Mohamed Shajhan Sheak, conocido como Mastermind, ha ingresado este martes en prisión provisional, comunicada y sin fianza como presunto líder de una importante organización criminal dedicada a captar ciudadanos de Bangladés y Pakistán para trasladarlos en patera o cayuco a las Islas Canarias.
El acusado estaba siendo investigado desde 2023 por la Justicia española. La fiscal delegada autonómica de Extranjería de Canarias, Teseida García, solicitó una orden internacional de busca y captura que culminó con éxito gracias a su localización y posterior detención en Mauritania. Tras su captura, fue extradición a España.
Mastermind pasó este martes a disposición del Juzgado de Instrucción número 1 de Las Palmas de Gran Canaria, quien dictaminó su traslado a un centro penitenciario investigado por la presunta comisión de un delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros.
Según los investigadores, esta presunta organización criminal estaba dedicada al tráfico de personas y operaba a nivel transnacional, trasladando a ciudadanos de Bangladés y Pakistán hasta Europa -vía Canarias- a través de Mauritania y Marruecos. La red tenía una estructura bien organizada dirigida por Mastermind y cada fase del proceso estaba diseñada para maximizar el beneficio económico de los traficantes a costa de la vulnerabilidad de las víctimas.
Las mismas eran captadas en sus países de origen por intermediarios que trabajaban para ellos. Estos presuntos captadores ofrecían un supuesto traslado seguro hasta Canaria a cambio de una suma elevada de dinero, que rondaba los 13.000 euros al cambio.
Para hacer frente a este pago, muchas víctimas se veían obligadas a vender sus bienes, recurrir a préstamos o depender del dinero enviado por sus familias. En algunos casos, los traficantes presionaban a los familiares exigiendo más pagos bajo amenazas veladas o explícitas.
Una vez abonada la cantidad pactada, la organización ponía en marcha el primer traslado. El método más común consistía en transportar a los migrantes hasta Emiratos Árabes Unidos, utilizando vuelos comerciales. Desde allí, los llevaban por carretera hasta Mauritania, un punto clave en la red, donde la organización tenía contactos que facilitaban la entrada de los extranjeros sin levantar sospechas.
Para sortear los controles fronterizos, los traficantes les proporcionaban documentación falsificada con apariencia legítima. Además, pagaban sobornos a funcionarios y personas clave que permitían el paso sin realizar comprobaciones rigurosas.
Una vez en Mauritania, la organización alojaba a los migrantes en establecimientos controlados por la red, donde permanecían a la espera del siguiente traslado hacia Europa. En muchos casos, los traficantes imponían nuevas condiciones a las víctimas, especialmente a aquellas que aún no habían completado el pago total del viaje.
Explotación laboral
Si una persona no disponía del dinero para financiar su traslado final, la organización le obligaba a trabajar en establecimientos bajo su control hasta que completara el pago. Algunas víctimas realizaban trabajos forzados sin recibir salario alguno, con la promesa de que eventualmente serían llevadas a Europa. En otros casos, permanecían retenidas hasta que sus familiares lograban reunir la cantidad exigida.
Cuando completaban el pago, la banda activaba el último tramo del viaje. Para ello, coordinaban el traslado con otros grupos delictivos que operaban en Mauritania y Marruecos. Después de recibir el dinero pactado, los migrantes eran llevados hasta playas controladas por la red, donde los embarcaban en pateras o cayucos con rumbo a Canarias.
Las embarcaciones utilizadas eran, en la mayoría de los casos, precarias y sin condiciones mínimas de seguridad. Muchas de ellas estaban en mal estado de mantenimiento, sobrecargadas y sin los equipos necesarios para una travesía segura.
En ocasiones, las autoridades detectaban los movimientos de la red y desmantelaban los puntos de salida. En otros casos, los propios traficantes abortaban la travesía si percibían peligro de ser descubiertos. Sin embargo, en muchas ocasiones, las embarcaciones lograban partir, pero el viaje terminaba en tragedia.
El riesgo de naufragio era constante. Muchas pateras nunca llegaron a su destino y desaparecieron en alta mar con todos sus ocupantes. En otras ocasiones, los supervivientes eran rescatados por las autoridades marítimas o localizados a la deriva tras sufrir fallos en el motor o quedarse sin combustible en el océano.
Las declaraciones prestadas por supervivientes confirmaron que, debido a las malas condiciones de las embarcaciones, numerosos migrantes fallecieron durante la travesía por deshidratación, hambre o hipotermia. Otras víctimas murieron ahogadas tras caer al agua en momentos de fuerte oleaje o volcar la embarcación.
Tras una investigación exhaustiva, las fuerzas de seguridad en coordinación con la Fiscalía de Extranjería de Canarias lograron identificar y desarticular varias células de la organización criminal que operaban en África y Europa. Se llevaron a cabo detenciones en distintos países y se confiscaron embarcaciones, documentos falsificados y grandes sumas de dinero en efectivo.
La operación sigue abierta y no se descartan por el momento más detenciones.
Así trabajaban los tres cabecillas de esta organización criminal
Los investigadores identificaron a tres individuos clave dentro de la organización criminal que trasladaba a víctimas de origen bangladesí y paquistaní hasta Marruecos y Mauritania, desde donde posteriormente eran embarcadas con destino a Canarias.
En la cúspide de la organización se encontraba Mohamed Shajhan Sheak, alias Mastermind. Se trata del máximo responsable de la trama y quien impartía órdenes a los demás miembros, asegurándose de que se cumplieran sin objeciones.
Tenía el control sobre el flujo de dinero generado por la red. Se encargaba de cobrar las elevadas sumas de dinero exigidas a las víctimas y de coordinar los movimientos de la organización en varios países. Además, mantenía reuniones con otros integrantes y habría sido responsable de la captación de nuevos miembros dentro de la estructura criminal.
Cuando las víctimas abonaban la totalidad del dinero exigido, daba las instrucciones para su traslado a las costas de Marruecos o Mauritania, donde aguardaban las embarcaciones que los llevarían a Canarias.
Otro de los cabecillas identificados fue Humayun Ali, quien desempeñaba un papel clave en la organización. También impartía órdenes a otros miembros de la red y participaba activamente en la gestión económica del negocio ilícito. Se encargaba de recibir y cobrar los pagos de las víctimas, asegurando así la financiación de las operaciones de la red.
Utilizaba al menos dos líneas telefónicas para sus comunicaciones y, a través de estos números, se coordinaba con otros integrantes del grupo y organizaba la logística necesaria para el traslado de los migrantes.
En la fase final del proceso, el control de las travesías marítimas estaba a cargo de Ali Sangare, quien ocupaba otro puesto de gran relevancia dentro de la organización. Su función principal consistía en supervisar el traslado de las víctimas desde las costas africanas hasta Canarias, empleando embarcaciones precarias tipo patera o cayuco.
Los testimonios recabados confirmaron que las embarcaciones utilizadas por Sangare no reunían las mínimas condiciones de seguridad y navegabilidad, lo que exponía a las víctimas a un alto riesgo de naufragio. En muchos casos, las travesías terminaban en tragedia: algunos cayucos desaparecían en alta mar sin dejar rastro, mientras que en otros casos se documentaron muertes masivas a bordo debido a la sobrecarga de pasajeros y la falta de suministros esenciales.
Los migrantes eran hacinados en estas embarcaciones sin que se les proporcionara alimentos, agua, ropa adecuada ni equipos de navegación. En numerosas ocasiones, cuando surgían complicaciones en la travesía -ya fuera por el mal estado del mar o por fallos en las embarcaciones-, los ocupantes quedaban completamente desamparados y sin posibilidad de sobrevivir.
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