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REBECA DÍAZ GONZÁLEZ
Domingo, 2 de agosto 2020
Candelaria Ávila nació en San Antonio hace 70 años y tiene claro que el suyo «es un barrio aislado dentro de la ciudad». Asegura que ha perdido la cuenta de las veces que se ha reclamado a las autoridades locales que completen el adoquinado de las calles que se inició en 2007. Esta vecina de la calle Marianela explica que la suya, junto a Demetria y Rosaura, quedaron fuera del proyecto y que «13 años después, seguimos suplicando que las terminen».
Recuerda que en esta parte de la ciudad viven muchas personas mayores y el estado del firme y de las aceras supone un peligro del que ni ella misma ha logrado escapar. «El otro día me resbalé y me caí, no ves que esto es picón», relata.
Y es que apunta que el tránsito por estas vías se convierte en un trampa para el peatón «porque el picón está suelto y te resbalas», ademas de que «se mete en las casas y en los garajes porque entra con el coche, en las ruedas». Al mismo tiempo, dice, es un inconveniente para las personas con problemas de movilidad. «Hay una persona mayor en una sillita de ruedas que la pobre quiere pasear pero no puede por cómo está la calle», afirma.
«Todo el día estoy pasando un cuchillo debajo de la puerta», comenta Saro Navarro, que también tiene su residencia en Marianela y explica así el truco que emplea para evitar que esas pequeñas piedrecitas que pueblan la calzada entren en su domicilio. Reconoce el mal estado que presenta su calle, pero tiene claro que la paralela a ésta, Demetria, «es la que peor está porque es por donde más coches pasan», ya que «es la salida del Polvorín». Sin embargo, «solo vienen y ponen un parchito». Algo que rechazan unos vecinos que exigen una solución definitiva.
«Que no la parcheen, por favor, que pongan adoquines como han puesto en las calles de abajo», solicita Candelaria Ávila en alusión a los trabajos que en su momento se efectuaron en vías como María Victoria.
El abandono del barrio lo resume Fernando Marrero, otro vecino de San Antonio y marido de Candelaria, al relatar su propia experiencia con los responsables municipales. «Hace cinco años que está el gobierno tripartito y hace cinco años estuve en el despacho del concejal de Urbanismo, Javier Doreste. Fui con un compañero, que está de testigo, le expuse toda la problemática del barrio y me pidió el número de teléfono y quedó en llamarme. Pues hace cinco años que estoy esperando la llamada, y por aquí no ha venido nunca ni él ni el alcalde», señala.
A su juicio, a los responsables municipales «los barrios pequeños no les importan» y prefieren ir «a donde hay votos y hay gente joven». El ejemplo, indica, son los años que llevan aguardando que se arreglen estas tres vías. «Tres calles se inauguraron en 2007, las inauguró Pepa Luzardo con Pino Esther Rivero»; después, «cuando entró Jerónimo Saavedra hizo dos calles, María Egipciaca y Casandra, y desde esa fecha «esto se ha quedado pendiente» por diferentes causas. «Una vez porque no había dinero; otra, porque había un millón y se lo llevaron para otro sitio», afirma.
Su mujer interviene para recordar que «Inmaculada Medina me dijo que enero, a más tardar, estaría terminado». Pero la espera continúa. «Mira que se han hecho escritos y han venido, pero nada, nadie hace caso», se lamenta. «Van por los barrios dicen que hacen las cosas bien pero no terminan los trabajos», dice sobre la respuesta del Consistorio a las necesidades de San Antonio.
Así las cosas, a Carmen Díaz ni se le ocurre caminar sin compañía por la calle Demetria, en la que vive, porque las condiciones que tiene representan un riesgo para ella, que necesita de la ayuda de una muleta para desplazarse. «Me he caído y por eso no salgo sola», expone.
Salvador Martel ha vivido siempre en San Antonio, primero en la calle María Victoria donde nació y ahora en Demetria, una de las excluidas del adoquinado. «Se arregló una parte del barrio y de la otra se olvidaron», certifica.
«Todos son todos unos mentirosos», asegura Fernando Marrero, que está convencido de que «si hubiera un concejal del barrio seguro que haría algo».
Carmen Ávila apunta que San Antonio es «uno de los barrios más antiguos y lo tienen marginado». «No se preocupan de las personas mayores ni de los niños», agrega.
En su opinión, es preciso «darle una vueltita al barrio» pues considera que «es una pena» las condiciones en las que está «un barrio tan céntrico».
«Por donde quieras que mires nada está bien», denuncia Rosi Jiménez, otra vecina afectada por el estado de unas calles en las que las aceras, donde existen, están tan deterioradas que «te despistas un poco y te vas de boca».
El transporte público es otro problema para el barrio, exponen sus vecinos. Dicen que el servicio que presta la línea 32 de Guaguas Municipales ( Guiniguada-Auditorio) es insuficiente. «Te trae pero no te lleva», señala Matilde del Pino. «Solo te sube, pero no baja», añade Carmen Ávila.
Así que para desplazarse del barrio a zonas de la ciudad, como Mesa y López, «hay que ir hasta Pancho Guerra o bajar las escaleras al Paseo de San Antonio», apunta Candelaria Ávila. «Y las escaleras no están tampoco muy bien», puntualiza Rosi Jiménez.
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