
Los rostros del barrio
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Los rostros del barrio
Juan Tomás Perdomo: Vida de un marinoJuan Tomás Perdomo nació al final de la calle de Luján Pérez cuando agonizaba la década de 1940, concretamente en 1948. Entonces sí que se podía hablar de La Isleta como un barrio marinero: «Portuario en todos los sentidos», aclara él, que también apremia a la corrección a los que le llaman marinero. Él es marino.
Perdomo es un personaje curtido en la mar pero que no marea en tierra. Heredó la vocación del oficio por su padre. Pero aprendió a vivir el ambiente portuario desde muy niño en las calles del barrio, entonces un hervidero. «En todos los sentidos. Desde lo comercial hasta los bajos fondos, con la prostitución y las drogas. Esto era un centro neurálgico internacional. Casi todas las líneas pasaban por aquí, fueron llegando los soviéticos, los coreanos, los japoneses... Todavía estaban activos los cambuyoneros...», recuerda.
Eran años en los que su infancia consistía en subirse a su vieja bicicleta de hierro y recorrer la ciudad junto a su perro Atila. «Era un tiempo feliz aunque también me curtió mucho la calle. Nací con labio leporino y había algunos niños que se reían de mí. Pero yo no me achicaba y me enfrentaba a ellos. Eso me sirvió luego para escapar de situaciones difíciles en puertos peligroso en los que he estado», dice.
Porque, según cuenta, es más fácil recordar en los países a los que ha llegado embarcado que en los que no ha estado.
Su padre pronto le sacó de las calles. Y con once años comenzó a trabajar en el muelle de Sanapú en un taller de electromecánica. «Después me mandó a la escuela de formación profesional Virgen del Pino, en Farray. Donde seguí formándome en la profesión. Mi intención era la de estudiar perito electricista pero en casa éramos seis hermanos, y uno tenía una discapacidad, por lo que mi padre me dijo que fuera más práctico y me formara en algo en lo que podría trabajar más rápido. Estudié para maquinista y a los dos años, tras estudiar en Tenerife y Cádiz, ya estaba haciendo prácticas y ganando dinero», confiesa.
A la mar salió muy joven. Haciendo pinitos en los pequeños pesqueros locales que rodeaban la Bahía de Las Isletas o en sur de la isla, en las campañas del atún. El 'Columa', que pertenecía a la empresa Escobio, la factoría de pescados que se encontraba en La Puntilla, fue el primer barco en el que salió a navegar, compartiendo travesía con su padre. «Era un rampero muy moderno, que cogía la red por la popa. Distintos a los de las otras empresas, que arrastraban por parejas. Este lo hacía solo. Allí fui como electricista engrasador en una campaña que me permitió ahorrar el dinero para seguir estudiando», recuerda.
Su vida ha transcurrido entre La Isleta y el mar. Pero su barrio forma una península natural en su cuerpo de la que nunca se ha podido desprender. «Aquel barrio en el que crecí tenía su parte oscura, pero lo echo de menos. Había muchísima libertad. A pesar de los problemas que he comentado los niños andábamos en la calle jugando todo el día hasta que por las noches nuestros padres nos daban el silbido para que volviéramos a casa», indica.
El desarrollísmo urbanístico de Las Palmas de Gran Canaria fue siendo evidente para los ojos de Juan Tomás, que al pasar tanto tiempo embarcado se iba encontrando con sorpresas en sus regresos a La Isleta. «En las ocasiones en las que estaba en campañas largas de ocho o diez meses cuando volvía iba notando mucho cómo nos iban cambiando la ciudad. Es tremendo el zarpazo que nos han pegado, cambiando toda nuestra fisionomía con todos estos edificios que fueron creciendo sin control, metiendo delante de este barrio moles de muchas plantas que nos han dejado como vallados dentro», subraya.
Él recuerda cómo fue naciendo La Isleta que recuerda. La de las casas terreras construidas en comunidad. «Los vecinos nos ayudábamos a tirar los techos, para que pudieran vivir las familias de aquel tiempo. Y así mucha gente se pudo abrir camino en aquellos años».
Todo esto conforma una memoria personal con momentos complicados. Tantos años cotizados lejos de la orilla han hecho complicado construir una vida familiar, algo que él asume con cierto pesar. «Es difícil. Lo he notado mucho con mis cuatro hijas. A las dos primeras las pude disfrutar poco cuando eran pequeñas, algo más a la mayor. La tercera sí que pude vivirla más porque fueron años en los que estuve trabajando de profesor de formación profesional vinculada al mar en Lanzarote. Y la cuarta nació en Filipinas y de ella no supe nada hasta que tuvo 18 años...», rememora este marino de viejo.
Juan Tomás Perdomo forma parte de movimientos vecinales como el Foro por La Isleta. Ahora que su vida ya está definitivamente en tierra firme tiene claro que deben seguir en la lucha por los derechos de un barrio al que cree maltratado por las instituciones. «Tenemos que seguir unidos porque los intereses creados con nuestro barrio para quitarnos la pella de gofio son muy poderosos», explica este galán del mar que continúa ideando cómo, desde la memoria, construir La Isleta del futuro.
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