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Un encierro que hizo historia

Un encierro que hizo historia

CC OO rinde homenaje al grupo de mujeres de presos que se metieron en 1968 en la catedral de Las Palmas de Gran Canaria tras los sucesos de Sardina, un gesto pionero en la lucha antifranquista.

Sábado, 30 de marzo 2019, 05:00

Rosa María Morales no pudo acompañar a su marido a la asamblea de solidaridad con los obreros de Satra (Sociedad Anónima de Trabajos Asfálticos) que llevaban varios meses sin cobrar. Acababa de dar a luz a su hijo. En aquella reunión, convocada por el PCE en Sardina del Norte, la Guardia Civil cargó contra el centenar de personas que se había reunido. Un mando sacó su pistola y disparó hiriendo a varios. Ese día, el 15 de septiembre de 1968, Rosa María Morales se convirtió en una «mujer de preso».

Para reivindicar el papel de las mujeres en la lucha antifranquista y los derechos laborales, CC OO homenajeó este jueves a las mujeres que se encerraron en la catedral de Las Palmas de Gran Canaria en 1968, un hecho «pionero» en España como mecanismo de enfrentamiento al franquismo y que rápidamente se extendió por todo el país.

Rosa fue una de la docena de esposas, madres, hermanas y compañeras que participó en el encierro. Dejó a su hijo con su madre y se puso en huelga de hambre en solidaridad con su marido y su hermano, ambos detenidos, y que también hacían ayuno. «Queríamos reivindicar justicia. Pedíamos un juicio civil y abogados civiles», recuerda.

Mela Campos tenía a su marido, el artista Tony Gallardo, también detenido. En ese momento estaba embarazada, pero participó en el encierro entrando y saliendo. Entraron un miércoles y se quedaron allí hasta el sábado con el apoyo del obispo Infantes Florido. «La policía secreta entró en la catedral para echarnos y el obispo se dirigió a uno y le dijo: ‘Mire caballero, haga el favor de salir’, y se fueron», relata Rosa.

El primer día de encierro tuvieron problemas con el «secretario» del obispo, cuenta Mela. «Queríamos reunirnos con el obispo y no nos dejaba. Al final lo hicimos y nos apoyó», explica. «Quisimos que se implicara, que supiera qué iba a pasar para que la iglesia hiciera algo. Allí [entre los presos] había católicos y no católicos, eran personas en prisión», apunta Rosa. Cuando decidieron acabar con el encierro, el obispo les dio su teléfono y les buscó un taxi a cada una para que llegaran a casa a salvo. No eran conscientes de que habían hecho historia.

Eco de este encierro fue el protagonizado por otro grupo de mujeres en 1976. Canarias vivía una situación económica muy dura. Mucha gente perdió su trabajo, en especial tras la suspensión de pagos del grupo Betancor, con intereses en el plátano, el tomate y la construcción. Inma Suárez y Pino Rodríguez participaron en la movilización. No existía el subsidio de desempleo y las condiciones en el campo eran terribles, relatan. Primero se encerraron en la iglesia de San Agustín, pero los desalojaron. Después en la catedral tras la carga policial a una concentración en Santa Ana. En esta ocasión, Infantes Florido también las apoyó y «a las 12 de la noche sonaron las campanas», relata Pino, y el movimiento de «los parados», como denominó la prensa, logró su objetivo. «Fue una batalla muy importante. Pese a lo que se piense de que los canarios no nos movemos. Se consiguió y se generalizó en todo el país», añade Inma.

Despedida en el muelle

Rosa Morales y Mela Campos también recuerdan los momentos en que se llevaron a sus familiares a la península. «Los entraron al muelle en dos furgones», cuentan. Ellas habían llegado antes y se escondieron. Cuando llegaron los furgones salieron gritando. «Tony, Tony», dice una emocionada Mela. «Los esposaron a las literas», narra Rosa. Las mujeres de presos pudieron salir adelante gracias a la solidaridad entre ellas y de las organizaciones antifranquistas. Incluso Amnistía Internacional les envió paquetes. «Todavía tengo la manta», recuerda Rosa. También gente anónima les donaba, a escondidas, algo de dinero.

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