Mbappé entierra a un City caricaturesco

El Real Madrid logró quebrantar la llamativa alternancia de clasificaciones que mantenía en sus cruces europeos con el Manchester City, cuyo sostenimiento hubiese resultado pernicioso esta vez para sus intereses, y estará presente el viernes en el sorteo de octavos de final de la Liga de Campeones, donde volverá a ser el rival más temido para Atlético o Bayer Leverkusen.

Una espléndida actuación del equipo de Carlo Ancelotti terminó por enterrar a un City que no es sino una caricatura del ogro que fue. Víctima de una ridícula estructura defensiva, entrado en años, sin jerarquía alguna ni capacidad de respuesta por parte de su desnortado técnico, el conjunto de Pep Guardiola sucumbió sin oponer resistencia en el Santiago Bernabéu y se despide de la única oportunidad que le quedaba para salvar una temporada que pondrá un fin muy oscuro a un ciclo glorioso en la parte celeste de Mánchester.

Todo lo contrario de lo que sucede en el Real Madrid, que vuelve a meter miedo en la defensa de un trono para el que se postula nuevo rey. Kylian Mbappé, autor de un 'hat-trick', sentenció una eliminatoria en la que no hubo más color que el blanco del quince veces monarca del Viejo Continente. Letal en ataque, sólido en defensa y dominante incluso en el centro del campo –quién le ha visto y quién le ve a Guardiola-, el cuadro de Chamartín jugó a placer y masacró a un City que se ha derrumbado en tiempo récord y deberá reconstruirse a golpe de su bien engrasado talonario para salir de un pozo que no parece tener fondo.

Casi todo fueron buenas noticias para el Real Madrid, que ofreció una imagen de suficiencia absoluta en todo momento y gobernó a su antojo un partido que relanza la candidatura del vigente campeón y pone a los pies de los caballos a Guardiola, incapaz de evitar un desplome de proporciones bíblicas. El abatimiento del catalán aumentó aún más si cabe el gozo del madridismo, al que solo la amarilla que vio Bellingham y que le hará perderse la ida de octavos puesto que el inglés cumple ciclo, privó de presenciar una faena absolutamente redonda por parte de su escuadra.

El regreso de Rüdiger permitió que Ancelotti configurase un once más ortodoxo que aquel con el que envidó una semana atrás en el Etihad. Solo Valverde, lateral derecho de emergencia, desempeñó una posición ortopédica, puesto que Tchouaméni abandonó la condición de central postizo para recuperar su asiento en la medular, con Asencio oficiando como pareja de Rambo en el eje de la retaguardia.

La principal noticia en la alineación de Guardiola fue la ausencia de Haaland, llamativa carencia que respondió a las molestias en la rodilla con las que el noruego abandonó el duelo frente al Newcastle. Renqueante su cañonero más mortífero, el técnico de Santpedor dio cabida en el bloque inicial a los tres refuerzos invernales que el City inscribió en la Champions. Sorprendió la aparición de Khusanov en el lateral derecho, donde el uzbeko, central de cuna, fracasó en toda regla. Más naturales fueron las funciones que asignó a Nico, timón de un centro del campo tuerto sin Rodri, y a Marmoush, goleador de eclosión tardía pero fulgurante que debía llenar el vacío del '9'.

Se aventuraba un City expansivo y un Real Madrid más reactivo. Nada más lejos de la realidad, porque los blancos enseñaron el colmillo enseguida y se cebaron con una presa indefensa. La caza la abrió Asencio nada más presentar armas, picando al espacio entre los centrales 'cityzens' por el que percutía Mbappé. Domó el '9' el magistral envío del canterano y fusiló por alto a Ederson. El pase recordó poderosamente a la asistencia que dio el zaguero a Bellingham en su bautismo de fuego con el primer equipo, fabulosa carta de presentación de un meritorio al que el Bernabéu aclama ya como si se tratase de Franz Beckenbauer o Sergio Ramos.

No vino sola la desgracia del gol para el City, que vio caer lesionado a Stones de inmediato. Entró Aké, que también llegaba entre algodones como el inglés, sin que mejorase la estabilidad de una retaguardia cogida con pinzas. Sin armadura alguna, solo era cuestión de tiempo que el City acabase de desangrarse.

Volvió a hincar el puñal a fondo Mbappé, que culminó una triangulación deliciosa de los cuatro fantásticos. Era la sentencia de una eliminatoria que nunca estuvo en disputa, pero el Bernabéu lo celebró como si valiese un título. Casi, porque suponía la mortaja para el bando de Guardiola, lo que teniendo en cuenta la animadversión que genera el catalán por estos lares, al que la parroquia blanca dedicó un intolerable canto homófobo, viene a ser parecido.

Tres goles abajo en la eliminatoria, el City necesitaba una proeza. Al alcance quizás en sus mejores tiempos si el Real Madrid se dormía además en los laureles, pero imposible a tenor de la minúscula estatura sobrevenida de un equipo que se arrastra y solo fue capaz de maquillar el marcador en el descuento por mediación de Nico.

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