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«Lo más difícil, acompañar a pacientes que se han marchado sin un adiós a los suyos»

«Lo más difícil, acompañar a pacientes que se han marchado sin un adiós a los suyos»

Domingo González, médico especialista en Medicina Intensiva en el complejo Hospitalario Materno Insular, cuenta en primera persona su experiencia en la lucha contra el coronavirus.

Canarias7 / Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 30 de abril 2020, 09:07

Da vértigo pensar que solo hace poco más de mes y medio desde que aquel 8 de marzo, llegase la primera paciente afectada de COVID19 a nuestra unidad.

Unos 50 días desde que nos topamos cara a cara con nuestra nueva realidad. Con lo que después sería una oleada, una avalancha que nos han obligado a reinventarnos cada día.

Se han combinado el miedo a infectarte, a infectar a los tuyos, a tu familia o al tendero con el que irremediablemente te cruzas. Hemos entrado en un mundo donde todos somos sospechosos, candidatos a ser el nuevo caso que ocupará una de esas camas que atendemos.

Soy médico de la Unidad de Medicina Intensiva del hospital insular y a mí me tocó la responsabilidad de atender a esa primera paciente.

Tras más de 30 años de experiencia profesional a mi espalda como intensivista en la UMI me ha tocado, junto con todos mis compañeros, aprender, ponerme a estudiar hasta altas horas de la madrugada tras una jornada agotadora, intentando entender cada recoveco de esta nueva enfermedad. No dando nada por sentado. Porque cada jornada que pasaba la realidad era otra y volvíamos a aprender de lo aprendido.

Hemos tenido que tomar decisiones muy difíciles día a día. Hemos acompañado a pacientes que se han marchado sin poder decir un último adiós a los suyos, sin más compañía que nuestras manos enguantadas y la mirada buscando la suya tras una pantalla de plástico. He de decir que sin duda ésta ha sido la parte más dura de estos días, más allá del miedo, el desconocimiento y los turnos extenuantes.

He trabajado con unos EPI que no sabía si eran los adecuados y he descubierto días más tarde, con mucho pesar, que no lo eran y que tanto yo como mis compañeros hemos estado incorrectamente protegidos.

Cada día entro a mi unidad con el temor a contagiarme, convenciéndome a mí mismo de que mi primer deber es ayudar al paciente y salvar su vida, aunque eso implique poner en riesgo la mía propia. Apoyado por los ánimos de los compañeros que salen de guardia de 24 horas tras un día agotador.

Y me sumerjo en el vaivén de emociones que hay en cada pasillo. Me uno a la marea de batas y mascarillas y, juntos, luchamos codo con codo contra el gran monstruo que nos acecha.

Un equipo bien engranado, positivo. Un equipo humano maravilloso que recuerda que ante todo somos personas, que libran guerra de igual manera contra la soledad y el miedo del paciente que contra el mal que lo aqueja, un equipo que intenta, con las deficiencias que nos toca vivir en estos días poner su granito de arena dejándose la piel en el intento.

Pero también hemos tenido momentos muy alentadores y que nos compensan todo el sacrifico. Hemos visto a un paciente recuperarse, salir de esta pesadilla, hablar con su familia por videollamada, bien porque tenían prohibido llegar hasta el hospital o porque estaban en otro país.

Hemos visto a una madre coger en los brazos al bebe prematuro después de que el maldito virus casi truncase la vida de los dos.

Y hemos aplaudido cuando han salido de la UVI de alta a la planta, descargando el estrés con cada palmada a la vez que nos emocionábamos con ellos.

En esos momentos también hemos llorado, esta vez con alegría.

No sé si profesionalmente volveré a vivir la misma situación o parecida, pero diré que esta ha sido de las más enriquecedoras de mi vida.

Y aquí seguiremos, mientras podamos, mientras aguantemos o mientras la COVID quiera.

Domingo González Romero es médico especialista en Medicina Intensiva y Doctor por la Universidad de Las Palmas.

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