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El reseteo necesario de Alemania
Hay que actuar con inteligencia y afrontar las causas que engordan a los ultras
Gorka Angulo Altube
Periodista
Martes, 18 de febrero 2025, 23:14
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Gorka Angulo Altube
Periodista
Martes, 18 de febrero 2025, 23:14
La excanciller Angela Merkel, nacida en la extinta República Democrática Alemana (RDA), escribe en sus memorias que «en tiempos de la RDA ya existía la ... xenofobia». En la República Federal Alemana (RFA), la generación de los llegados a la Universidad a mediados de los 60 tuvo una necesidad imperiosa de arreglar cuentas con la generación de sus padres y profesores con respecto al nazismo, por la supuesta obsesión autoexculpatoria de la RFA, por la supuesta amnesia general acomodada en el 'milagro económico'. Los jóvenes defendían un dogmatismo marxista-leninista que derivó en terrorismo. En la RDA no hubo una generación que interpelase a la paterna, porque la Alemania comunista concluyó su desnazificación en 1950 y comenzó a negar sus responsabilidades históricas con el Tercer Reich, transfiriendo a la RFA la herencia sobre ese pasado. Una generación interpelaba a los padres de la posguerra en el Oeste desde un extremo, y otra generación parece que interpela ahora a los padres de la reunificación en el Este desde los dos extremos.
La xenofobia y la ausencia de una desnazificación en la RDA han sido un caldo de cultivo perfecto, mezclado con otros ingredientes derivados de los agravios al Este, que son agitados con éxito por Alternativa para Alemania (AfD). El partido ultraderechista se fundó en 2013 para rebatir las palabras de Merkel en plena crisis financiera y del euro: «no existe alternativa». Inicialmente pretendió ser el derechista proyecto del fallido 'Cuarto Partido' que en 1976 anunció Franz Josef Strauss, dirigente de la Unión Social Cristiana (CSU), filial conservadora bávara de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). En 12 años, la AfD ha sido un carrusel de liderazgos, con diferentes corrientes internas que terminaban en escisiones marginales en las urnas, pero que no ha dejado de crecer en el Este como un fenómeno generacional identitario donde se reúnen las humillaciones por la desigualdad con el Oeste y el rechazo a los partidos tradicionales.
Atraen a votantes que se consideran víctimas de la globalización, el Estado social y los cambios tecnológicos. Alemanes que se consideran de segunda clase por un desempleo más alto y una renta per cápita más baja que en el Oeste, donde están todas las sedes de las grandes empresas del DAX 40 (Ibex alemán), convirtiendo al Este en la fábrica del país sin centros de decisiones.
La sangría demográfica se detuvo en 2017. Entre 1989 y 1993 emigraron a la antigua RFA los mejores profesionales y los más jóvenes, más de un 11% de los 16 millones de habitantes que tenía la RDA cuando fue absorbida. Fueron recibidos en el Oeste con el mismo desdén que los trabajadores españoles, italianos, griegos o turcos en las décadas anteriores, lo que los convirtió en la clase baja de la reunificación. Antes los decepcionados se refugiaban en el voto a Die Linke (La Izquierda), los herederos del Partido Socialista Unificado (SED), que durante 40 años organizó la vida de los ciudadanos de la RDA desde la cuna hasta la tumba vigilados por la Stasi. Ahora optan por la AfD o por la también prorrusa Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) de extrema izquierda en pulso permanente en las encuestas con Die Linke, con 'efecto funicular': lo que sube uno lo baja el otro.
Su esperanza en la AfD se llama Alice Weidel, nieta de un juez militar miembro de las SS, lesbiana con pareja de Sri Lanka y dos hijos adoptados, contraria a los matrimonios del mismo sexo y favorable a las adopciones solo para heterosexuales, residente en Suiza mientras rechaza a los migrantes en Alemania, a la que quiere sacar del euro y la Unión Europea. Wiedel oculta la agenda secreta de la AfD de expulsiones masivas bajo la idea de 'remigración', que nos devuelve al nazismo y la II Guerra Mundial.
Los sondeos mantienen que el domingo ganará la Unión, con la AfD como segunda fuerza. Y es aquí cuando conviene actuar con inteligencia, afrontando las causas que engordan a la AfD en el Este, poniendo a trabajar a la Oficina para la Protección de la Constitución, no dando espacio a la extrema derecha, como el estúpido error del candidato de la CDU Friedrich Merz de haber votado con los ultras iniciativas sobre inmigración en el Bundestag. En la CDU hay quien piensa que si asume parte del programa de la AfD, como hicieron con Los Verdes, se puede ir frenando a los ultras: error. Hasta ahora lo que ha funcionado han sido los grandes consensos, necesarios frente a las intromisiones de Elon Musk apoyando a la AfD o las impresentables declaraciones de J. D. Vance como si Alemania estuviera en 1945.
Los alemanes necesitan un reseteo de su modelo económico y de seguridad, y también un reseteo emocional para terminar con la amenaza de la AfD, 35 años después de una reunificación ejemplar, pero imperfecta, y billones de inversión en el Este donde han faltado compasión y pedagogía.
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