
Las Palmas de Gran Canaria
La herida del Guiniguada: historia de una promesa incumplidaSecciones
Servicios
Destacamos
Las Palmas de Gran Canaria
La herida del Guiniguada: historia de una promesa incumplidaFue un hermoso valle y se convirtió en una gris carretera. Cubrir de cemento la desembocadura del Guiniguada, dividir con asfalto los núcleos históricos de Triana y Vegueta, es una puñalada que aún duele a Las Palmas de Gran Canaria y que vuelve a convertirse en conversación política con la convocatoria del concurso para su recuperación que esta semana presentó con grandes fastos la alcaldesa Carolina Darias.
La acción del actual gobierno de la ciudad persigue transformar la GC-110 en el Paseo de la Cultura y las Artes Canarias. Una operación que se ha puesto en marcha con la licitación del concurso pero que es una gota más en un largo historial de promesas incumplidas que se remonta a la década de 1970, cuando el hormigón venció a la naturaleza.
La autovía del Guiniguada fue un proyecto que comenzó en 1968, con su presentación pública, y que golpeó la sensibilidad ciudadana solo tres años después con el derribo de los históricos puentes de Piedra y de Palo. Paso previo a la transformación de la desembocadura del barranco en una carretera con su apertura en enero de 1975.
Desde su propio nacimiento el proyecto fue rechazado por la ciudadanía. «Ya no me alegras la vista barranco del Guiniguada / Tantos años de vecinos y ahora esa sepultura extraña», publicaba en el extinto Diario de Las Palmas Gelucha Iglesias de Molina el 30 de enero de 1975. Semanas después de la apertura de la carretera central.
Noticia relacionada
En 'Faycán', obra cumbre de la literatura isleña escrita por Víctor Doreste, el perro que daba el título a la novela recordaba como «el barranco fue siempre el lugar preferido para mis correrías y las de mis compañeros. Cuando llegaba el torrente barranco abajo, a morir en el mar».
Esa nostalgia ha bañado todos los proyectos fallidos que el Guiniguada ha sufrido en los últimos 50 años. El último el del arquitecto catalán Joan Busquets, desechado finalmente por Jerónimo Saavedra como alcalde en 2011 con una frase cruda e insensible: «El Guiniguada queda para más ver».
El alcalde José Ramírez Bethencourt fue quien impulsó en 1962 la modificación del Plan General de Ordenación Urbana que sepultó el barranco: «El techado del Guiniguada desde Barranco Seco hasta el mar, por San Roque», un proyecto que en su primera baremación alcanzó los 225 millones de pesetas.
Desde la apertura de la carretera se elevaron las voces críticas sobre esa «pesada y grave losa de cemento», como la definió la escritora María Dolores de la Fe. El arquitecto Sergio Pérez Parrilla, arropado por otros compañeros de oficio, promovió en aquellos primeros días un movimiento social que impusiera el retorno de la naturaleza en aquel simbólico paraje que cautivó a los conquistadores cuando levantaron su campamento en la isla.
En 1983 parecía que la cosa iba en serio. No había pasado una década desde la apertura de la carretera cuando el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria propició un concurso para tratar de devolver a la ciudadanía su paraíso perdido, aquel que tantas frases ocupó en la trayectoria literaria de Alonso Quesada. El socialista Juan Rodríguez Doreste, como ahora hará Carolina Darias, se nombró presidente del jurado del concurso en el que le acompañaron los prestigiosos arquitectos Oriol Bohígas Guardiola y Manuel Solá Morales.
En septiembre de aquel año se supo que el concurso quedó desierto, sin ganador, compartiendo el segundo premio los proyectos 'Ola del Cristal' del estudio Chesa y Mena y el proyecto 'Mandrágora'. La idea de Chesa y Mena abordaba la posibilidad de crear en el cauce del desaparecido barranco una rambla arbolada, semejante a las existentes en París o Barcelona, que permitiera coser la cicatriz que separaba Vegueta y Triana. Motivación que sigue vigente en cada conversación que surge para recuperar el espacio perdido.
El proyecto se disolvió como todos los intentos anteriores y posteriores. Uno de los grandes elementos de distorsión que han sufrido todas las ideas de actuación en el barranco ha sido siempre el laberinto competencial en de la GC -110, con el Cabildo de Gran Canaria y el Gobierno de Canarias con palabra y derechos sostenidos sobre el terreno.
La extinción de aquella propuesta de 1983 fue el primer gran revés para la recuperación del Guiniguada. Una deuda que queda pendiente desde cuatro décadas atrás y que no se ha podido resolver todavía. Esa propuesta fue, no obstante, incluida en la renovación del Plan General de Ordenación Urbana de 1989.
No ha existido alcalde de la ciudad desde que el Guiniguada fue cubierto por un manto de asfalto que no haya hablado sobre su recuperación. Algunos con más convicción que otros, pero siempre ha sido un tema latente. El pliego publicado esta semana por el Ayuntamiento de Las Palmas de GranC anaria en la plataforma europea de contratación aborda los antecedentes históricos de las ideas surgidas y fracasadas, aunque obvia los nombres de José Manuel Soria y Josefa Luzardo, alcaldes del Partido Popular que también trabajaron en proyectos para avanzar en la renaturalización del espacio ciudadano en su casco antiguo.
En 1996, segundo año de Soria en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, el arquitecto José Miguel Fernández-Aceytuno presentaba un ambicioso proyecto abordaba en su título de «rehabilitar el paraíso perdido». Su obra era totémica y miraba a la cumbre, allí donde comienza este histórico barranco, para aprovechar fondos europeos y trazar un recorrido verde que hiciera las veces de pulmón de la isla.
Fernández-Aceituno chocó entonces con el Cabildo de Gran Canaria y el proyecto se extinguió de una manera amarga. Con cartas remitidas por el arquitecto a la Unión Europea en las que lamentaba los obstáculos que se había encontrado en la isla para afrontar la idea. «Deseo transmitir mi personal frustración y mi actitud crítica por el distanciamiento de los conceptos, objetivos y estrategias que inicialmente se propusieron», señaló en un documento enviado a Marion Van Mackelenbergh, responsable en 2001 de los proyectos urbanos de la Comisión Europea.
2003 es la espoleta del último intento. El gobierno de la ciudad traza un plan estratégico en el que destaca un estudio sobre las posibilidades del sector Vegueta-Triana. Ese informe desemboca, como se esperaba que el Guiniguada volviera a hacer con el mar, en una idea capital que concibe el arquitecto catalán Joan Busquets, que había sido persona capital en la transformación urbana de Barcelona.
El plan de Busquets imaginó en el entorno del Mercado de Vegueta y el Teatro Pérez Galdós el parque de esas características más grande de Europa. La idea avanzó y cobró cuerpo en el año 2006 con el derribo del scalextric, el histórico nudo viario que unía la salida de la carretera que bajaba el Guiniguada con la autovía de la GC-1.
Busquets había comenzado la idea durante el mandato al frente de la ciudad de Josefa Luzardo, con la que había coordinado gran parte de los trabajos. Y siguió trabajando con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria cuando en 2007 Jerónimo Saavedra, con Carolina Darias como una de sus responsables de Urbanismo, ganó las elecciones en 2007. Tras años de intenciones, promesas y maquetas gigantes Saavedra enterró el proyecto, cifrado en 80 millones de euros, por falta de fondos.
Publicidad
Cristina Cándido y Álex Sánchez
Lucía Palacios | Madrid
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.