No ha terminado septiembre, mes que se considera como una probeta para todos los proyectos aunque no garantiza blindajes, y Luis Carrión ya siente el peso de la presión y con todos sus efectos. Una UD colista y seca de victorias tras las seis primeras jornadas componen el escenario poco edificante en el que ahora se tiene que mover el técnico catalán, con el apoyo del club y de los jugadores pero consciente de que aquí mandan los resultados. Y, de momento, este imperativo brilla por su ausencia.
Los progresos exhibidos por la UD en Pamplona, notables y por todos reconocidos, con los brotes verdes que traen Fabio Silva y Essugo, además del esperado debut de una Januzaj que debe ir a más, marcan un indicio al que agarrarse, si bien el calendario no da tregua y tampoco acompaña. Lo que viene, Betis en casa (jueves) y visita al Villarreal (lunes), tiene un grado de dificultad evidente y va a dirimir el futuro del entrenador en este proyecto.
Si la dinámica actual no se corrige, hundida la UD en la última posición de la tabla clasificatoria, la toma de decisiones va a ser inevitable y apuntará a la toma de decisiones que, en estos casos, siempre tiene el entrenador como único damnificado. Nada nuevo en este negocio.
Miguel Ángel Ramírez y Luis Helguera apostaron por Luis Carrión de una manera decidida para sustituir a García Pimienta como demuestra que aguardaran al final de su etapa en el Oviedo, promoción de ascenso de por medio y varias semanas de ínterin. Presidente y director deportivo son los primeros que quieren preservar su figura. Pero ellos no pueden meter los goles.
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