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Hoy se cumplen quince años desde que la joven Sara Morales salió de su casa familiar en el barrio de Escaleritas, en Las Palmas de Gran Canaria, rumbo al Centro Comercial La Ballena donde había quedado con un amigo. Sobre las 16.15 horas de aquella tarde de domingo de hace década y media fue la última vez que se vio a la joven. Desde entonces, todo han sido incógnitas que siguen sin responder.
Aquel 30 de julio de 2006 la adolescente Sara Morales, con 14 años en aquel momento, salió de su casa familiar en la calle Ingeniero Ramírez Doreste, del barrio de Escaleritas, en Las Palmas de Gran Canaria, rumbo al Centro Comercial La Ballena donde había quedado con un amigo. Apenas un kilómetro y medio separaba su casa del lugar donde la esperaban, unos 20 minutos de un paseo, que la joven nunca llegó a culminar. Salió de casa con una camiseta amarilla de tirantes y una falda vaquera corta, unas bambas plateadas y sus inseparables gafas.
Su amigo la llamaba al móvil, pero ella no contestaba. El siguió insistiendo en llamarla hasta que saltó el buzón de voz. A las cinco y media, llamaba a casa de Sara para contarles lo que pasaba. En ese momento daba comienzo una auténtica pesadilla para la familia de la joven. Ya nada volvió a ser igual en la humilde casa familiar de la calle Ingeniero Ramírez Doreste.
Nunca había desaparecido ni se había escapado de casa antes y, si se retrasaba, llamaba para avisar y para no alarmar a sus padres. Solo llevaba las llaves de su casa, el móvil y algo de dinero. Ni siquiera llevaba su documentación encima. Indicios que solo acrecentaron la preocupación entre sus familiares, amigos y conocidos.
Esa misma noche y tras interponer la correspondiente denuncia ante el Cuerpo Nacional de Policía daba comienzo una de las investigaciones policiales más mediáticas y complejas desarrolladas en Gran Canaria.
Una desaparición y una investigación que marcaron a la sociedad grancanaria de la época y que la sumió en la conmoción. Durante semanas y meses se investigaron todas las pistas posibles, todos los indicios y cualquier información que pudiese desvelar qué pasó con la joven. Pero ninguna de ellas dio resultado. El cartel con el rostro de la joven hace años que no empapela la capital grancanaria como lo hizo al principio.
Con el paso de los años, y cuando se cumplen décadas de su desaparición, el eco mediático se ha apagado, mientras la investigación sigue estancada y la familia rota de dolor. Un dolor acrecentado por años de preguntas sobre lo que pasó aquella tarde del 30 de julio de 2006. Hoy ese dolor será incluso algo mayor al comprobar como pasa un año más sin saber dónde está Sara Morales.
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