![Medios de comunicación en los alrededores del edificio donde se mudó el asesino poco después de haber cometido el crimen machista.](https://s3.ppllstatics.com/canarias7/www/multimedia/2025/02/14/camaras-buenas-kKvC-U2308623161821lE-1200x840@Canarias7.jpg)
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He tenido vecinos muy malos, pero como este ninguno, no me creo que me haya tomado unas cervezas con un descuartizador». Así explicaba Ramón Acosta, que compartió edificio en la calle Juan Rejón en Las Palmas de Gran Canaria con Miguel Gallego, que se mudó al tiempo de haber presuntamente asesinado su esposa, María Dolores Illán, cuyo cuerpo descuartizó y esparció los restos por varios puntos de Gran Canaria. El crimen machista ocurrió el 18 de abril de 2020, en pleno confinamiento, en el apartamento donde residía el matrimonio en el sur de la isla, en Playa del Inglés.
«Cuando me enteré me vine abajo, ha sido un shock», afirma Acosta con voz entrecortada mientras enseña como tiembla su mano del pavor que le ha producido la noticia adelantada por CANARIAS7 este jueves. Esta calle del barrio de La Isleta siempre es un hervidero de personas, repartidores u obreros, a los que este viernes se les unió cámaras y periodistas, días después de conocerse que aquí vivió el supuesto autor del primer crimen machista conocido en Canarias este año, aunque se cometió presuntamente en abril de 2020.
En la obra que se encuentra justo al lado, uno de los trabajadores que se encontraba allí no sabía nada hasta este preciso momento. «No lo conozco, solo he hablado con los que viven en el cuarto piso, pero seguro que alguna vez lo habré visto por aquí ya que llevamos dos años haciendo varias obras en esta arteria», señala mientras no podía ocultar su estupor ante la noticia. «¿Cuántos crímenes así habrá que todavía no conocemos?», reflexiona al mismo tiempo que le llama un compañero de trabajo para que continúe trabajando.
El bloque donde vivía el ex guardia civil investigado de matar a su mujer tiene cuatro plantas. Él vivía en la primera junto a su actual pareja. En los bajos hay un bar donde nada más entrar por la puerta se escucha a un cliente preguntarle a otro si había visto que la policía había efectuado inspecciones, entradas y registros en este inmueble. Así como en el apartamento donde vivían en Playa del Inglés y en las zonas donde el sospechoso aseguró haber dispersado los restos humanos de su esposa. «Tuvo que tener agallas para hacer eso, ¡qué horror!», señala Agustín Navarro, otro vecino que siempre acude a este establecimiento para tomarse algo con sus amigos. «Lo conocíamos de vista, iba siempre con un perro y aparcaba el coche en doble fila. Nadie aparenta nada en esta vida, cuando menos te lo esperas. Hay que estar mal de la mente para hacer un acto de este tipo», apostilla Marrero mientras se toma un café con leche en la terraza bajo un sol radiante.
«Sé que le gustaba salir a pasear y a coger sol», recuerda. El ahora investigado por el crimen de su esposa era Guardia Civil de tráfico en Cataluña. Cuando se prejubiló se trasladó con su mujer a Gran Canaria, atraídos por el buen clima que hay en la isla durante todo el año.
En la mesa de al lado una señora asombrada mira a todos los medios de comunicación que acaban de llegar y se habían instalado justo al lado de ella con sus cámaras y trípodes. «¿Qué pasó aquí?», pregunta Joaquina Pérez con incredulidad tras ver que estaban grabando la puerta de la vivienda. Tras enterarse del motivo no puede mostrar su repulsa: «No salgo de mi asombro, como es posible que haya descuartizado el cuerpo y se haya deshecho de él en pequeños restos los días siguientes».
Cada día esta vecina de La Isleta toma un café en este comercio. «Nunca imaginé que podría pasar algo así y que viviera tan cerca de donde voy siempre a desayunar», afirma mientras mira la ventana donde actualmente vive la pareja del ya detenido, que se encuentra interno provisionalmente, comunicado y sin fianza en la cárcel Las Palmas II, en Juan Grande, acusado de homicidio o asesinato.
El detenido utilizó una serie de herramientas, que pudo haber guardado en su vivienda de Juan Rejón. El pasado jueves cuando se efectuaron los registros en este inmueble los investigadores salieron con cajas con pruebas o vestigios de interés, aunque los vecinos no sospecharon nada ni vieron al investigado porque los agentes lo hicieron vestidos de paisano.
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