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'El odio' y la puerta que se abreNo he podido leer 'El odio', el libro de Luisgé Martín, porque la editorial ha decidido de momento frenar su lanzamiento. Pero lo compraré en ... el momento en que salga porque se me ponen los pelos como escarpias con esto de que en pleno siglo XXI estemos resucitando la censura.
Me pasó lo mismo con Salman Rushdie y sus 'Versos satánicos', que devoré con el ansia de quien está mordiendo la fruta prohibida. Es lo que tienen las campañas que intentan que no leamos, no escuchemos o no veamos algo: es la mejor estrategia para que el público se dispare a leerlo, a escucharlo o a verlo.
Con las cautelas propias de no haber leído el libro, vayamos a lo que sabemos: el autor ha contado que su obra se centra en el odio que supuestamente movió a Bretón a matar a sus hijos, en un acto de violencia vicaria que provocó náuseas a la mayoría de la sociedad española y que ayudó a tomar conciencia sobre cómo la maldad del machismo lleva a liquidar a los niños como pena máxima a aplicar a las madres.
Y ha sido ella quien ha pedido que el libro no llegue a los canales de venta. ¿Cómo decirle que no a quien tanto ha sufrido? Esa es la pregunta pero no debemos perder la perspectiva. Es evidente que no hay consuelo para la madre y que todo lo que alguien pueda decirle sirve de bien poco. El daño está hecho y el dolor seguro que lo arrastrará de por vida. Pero de ahí a cercenar un derecho que es de todos hay un trecho importante. Me refiero a la libertad de expresión, pero también lo hago sobre la libertad de creación, que suena parecido pero no lo es.
El propio autor ha tenido que recordar que hay precedentes ilustres que seguro que en su momento revivieron el dolor de los afectados y, sin embargo, nadie discutió que tenían cabida en el mundo de la creación literaria. Entre las referencias hechas por Luisgé Martín, me quedo con 'A sangre fría', de Truman Capote. Me incluyo entre los que se quedaron helados con la historia que contaba y maravillados con la capacidad del autor de inventar un nuevo género literario. Y supongo que los familiares de las víctimas vomitaron con la lectura pero esa náusea tiene una receta preventiva muy fácil: no comprar el libro y no leerlo.
Cuidado con las puertas que se abren, porque cerrarlas es muy difícil. Empezamos vetando un libro por la posibilidad de herir sensibilidades y después llega alguien que nos dice que no hablemos de lo ocurrido en Gaza, en Ucrania o en Paiporta porque alteramos el sueño de los vivos y el descanso de los muertos.
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