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Fue también un domingo, hace hoy cinco años, el 7 de julio de 2019, en la cuadragésimo tercera sesión del Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco celebrada en Bakú (Azervaiyán), Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria fue declarado Patrimonio Mundial en la categoría de Paisaje Cultural.
La Unesco reconocía así el valor universal excepcional de 18.000 hectáreas, más del 11% de la superficie de la isla, con manifestaciones y obras bien conservadas de una cultura insular desaparecida que evolucionó en aislamiento a partir de la presencia, al principio de la Era, de pueblos bereberes o amaziges de procedencia norteafricana, hasta su conquista por la Corona de Castilla, a finales del siglo XV.
Un lustro después, la gestión del Paisaje Cultural ha extendido las raíces para su desarrollo, ha creado una estructura para su conservación, divulgación y aprovechamiento y ha trazado el camino a seguir para que el único Patrimonio Mundial de Gran Canaria contribuya a mejorar la calidad de vida en las cumbres y a evitar que continúe su despoblamiento. Pero todavía queda mucho por hacer.
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El Paisaje Cultural que ocupa casi en su totalidad la colosal cuenca de Tejeda, el macizo de Tamadaba y una parte del cauce de Barranco Hondo, y entre cuyos límites se encuentran los municipios de Artenara, Tejeda, Gáldar y Agaete, esconde un amplio conjunto de yacimientos arqueológicos (poblados trogloditas, templos, graneros fortificados, cuevas pintadas y estaciones de grabados) que representan la odisea de las antiguas culturas insulares del planeta y muestran las huellas de un proceso cultural único en el mundo que evolucionó en aislamiento durante más de mil quinientos años a partir de sus raíces bereberes.
En estos parajes la antigua población canaria creó su propia visión de las montañas sagradas, uniendo cielo y tierra e integrando el celaje en su cosmología, como demuestran los almogarenes o santuarios de Risco Caído y el Bentayga, enre otros ejemplos de templos astronómicos y espacios rituales de aquella cultura prehispánica.
En ese paisaje el pueblo prehispánico grabó en las rocas su percepción espiritual y creó asentamientos trogloditas espectaculares y complejos, colgados de riscos y farallones, dando luz a una tradición cultural que sigue viva y que ha convertido la casa cueva en un símbolo de orgullo e identidad propia.
A ello se suma la pervivencia de tradiciones y usos ancestrales del territorio como la trashumancia, el cultivo en bancales o el manejo del agua, haciendo de este paisaje singular un libro abierto que versa sobre formas inteligentes y respetuosas del uso sostenible de un territorio que, por otra parte, sufre desde hace décadas un despoblamiento y enjecimiento crecientes.
La inscripción de estos valores en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco no fue coser y cantar. Ni mucho menos. Siete años le costó al Cabildo hacer realidad la aventura que inició en 2012, cuando el descubrimiento de los valores excepcionales que alberga el almogarén de Risco Caído, el templo perdido de la antigua población canaria, provocó una auténtica revolución a la hora de reinterpretar el extenso patrimonio que guardaban las cumbres de Gran Canaria.
El Cabildo había comprado en enero de aquel año, por 40.000 euros, dos cuevas artificiales de gran interés arqueológico excavadas en el yacimiento arqueológico de Risco Caído, las número 6 y 7. En la primera los antiguos grancanarios horadaron una especie de ventana para provocar un fenómeno que alcanza su plenitud en el solsticio de verano, cuando la luz incide en el interior bañando, sobre todo, el panel cubierto por triángulos públicos.
Este hallazgo supuso un antes y un después en la valoración de un conjunto de manifestaciones y vestigios de una cultura compleja, diversa y excepcional. Fue, de hecho, la estrella de la candidatura durante buena parte del camino que llevó a la declaración del Paisaje Cultural, aunque finalmente la propuesta fue mucho más coral y apostó por la singularidad general de las montañas sagradas.
Para la gestión del Patrimonio Mundial el Cabildo decidió crear una entidad que asumiera al mismo tiempo las dos figuras de la Unesco declaradas en la isla, el Paisaje Cultural y la Reserva de la Biosfera, y fundó para ello un instituto, que, entre otras cosas, ha obtenido 12,2 millones de euros de inversión por parte del Ministerio de Turismo para dos planes de sostenibilidad turística de las dos figuras. Ambos están en ejecución.
Adscrito a la Consejería de Patrimonio y ubicado inicialmente en un inmueble de la corporación insular de la calle Cano de la capital, el Instituto estrenó sus dependencias oficiales el pasado mes de junio en un edificio de la calle Buenos Aires que dispone de 900 metros cuadrados de superficie útil, data de 1914 y fue rehabilitado con una inversión de 1,4 millones.
Al mismo tiempo, el Instituto esté ejecutando la reforma de otro inmueble en el casco urbano de Tejeda, con una inversión de 441.540 euros, para ubicar el Centro de Gestión del Paisaje Cultural. Es una edificación de estilo tradicional canario que albergó el Museo de las Tradiciones. Con más de un siglo de vida, el futuro Centro de Gestión es obra de un indiano. Lo construyó Sebastián Hernández Morales, nacido en 1852 en Macurijes, Pinar del Río (Cuba), hijo de emigrantes canarios.
En materia de restauración de los valores del Patrimonio Mundial el Instituto realiza en estos momentos actuaciones de adecuación y embellecimiento del conjunto arqueológico de Risco Caído, incluyendo tareas de conservación de las cuevas 6 y 7, con un presupuesto que supera los 1,47 millones.
También está haciendo un diagnóstico del estado de conservación de Cuevas del Rey y Cueva de los Candiles, dos joyas arqueológicas del Paisaje Cultural, prepara el despliegue de una red de sensores para medir parámetros bioclimáticos y geofísicos en varios enclaves y ha hecho y previsto labores de mantenimiento de enclaves geológicamente inestables como pueden ser los de Acusa, El Solapón, El Hornillo y Cuevas del Rey.
En el terreno de la investigación, la entidad que gestiona el Patrimonio Mundial ha firmado un convenio de colaboración con la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria para el desarrollo del proyecto denominado 'Origen y evolución del poblamiento humano en el ámbito del Paisaje Cultural', del que han derivado excavaciones arqueológicas en los túmulos de Llanete Real, Roque Bentayga y Lugarejos. Asimismo, se ha impulsado intervenciones de investigación arqueológica en Las Casillas Canarias de Tirma y Montaña de Altavista, así como un análisis de la toponimia de origen amazigue en este territorio.
Son sólo algunos ejemplos de la batería de acciones impulsadas estos años y aceleradas durante 2024.
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