego en equipo

Los rostros del barrio

Carmen Cedrés: La vida es un juego en equipo

La nueva protagonista de esta serie lleva más de tres décadas implicada en el equipo de fútbol del barrio de El Pilar, en el que ha sido presidenta, entrenadora y hasta responsable de la cantina

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 15 de marzo 2025, 23:35

El pilar de Carmen Márquez Cedrés fue el fútbol, un deporte de equipo. Porque esta vecina de Las Palmas de Gran Canaria, que durante más de tres décadas residió en el barrio de El Pilar, en una orilla de La Feria, se agarró a esa pequeña institución que tantas veces ha cambiado de nombre para comprender lo que de verdad importa en la vida.

En 1994 el CD El Pilar se convirtió en su casa. Llegó un día al club para acompañar a su hijo, que sin saberlo le había dado un impulso para recuperar la alegría, y desde entonces se vinculó a él con eso que hoy en día se llama sentido de pertenencia. Y es que Márquez Cedrés lo ha sido todo en la entidad que hoy compite como Inter del Pilar: entrenadora, presidenta, responsable de la cantina...

El equipo de fútbol de El Pilar se convirtió en casa y refugio. En el lugar en el que entró la luz cuando sobre ella solo se cernía la oscuridad. «Había fallecido mi hermano en un accidente con solo 22 años. Yo no sabía dónde meterme. Estuve peleando con las depresiones. Entonces mi niño quería hacer deporte y llevaba poco tiempo en el barrio y decidimos ir al equipo a probar. Y ahí me quedé y continuaré mientras el nombre de El Pilar siga formando parte de ese escudo», expone.

No fue una casualidad. Apasionada seguidora de la Unión Deportiva y el Barça, Carmen Márquez Cedrés había jugado al fútbol en el Lomo Blanco, el Pedro Hidalgo o el Sanbrit. Por eso encajó de inmediato en el entonces llamado CD El Pilar. Con una persona esencial en su vida dentro del club y en el fútbol regional de la isla: Toni Santana, actualmente en la AD Siete Palmas.

En la actualidad Carmen Cedrés, como se llama a sí misma, está inscrita como secretaria del Inter del Pilar, club que nació de la unión entre su equipo de toda la vida y el Intercanarias, toda una institución en las categorías de formación en la isla. Además, sigue implicada en lo que pasa en el campo de juego en el cuerpo técnico del preferente.

«El Pilar me dio la vida. Mi hermano apenas tenía tres años menos que yo cuando murió en un accidente y fue un golpe durísimo. Mis hijos llegaban del colegio y yo estaba acostada y sin ganas de nada», recuerda marcando con la emoción un rostro de natural de sonrisa incontenible.

Por eso su gratitud es eterna. En una casa que es la suya, a la que asegura que le debe tanto. Es imposible medir si tanto como el propio club a ella. «Entré en la temporada 94/95 y con Toni Santana me impliqué en la base hasta el año 1997. Entrenábamos a los benjamines y seguimos trabajando juntos, porque él tiene unos valores maravillosos. En 1998 me saqué la titulación de instructora de fútbol base y ahora tengo la superior».

El fútbol y el equipo del barrio fue en aquel momento una terapia para ella. Y asegura que lo sigue siendo a día de hoy, con la perspectiva de tres décadas, y otras vivencias acumuladas. «Mi vida siempre ha estado unida al deporte. Estuve trabajando como monitora deportiva, entre otros sitios, para el Ayuntamiento de Santa Brígida pero me lesioné la rodilla y tuve que dejarlo. Y ahora trabajo como conserje, un oficio en el que llevo ya 24 años», señala siempre con esa mirada traviesa que la caracteriza.

El barrio fue el eje de todo. El CD El Pilar en el que Carmen comenzó a militar era un equipo fundamentalmente implicado en completar la formación ética de la zona. «En la época en la que comencé a entrenar la cadena estaba formada prácticamente entera por niños del barrio o del entorno. Todos esos barrios de la zona como el propio El Pilar, el Lomo del Chinche, la Pantera Rosa... Jugábamos en la cancha que había allí», expresa.

Esa cadena sigue funcionando. Aunque la falta de niños haya obligado a una fusión con la que Carmen brega para que no se diluya completamente la filosofía original. «Ahora veo muchos de aquellos niños y son hombres, claro. Incluso tenemos en el equipo a muchos hijos de gente que estuvo jugando con nosotros cuando eran niños», relata.

La importancia de los valores

Por eso durante la conversación con ella hay una palabra que suena con mucha insistencia: valores. «Lo mejor de todos estos años que he vivido en el equipo de fútbol es que creo que casi todos esos niños del barrio que pasaron por el club están en una buena situación. Y es que para mí era más importante que tuvieran valores que que fueran buenos futbolistas. Siempre me he cruzado con muy buena gente; es normal que en 30 años también te cruces con alguno malo, pero lo normal ha sido afortunadamente lo otro», indica agradecida, no solo a la entidad futbolística, sobre aquel barrio que la acogió hace mucho tiempo.

Por las manos de Carmen han pasado muchos futbolistas. La historia se detiene cuando habla de uno de ellos Jesé Rodríguez, que tras comenzar a jugar al fútbol con ella inició su carrera profesional que comenzó en el Real Madrid antes de salir por la puerta de atrás de la Unión Deportiva.

Ahora Carmen Márquez Cedrés ve cómo han cambiado las cosas. «Ahora la cosa está muy loca. Hay benjamines con ocho años que ya tienen representantes. Para mí, al menos, hasta que llegue a cadete, no se puede enfocar a una carrera como futbolista», dice.

Tres décadas después Carmen sigue escuchando recurrentemente una pregunta: ¿Por qué sigues en El Pilar? Y para todos tiene la misma respuesta: «Me salvó la vida».

Esa implicación tiene sus costes. Habla orgullosa de sus dos hijos, Rita y Lauri, hoy profesionales consolidades en la vida laboral, pero a los que cree que les hurtó tiempo durante su infancia. Porque es incapaz de sacar la cuenta de las horas que ha dedicado al club a lo largo de tantos años y las facturas que a veces le han pasado por cargo a eso. «Pero creo que ha valido la pena. Hemos trabajado por un barrio. En él se criaron mis hijos, en el que hubo momentos malos como en todos los barrios, y pudimos verlos crecer gracias al deporte».

Ella siente el aprecio de la gente que ha compartido el camino con ella. Y ese cariño sigue siendo el motor con el que cada día se calza las botas.

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