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El dilema del senador McDonnell

El dilema del senador McDonnell

El parlamentario de Nebraska, antes demócrata y ahora en las filas republicanas, tenía la llave para cambiar el sistema electoral en su Estado y con ello incluso decidir el nombre del futuro presidente de EE UU

David Santamaría Legarda

Miércoles, 25 de septiembre 2024, 19:46

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Mike McDonnell es un senador estatal de Nebraska de 58 años. El pasado abril, este bombero retirado, sindicalista y católico cambió su afiliación al Partido Republicano tras una serie de desencuentros con los demócratas a raíz de sus posicionamientos conservadores en cuestiones sociales como el aborto.

La historia de McDonnell podría servir como ejemplo del distanciamiento entre un perfil de votante de clase trabajadora del Medio Oeste americano y el Partido Demócrata. De izquierdas en cuestiones laborales pero conservador en lo social, se siente extraño con los actuales planteamientos ideológicos de la que tradicionalmente fue su formación y más cómodo con lo que le ofrece Donald Trump. Una historia sin duda de interés, pero que no parece el tipo de noticia que vaya a acaparar la atención de los medios estadounidenses a pocas semanas de las elecciones a la Casa Blanca. ¿Por qué entonces la historia de este senador ha ocupado un espacio destacado para la prensa en los últimos días? Porque, por increíble que parezca, puede que la identidad del próximo presidente de Estados Unidos esté en sus manos.

El inquilino de la Casa Blanca no es elegido directamente por la mayoría de los sufragios. Tampoco lo designa el Parlamento. Existe un órgano específico encargado de esta tarea: el Colegio Electoral. Está formado por 538 votantes designados por los Estados cada cuatro años. En 2016 Hillary Clinton superó a Trump por cerca de tres millones de votos, pero el republicano le ganó en casi 80 electores y fue el vencedor final.

Distorsiones

A cada Estado le corresponde nombrar un número de votantes igual a la suma de senadores y diputados que envía al Congreso. Las delegaciones en ese órgano son proporcionales a la población del Estado, pero con un mínimo. Ninguno, por pequeño que sea, tiene menos de tres representantes. Esto crea distorsiones en la representatividad del voto que favorecen a aquellos con menos habitantes. En California, el más poblado, cada elector se corresponde con más de 700.000 sufragios. En Wyoming, el caso contrario, la cifra baja a los 200.000.

Cada Estado puede elegir cómo repartir sus votantes. En 48 de los 50 el partido con más apoyo se lleva la totalidad de ellos. Por ejemplo, en los comicios de 2020, Joe Biden ganó a Trump por menos de 0,3 puntos en Arizona. El resultado: el actual presidente consiguió allí 11 electores y su contrincante, ninguno. Este sistema hace que la mayoría de los Estados, en los que el ganador está decidido antes de empezar la campaña, no reciba ninguna atención por parte de los candidatos. Nadie duda de que todos los electores de Nueva York vayan a ir este año a Kamala Harris o los de Mississippi a Trump, y nadie hará campaña allí. Los recursos se centran en los pocos puntos donde el vencedor no está claro.

Volvamos a Nebraska. En este rincón de la gran llanura americana, la ventaja de Trump se acerca actualmente a los veinte puntos. Siguiendo la lógica de un sistema en el que el ganador se lo lleva todo, este Estado no debería ser noticia en el esprint final de la campaña. Sin embargo, Nebraska desafía esta lógica al ser el único -junto con Maine- en el que el vencedor no se queda con todos los votantes. De los cinco que le corresponden, sólo dos son para el candidato con más sufragios. Los otros se reparten teniendo en cuenta quién se ha impuesto en cada una de sus tres circunscripciones electorales para la Cámara de Representantes. Ganar en una de ellas significa llevarse un elector. La número 2 se corresponde con Omaha, la principal ciudad del Estado y en la que Harris tiene serias posibilidades de resultar triunfadora.

Elecciones de 2016

Hillary Clinton superó a Trump por cerca de tres millones de votos, pero el republicano le ganó en casi 80 electores y fue el vencedor final

¿Puede un solo elector marcar la diferencia? En el contexto de unos comicios que según todos los sondeos se prevén muy apretados entre Trump y Harris, puede que sí. El escenario sería el siguiente: los dos candidatos ganan en las circunscripciones que se les suponen y, de los Estados sin favorito claro, el republicano consigue vencer en los del llamado Cinturón del Sol (Nevada, Arizona, Georgia y Carolina del Norte), mientras que la demócrata lo hace en Wisconsin, Michigan y Pensilvania, la denominada Muralla Azul, en referencia al color tradicional de este partido. En este supuesto, el magnate sumaría 268 electores y su rival, 270. La mayoría en el Colegio Electoral es de 270, así que la victoria por la mínima sería para la vicepresidenta.

Cambio de fórmula

Imaginemos ahora que Nebraska cambiara su sistema electoral, pasando a otorgar todos sus electores al ganador del Estado. Harris perdería el del distrito número 2, que pasaría a Trump. En este caso, cada candidato tendría 269 votantes. Este escenario favorece al magnate porque, de darse un empate, el futuro presidente es elegido por las delegaciones en la Cámara de Representantes, y en estas el republicano tiene mayoría.

El senador Mike McDonnell. Federación del Trabajo de Omaha

La aritmética de este supuesto no escapa a los republicanos. Quieren que Nebraska modifique su sistema electoral a tiempo para que en las elecciones de este noviembre todos sus electores vayan al candidato más votado en el Estado.

Aquí es donde entra en juego McDonnell. Los republicanos tenían 32 de los 50 miembros del legislativo unicameral estatal -Nebraska es el único Estado que no cuenta con dos cámaras parlamentarias-. Desde el cambio de lealtades del senador ya son 33. ¿Cuál es la mayoría cualificada necesaria para cambiar el sistema electoral? Precisamente, 33 votos. Con todo esto, el político ahora descontento con los demócratas puede tener en sus manos el futuro del reparto de electores en Nebraska, lo que a su vez podría acabar decidiendo quién es el próximo presidente.

Este senador parece estar en una posición poco envidiable. La semana pasada participó en una reunión con políticos republicanos estatales y nacionales en la que Trump intervino por teléfono para transmitir su deseo de cambiar el sistema. Oponerse al jefe es un camino peligroso para el futuro de un miembro de este partido. Por otro lado, una vez termine su etapa en el Senado estatal, parece que a McDonnell le gustaría presentarse a la alcaldía de Omaha. Y cambiar el sistema electoral en claro perjuicio de los demócratas resultaría una mala estrategia si se aspira a dirigir una ciudad donde es probable que Harris venza.

Trump acusa a McDonnell de haberse interpuesto con su decisión a «una gran victoria republicana de sentido común»

Mientras esperaban un pronunciamiento definitivo del senador, los demócratas de Nebraska pedían en redes sociales que los votantes llamaran y le escribieran para que se mantuviera firme. Los republicanos, por su parte, urgían a sus seguidores a rezar y ayunar para que cambiara de idea. Parece que esto último no ha surtido efecto. Este lunes McDonnell informó en un comunicado de que, a menos de dos meses de las elecciones, no le parecía este el momento para una reforma. Y, como punto a favor de que Omaha siga eligiendo un elector, señaló la relevancia para la economía local de que los partidos se vean obligados a hacer campaña en la ciudad.

En respuesta a las declaraciones de McDonnell, la presidenta de los demócratas de Nebraska agradeció a su antiguo compañero de partido una decisión que protege el 'punto azul' del mapa electoral de ese Estado. La respuesta de Trump ha sido menos elogiosa: «Desafortunadamente, un demócrata convertido en republicano (?) […] decidió, sin ningún tipo de motivo, interponerse en una gran victoria republicana de sentido común».

McDonnell sugiere en su nota de prensa que una votación popular entre los ciudadanos de Nebraska decida de una vez por todas cuál debe ser el sistema electoral del Estado. Parece una buena forma de evitar que el actual senador y antiguo bombero se vuelva a encontrar en el centro de un incendio de semejantes proporciones.

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