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Las Palmas de Gran Canaria
El fuego arrasa la cuna del aguaEn los primeros días tras la Conquista, después de que la ciudad fuera encadenada a la Corona, en el cauce del barranco del Guiniguada se levantó un molino de agua que fue bautizado como el molino de El Batán para algunos; el del Pambaso para otros. Aquel original ingenio hidráulico, una cuna del agua en la ciudad, perece víctima del fuego a pesar de la adquisición que recientemente está concretando el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para su recuperación.
Las llamas han hecho estragos en la vieja edificación que se acomoda a los pies del risco de San Roque, con sus paredes –las que quedan en pie– teñidas del negro de las resacas de los distintos incendios que se han producido en su interior en tiempos recientes. La consumación de la decadencia de un inmueble con ficha de monumento.
El molino que perdió sus aspas cuando dejó de utilizarse en la década de 1960 también ha perdido su techo. No hay marcos en sus puertas, como tampoco los hay en sus ventanas. Más de la mitad de sus vigas se han quebrado como un barco viejo en su amarre. Y en su interior residen los lagartos naturales del lugar con los restos de ocupantes desesperados que tras su marcha dejaron en el lugar sembrados de residuos o colchones.
El gobierno de la ciudad trató durante varios mandatos de adquirir la infraestructura para evitar su derrumbe absoluto, algo a lo que los actuales responsables puede que estén llegando al límite. Según explicaron desde el Ayuntamiento en la nota en la que se informaba de la compra, por un montante final de 16.554,09 euros, el objeto de esta operación estará centrado en la «restauración, conservación y puesta en valor como centro de interpretación y atractivo turístico» para la ciudad.
Cuando se solicita una información más concreta, el gabinete de alcaldía redirige a un párrafo de la nota de prensa. «El Ayuntamiento ha procedido a su adquisición, encuadrada en el Plan Especial de San Roque, por su interés etnográfico. El Plan General de Ordenación (PGO) promueve su rehabilitación para fines didácticos-etnográficos como centro de interpretación y atractivo turístico», expone el texto.
Lo cierto es que este patrimonio va camino de ser municipal y eso espera traducirse en garantía de conservación, algo que hasta el momento no se ha cumplido. El molino de El Batán apenas es una estructura de 70 metros cuadrados pero es una pieza de incalculable valor etnográfico, por su antigüedad y por su uso, que se remonta a un periodo de varios siglos de actividad cerca del kilómetro cero de la ciudad tras su fundación.
Su enclave entre dos riscos, bajo San Roque y mirando a San Juan, le confiere una perspectiva histórica sobre la vida que creció en Las Palmas de Gran Canaria desde el viejo barranco. Esta incorporación al catálogo de los bienes de la capital atlántica tienen coherencia con algunas de las acciones que se están desarrollando por el actual gobierno de la ciudad, entre las que destaca especialmente la carrera por la licitación del Paseo de la Cultura y las Artes Canarias, que en teoría debe convertirse en un proyecto transformador que cosa la herida histórica de la división por una carretera entre Triana y Vegueta y que conecte de verde el espacio urbano que va desde el Teatro Pérez Galdós al Rectorado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
El molino está ubicado algunos metros más arriba, justo antes de llegar a la rotonda de acceso a los barrios de El Batán y de San Roque. Bajo la calle Fragata. Pero mira de frente a la Batería de San Juan, cuya proyecto de recuperación fue licitado hace algunas semanas y trata de revivir un infraestructura histórica de la ciudad que también agoniza por el prolongado abandono.
Los exteriores de las carreteras de esa zona también están gastadas por el abandono y se amontona basura. Curiosamente, junto al molino, luce una de las pocas zonas verdes bien conservadas del entorno con el parque de El Batán.
La construcción del molino de El Batán en el siglo XVI fue una orden del conquistador Pedro de Vera y estuvo en funcionamiento hasta rebasada la mitad del siglo XX, siendo el último ingenio hidráulico a pleno rendimiento de la Heredad de Vegueta.
Los grandes linajes de la isla, como los de la familia del Castillo y el Condado de la Vega Grande, han sido propietarios de este ingenio hidraúlico que ahora queda en manos de la ciudad para tratar de recuperar una pieza histórica e incomprensiblemente maltratada.
El responsable del área de Cultura del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Adrián Santana, ha explicado en fechas recientes que la ciudad quiere dar a conocer a su ciudadanía de una manera más notable la historia de Las Palmas de Gran Canaria y que aspira a serlo desde la recuperación de este patrimonio casi oculto y mancillado.
En ese proceso está la anteriormente mencionada Batería de San Juan y el Castillo de San Francisco. Y por el mismo camino se ha trazado la estrategia para recuperar el primer molino de agua de la isla.
Las Palmas de Gran Canaria tiene una deuda con su patrimonio, del que mucho ya ha desaparecido víctima del desarrollo posterior a la década de 1960 y que en los años que le continuaron ha sido especialmente agresivo con la vieja ciudad que prácticamente se ha extinguido. La recuperación del molino de El Batán parece una muestra de que los tiempos cambian algo y serán más proteccionistas con su legado y su historia.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Lucía Palacios | Madrid
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