Cepillos de dientes... ¿sabes lo que te estás metiendo a la boca y sus consecuencias?

Durante 25 ó 30 años se creyó que el virus de la hepatitis C nunca sería un problema. Convivía en el organismo de los infectados sin que les diera la más mínima lata. Hasta que se la dio y comenzó a dañarles el hígado. ¿Podría ocurrir algo parecido con todos estos 'bichos' que ahora se sabe que habitan las escobillas dentales y los cabezales de ducha? Tranquilidad. Muy seguramente, no pasará nada.

«Cada día descubrimos nuevos virus y bacterias, porque disponemos de equipos de tecnología más sofisticados», razona el odontólogo y científico Eduardo Anitua, Premio Nacional de Innovación en Medicina. «Que no supiéramos de ellos no significa que antes no estuvieran ahí», tranquiliza el experto.

La microbióloga Erica Hartmann, principal autora del estudio, que se publica en 'Frontiers in Microbiomes', razona del mismo modo. «No se preocupen por toda esa fauna invisible. Los microbios están por todas partes y la gran mayoría de ellos no nos enferman». El mensaje de tranquilidad no significa que no deban tomarse medidas preventivas contra ellos.

Entre otros motivos, porque ducharse o asearse la boca con material que no reúne condiciones, aparte de una guarrada, resulta del todo antihigiénico. El aseo de la cavidad bucal debe seguir, según detalla el especialista vitoriano, tres pasos. Tras un enjuague bucal y primer cepillado con agua, lo ideal es utilizar un cepillo interproximal o seda dental para eliminar los restos de comida que hayan podido quedar pegados en la dentadura.

Esta simple medida evitará que todos esos residuos se conviertan primero en sarro y después en caries o enfermedad periodontal. La halitosis, el mal aliento, también suele estar relacionada con una inadecuada limpieza. Hechas ambas tareas, es el momento de cepillar los dientes con pasta dental, uno por uno, de arriba a abajo, intentando eliminar todo posible resto de comida.

«No recomendaría el uso de cepillos antimicrobianos, que los hay en el mercado», añade la microbióloga estadounidense. La utilización de este tipo de material sí puede ser contraproducente. Se corre el riesgo de hacer más fuertes a todos esos bichos hasta ahora desconocidos y favorecer la aparición de gérmenes resistentes a los antibióticos, que es uno de los grandes desafíos de la medicina actual.

Hay un par de medidas más que pueden tomarse para evitar que los bichos de su ducha y de su cepillo de dientes se vuelvan contra usted. Limpie la primera con vinagre para evitar que los depósitos de cal se conviertan en un nido confortable de microbios y mantenga su cepillo en las mejores condiciones posibles. ¿Cómo? Introduciéndolo cada vez que se usa en una pastilla efervescente de esas que se utilizan para el saneo y mantenimiento de prótesis dentales; y cambiando de cepillo cada tres meses. Pasado ese tiempo, recuerda Anitua, hay que renovarlo porque ni siquiera cumple ya con su labor de cepillado.

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Lo sorprendente de todo esto es que el trabajo del grupo de Hartmann se planificó con otros fines muy distintos a los descritos. Los microbiólogos estadounidenses estaban estudiando unos organismos llamados bacteriófagos –o 'fagos', en argot científico– que son un tipo de virus que infecta y se replica en el interior de las bacterias. El conocimiento de este tipo de bichos se cree que puede abrir muchas puertas en la medicina. Y en ese camino, se encontraron con un nuevo mundo.