El 17 de marzo de 2021, Miguel Gallego Pousada compareció ante la Policía Nacional a las 10.00 de la mañana para declarar sobre la presunta desaparición de su esposa, María Dolores Illán Méndez. Seis días antes, el guardia civil retirado había denunciado su desaparición, pero en esta ocasión presentó lo que intentó hacer pasar por una prueba clave a modo de coartada: una carta supuestamente escrita por su mujer en la que pedía que la olvidaran. «No me vuelvas a buscar. No quiero saber nada de nadie, ni hijas», decía el mensaje, que cuatro años después se demostró que era falso ya que lo había escrito él mismo de su puño y letra para encubrir un crimen atroz. María Dolores Illán fue presuntamente asesinada por su marido en un crimen machista. Tras su muerte, el asesino descuartizó su cuerpo y dispersó sus restos durante dos días en varios puntos de Playa del Inglés, como adelantó en exclusiva CANARIAS7.
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Desde el primer momento, Miguel Gallego Pousada intentó confundir a los agentes de la Policía Nacional encargados de la investigación. Aprovechando su experiencia como exagente de la Benemérita, construyó un relato con el que pretendía hacer creer a su entorno y a los investigadores que su esposa había desaparecido voluntariamente. Para ello, utilizó como pruebas una misiva falsificada y varios informes médicos que acreditaban que María Dolores Illán Méndez, conocida como Mari Loli por sus allegados, estaba bajo tratamiento psiquiátrico desde hacía años.
Incluso, aseguró a los agentes que su esposa tenía un carácter agresivo y que en una ocasión había tenido que denunciarla por un presunto delito de lesiones en el ámbito doméstico.
Las maniobras de Miguel Gallego comenzaron el 11 de marzo de 2021. A las 13.34 horas, acudió a la comisaría de la Policía Nacional de Maspalomas para denunciar que no sabía nada de Mari Loli desde el 18 de abril de 2020. Según declaró, ese día habían discutido y su esposa lo agredió, por lo que decidió marcharse de la vivienda que compartían en la calle Helsinki de Playa del Inglés con la intención de denunciarla, aunque finalmente se arrepintió.
Añadió que, cuando regresó al domicilio, su esposa ya no estaba, aunque tres días después volvió a la casa para recoger algunas pertenencias sin que él la viera y luego desapareció definitivamente. «Se llevó prendas de ropa dejando el armario abierto y observé que faltaban pertenencias suyas, por lo que deduje que había sido ella», relató en su declaración.
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Para reforzar su versión y ocultar el crimen, afirmó que el 25 de abril encontró en su casa la supuesta nota manuscrita -que él mismo había falsificado- junto a unos anillos. «Uno en el suelo, otro en la mesa del comedor, así como su móvil en la misma mesa», manifestó ante los agentes el 17 de marzo.
El exagente de Tráfico insistió en que su esposa sufría episodios de depresión desde 2013, cuando ambos vivían en Mataró (Barcelona), y que desde entonces estaba bajo tratamiento farmacológico. Incluso, mencionó que había sido ingresada en un centro psiquiátrico durante una semana.
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Para desviar aún más la atención de los investigadores, aportó datos que reforzaban la idea de que Mari Loli solía desaparecer sin dejar rastro. Presentó documentación sobre una denuncia que él mismo había interpuesto contra ella el 27 de junio de 2018 por presuntas agresiones. «Padecía episodios con actitud agresiva, agrediéndome con puñetazos en la cara», declaró.
Además, afirmó que su carácter supuestamente violento le había causado problemas con una trabajadora de la farmacia de la avenida de Gáldar y con una dependienta del supermercado Lidl, cerca del cual, paradójicamente, meses después esparciría los restos de su cadáver tras descuartizarla en el salón de su casa.
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También declaró que su esposa desaparecía con frecuencia durante cortos periodos de dos días sin decirle dónde iba y que en otras ocasiones se refugiaba en casa de su madre durante unas dos semanas.
Por último, al ser preguntado por las retiradas de efectivo reflejadas en los extractos bancarios que presentó con su denuncia, explicó que antes del inicio de la pandemia su esposa le había manifestado su intención de sacar dinero en efectivo de las cuentas. Según su versión, ella llevaba grandes sumas de dinero a casa y él realizaba «nuevamente ingresos de ese mismo dinero».
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Esa primera declaración le permitió eludir la Justicia durante casi cinco años, hasta que el pasado 11 de febrero fue detenido tras confesar que había troceado el cadáver de su esposa en pedazos de hasta cinco centímetros. A pesar de la confesión, siguió sosteniendo que no la mató, sino que ella murió tras caer de espaldas y desnucarse durante la supuesta discusión del 18 de abril de 2020, que él no denunció hasta casi un año después.
En el marco de la investigación iniciada en marzo de 2021, la Policía Nacional tomó declaración a todas las personas del entorno de la pareja que pudieran aportar información sobre el paradero de María Dolores Illán Méndez. Todo ello en un contexto de supuesta desaparición voluntaria, ideado deliberadamente por Miguel Gallego Pousada para encubrir el crimen.
El responsable del mantenimiento del complejo donde vivían en Playa del Ingles manifestó que en los últimos dos años había percibido cambios significativos en el comportamiento del matrimonio. Según su testimonio, Illán se mostraba «bastante nerviosa, gritando y discutiendo continuamente con su marido», e incluso narró que en varias ocasiones el propio Gallego Pousada se disculpó con él «por los gritos e insultos que le profería». En una ocasión, dijo recordar que lo vio con marcas en la cara y en el brazo y, según relató, el acusado le confesó que su esposa lo había agredido y que tenía la intención de denunciarla, aunque finalmente «se arrepintió» porque «le daba pena».
Por su parte, también declararon varios camareros de los restaurantes que el matrimonio frecuentaba en el sur de la isla.
Uno de ellos, que trabajaba en el restaurante Guarapo Tropical, expuso que la última vez que vio a la pareja en el local había sido a finales de febrero de 2020, antes del confinamiento por la pandemia de Covid-19 y que luego, solo se encontró al investigado pero con otra mujer «que era sudamericana», en referencia a su actual pareja.
Añadió que los volvió a ver ese mes de diciembre de 2020 varias veces cenando en actitud íntima y cariñosa, algo que le «llamó la atención porque sabía que este hombre tenía pareja».
Otro trabajador de mismo local aportó un dato de interés. Dijo que varias veces antes del confinamiento, María Dolores acudió sola al local y «en varias ocasiones llorando». Según su testimonio, la mujer le confesó que «se tenía que separar, que no podía seguir así» y que un día le dijo que «no lo aguantaba más», se quitó las gafas de sol y le mostró un ojo amoratado, asegurando que su marido le había pegado.
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