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«No creo que se pueda acabar con los atascos, pero sí se pueden tomar medidas para atenuarlos». Esta fue la reflexión que inspiró el Trabajo de Fin de Grado (TFG) de Oliver Castilla Jiménez, un tinerfeño de 24 años, graduado en Ingeniería Electrónica Industrial y Automática por la Universidad de La Laguna (ULL). Castilla ha sido el artífice de uno de los proyectos más prometedores en materia de mejora del tráfico y reducción de sus consecuencias en las principales vías de Canarias.
Su trabajo fue reconocido por la ULL con la máxima nota, un 10, y recibió además el Premio María Jesús Marrero Rodríguez, otorgado por el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales de Santa Cruz de Tenerife (COITITF). Además, la propuesta ha llegado al Cabildo de Tenerife, que la ha trasladado conjuntamente a la Dirección General de Tráfico (DGT) para su posible adaptación.
Bajo el título 'Tenerife: Isla de Movilidad Sostenible', el proyecto nació de una experiencia personal: «Vivía en La Cuesta y tenía que recorrer tres kilómetros hasta la facultad, tardaba casi una hora en coche», relata Castilla. A partir de esta vivencia, y con el apoyo de los datos del Cabildo de Tenerife y de los registros en tiempo real de las líneas de guaguas de Titsa, comenzó a estudiar la viabilidad de implementar semáforos inteligentes en los principales puntos calientes donde más tráfico se concentraba en San Cristóbal de La Laguna.
Su propuesta de regulación del tráfico se basa un modelo ya aplicado en ciudades como Madrid y en otro puntos de Europa y de Estados Unidos, donde se ha demostrado su sencillez y efectividad. Según explica Castilla, «el semáforo detecta cuándo se puede incorporar un vehículo y pasa de rojo a ámbar», mejorando de esta manera la densidad del tráfico y disminuyendo al mismo tiempo los tiempos de viaje en las zonas estudiadas. «La congestión en algunos puntos del estudio se redujo en un 70%, y la mejora del tráfico que se alcanzó fue de un 35% de media», aclara el ingeniero.
Castilla defiende que se trata de un sistema «global, accesible y fácilmente adaptable» en cualquier intersección, rotonda o acceso a autopistas, donde «la utilización de la inteligencia artificial puede mejorar todavía más el flujo del tráfico», añade.
Los atascos y las retenciones se ha intensificado en los últimos años en varias zonas del Archipiélago, donde el aumento del parque móvil-que se sitúa en cerca de 1,7 millones de vehículos en Canarias- y las limitaciones geográficas de las islas dificultan la implementación de soluciones.
En Gran Canaria, el presidente del cabildo insular, Antonio Morales, alertaba recientemente de que la isla redonda «tiene la mayor densidad de vehículos de Europa», con 802 vehículos por cada 1.000 habitantes frente a la media europea de 700 coches en los países con mayor densidad. Lo hizo durante la presentación de un plan de contingenciapara mitigar los efectos de los colapsos viales después de dos o tres semanas especialmente conflictivas en el tráfico de la GC-1, con reiterados colapsos en la autovía, muchos de ellos consecuencia de la simple avería de un vehículo.
El plan presentado incluía entre otras medidas un nuevo operativo para la rápida retirada de vehículos afectados por siniestros, la posible puesta en marcha de un carril exclusivo para vehículos con alta ocupación y la agilización del inicio de las obras para ensanchar a cuatro carriles por sentido una parte del trazado de la GC-1 a su paso por Telde.
En este contexto, el proyecto de Castilla se perfila como una alternativa tecnológica complementaria, con potencial para contribuir a una circulación más fluida y segura en algunos puntos conflictivos mientras se implementan otras soluciones a largo plazo que requieren por ejemplo el desarrollo de nuevas infraestructuras. Su bajo coste de implementación es una de las principales ventajas: «Se puede probar sin necesidad de obras a tres años vista ni presupuestos de 20 millones de euros. Solo se analiza si funciona y, si no, se retira», argumenta.
Más allá de si se trata o no de un solución definitiva, el proyecto de Castilla se perfila como una vía de intervención eficaz y accesible para las administraciones públicas. Y aunque su autor reconoce que los atascos no desaparecerán del todo, sí cree que pueden mitigarse mediante una combinación de innovación, planificación y también de concienciación ciudadana. «La educación vial es fundamental», recuerda.
Un semáforo inteligente podría ser la solución para aliviar los problemas de tráfico en los puntos más conflictivos. Al menos eso es lo que indican las simulaciones incluidas en el proyecto de Oliver Castilla, donde compara el comportamiento actual de los vehículos con el que se produciría si se instalara un sistema de semáforos capaz de adaptarse en tiempo real al volumen de vehículos.
La tabla que acompaña este texto muestra la simulación de tráfico en una rotonda. Así, en la número 5 (SIM5 en la tabla), los vehículos acceden siguiendo las normas de preferencia habituales, lo que en momentos de mucha demanda provoca largas colas en algunos accesos y una distribución poco equilibrada del flujo de tráfico.
Frente a esa situación, Oliver Castilla simuló qué ocurriría si se implantara un semáforo inteligente. Este tipo de sistema, visible en la simulación Nº3 (SIM3 en la tabla), no funciona con tiempos fijos, sino que detecta el número de coches que hay en cada carril y regula las fases del semáforo en función de las necesidades de cada momento. De este modo, los accesos más congestionados reciben más tiempo de paso, mientras que los más despejados esperan menos.
La diferencia entre los escenarios de simulación son notables. En las simulaciones con el semáforo inteligente (SIM3), el número de vehículos que se acumulan esperando para entrar en la rotonda se reduce de forma significativa. Los coches avanzan con mayor fluidez y las colas son mucho menores. En cambio, en las simulaciones que reproducen la situación actual (SIM5), los atascos son mucho más frecuentes y pronunciados, especialmente en las horas punta.
Las conclusiones del proyecto señalan que un sistema de regulación dinámica como el propuesto no solo ordenaría mejor el tráfico, sino que reduciría los tiempos de espera, disminuiría la formación de retenciones y mejoraría la seguridad vial en la zona. Frente a un tráfico caótico y poco predecible, el semáforo inteligente actuaría como un director de orquesta: reparte el paso en función de la demanda real y permite un reparto mucho más equilibrado de los flujos de entrada.
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