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Un «k.o. técnico» hizo saltar las alarmas entre los trabajadores del centro Fincaventura de la Fundación Canaria Cepsocial a principios de octubre. El recurso, que lleva abierto desde el 12 de agosto, estuvo a punto de cerrar sus puertas porque la asociación que la gestiona no contaba con los fondos suficientes para hacer frente a los gastos derivados de la atención de los 50 niños que acogían en aquellos momentos. Todo ello, debido a que son una organización de nueva creación que, al no contar con remanente para afrontar los gastos, depende de que el Gobierno de Canarias les transfiera el dinero destinado para atender a estos jóvenes.
Así, tras acumular retrasos de meses en los pagos de las facturas, lo que ha derivado en que la plantilla haya estado sin cobrar «durante 60 días», el director del centro, Adrián Díaz, puede decir que, a día de hoy, ya se han solventado las deudas «de agosto y septiembre» y, desde la Dirección General, les han garantizado que «a finales de este mes» les abonarán las de octubre.
Esto es solo un reflejo más de la saturación que viven los centros de la red de acogida del archipiélago, que son 81, y que dan respuesta a más de 5.400 menores migrantes no acompañados bajo la tutela del Ejecutivo regional. Esto hace que, en muchas ocasiones, no se pueda garantizar un trato digno a los niños y niñas que llegan a las costas del archipiélago en busca de un futuro mejor.
Y esa sobreocupación que persiste en los centros desde hace meses se refleja también en el recurso ubicado en el barrio de El Palmar. Como explica Díaz, la finca, de grandes dimensiones, cuenta con 50 plazas, si bien, ahora mismo son 54 los jóvenes que residen en el inmueble.
Con edades comprendidas entre los 15 y los 17 años, 46 de ellos se encuentran realizando algún tipo de formación: «En torno a 10 van al instituto. El resto hemos conseguido que inicien una formación en agricultura en Guía y Arucas. Uno de ellos está haciendo prácticas para trabajar de camarero». Además, gracias a un acuerdo con la Academia Kuma, en Las Palmas de Gran Canaria, la mayoría acude, en horario de mañana y tarde, a clases de español.
Y es que, como cuenta Díaz, «lo primero que piden los chicos al llegar al centro son dos cosas:papeles y formación». Entre los jóvenes que residen en este recurso hay chicos de Senegal, Costa de Marfil y Mali. Por ello, los chicos malienses se encuentran inmersos en trámites para solicitar asilo político, mientras que los senegaleses están con los trámites burocráticos para formalizar la protección internacional.
Ariadna Batista, trabajadora social del centro, pone en valor el trabajo que se está haciendo desde Extranjería para agilizar estos procesos. «Teníamos entrevistas cerradas para dentro de un año, pero hace unos días nos llamaron para decirnos que nos podían adelantar 10 de ellas», expone Batista, que valora ese avance como un «alivio» para los chicos, pues ven que han podido dar «un paso más».
El director de Fincaventura añade que se ha elaborado un informe individualizado de todos ellos en el que se reflejan «sus antecedentes familiares, institucionales y su ruta migratoria». Es consciente de que el trabajo ha sido «arduo» porque han empezado desde cero, pero han logrado coger fuerzas para poder ayudarles a lograr una oportunidad.
Aunque el día a día del centro se desarrolla con normalidad, el director remarca que una de las principales dificultades es la ubicación. Al ser un centro alejado del centro del municipio no cuenta con estaciones de guagua cerca –una de las paradas está a 20 minutos caminando–, por lo que los chicos dependen de que los trabajadores los puedan acercar en coche hasta estos lugares. «Por eso somos estrictos con las horas de las salidas autónomas», indica Díaz.
Entre el equipo, formado por 35 trabajadores, hay personas dedicadas a la limpieza y a la cocina, así como educadores, psicólogos y trabajadores sociales. Una de las cocineras del recurso, Olga María Eugenio, remarca que los niños «son maravillosos, muy agradecidos».
La secretaria de la Fundación, Martina Franchini, dibuja en la hoja de ruta que seguirá la organización de cara al futuro algunas mejoras en el centro. En estos momentos quieren habilitar un espacio de la finca con capacidad «para acoger a más chicos», y y pretenden acondicionar un espacio para que sea un campo de fútbol.
Aunque los comienzos son duros, la asociación quiere seguir construyendo «el sueño por el que empezaron» y seguirá dando pasos para ayudar a estos chicos que llegan al archipiélago, con otros proyectos en los que acompañarles cuando alcancen la mayoría de edad.
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