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Momento de la marcha hacia la Consejería de Sanidad, en la capital grancanaria. Cober

La lucha de los usuarios de Gull Lasègue: «Nos están quitando lo único que nos mantiene en pie»

Cerca de cien personas protestan en la calle para exigir al Gobierno canario que cumpla su compromiso financiero con la única asociación que trata la anorexia y la bulimia en la provincia de Las Palmas

Carmen Delia Aranda

Las Palmas de Gran Canaria

Martes, 30 de abril 2024, 15:32

Alrededor de cien personas se manifestaron este martes en la capital grancanaria a las puertas de las sedes de la Consejería de Sanidad y de la Presidencia del Gobierno de Canarias para exigir que no se recorte en 50.000 euros la subvención que recibe la asociación Gull Lasègue, el único recurso que ofrece tratamiento específico a las personas con bulimia y anorexia en la provincia de Las Palmas.

Esta rebaja sobre la cantidad comprometida obligaría a dejar sin tratamiento a 60 de las 200 personas que atiende actualmente la organización no gubernamental y a recortar la plantilla que brinda atención psicológica, orientación nutricional, el asesoramiento de trabajadores sociales y un centro de día con un comedor terapéutico, señala la directora del Gull Lasègue, Julia Castellano.

Esta circunstancia preocupa y mucho a quienes reciben atención en el centro. «Nos están quitando lo único que nos mantiene en pie, el único lugar donde nos dan las herramientas que necesitamos para poder seguir adelante, a mí y a muchas otras personas en mi situación, por desgracia», asegura Lucía, un nombre ficticio tras el que se oculta una joven de 22 años que continúa luchando contra unos trastornos de conducta alimentaria que aparecieron gradualmente y que desembocaron en una sobredosis de pastillas por la que estuvo ingresada en el hospital.

«Ya no quería seguir con mi vida», confiesa. Fue en ese momento, hace dos años, cuando dio con Gull Laségue y empezó a ver la luz. «Lo he pasado fatal. Y lo único que me ha ayudado es el centro», asegura Lucía, que describe su experiencia en Gull Lasègue como una aventura increíble.

«Si no hubiera sido por este centro probablemente, y es muy triste decirlo, mi vida habría acabado hace mucho tiempo». Esta certeza, dice, es la que no parece comprender el Gobierno del Canarias al reducir la ayuda para tratar a estas personas, la mayoría chicas jóvenes.

Su experiencia con la sanidad pública fue nefasta. «La primera vez que fui, pasaron de mí absolutamente. La segunda vez, básicamente le dijeron a mi madre que yo estaba intentando llamar la atención. Tuve una recaída. Volví a pedir ayuda por la seguridad social. Otra vez más de lo mismo: la psicóloga me dijo que dejara de compadecerme de mí misma y que tirase para adelante», comenta indignada.

Luego, fue derivada a psiquiatría y llegaron los fármacos. «A día de hoy, no me puedo quitar la medicación para dormir. Me pude quitar los antidepresivos después de dos años. Me ha costado la vida», comenta la joven que padece un trastorno mixto por atracón, anorexia y bulimia.

«Esta enfermedad es una autolesión. Empecé con autolesiones ya desde muy temprano y comer en exceso también era una autolesión, aunque yo no lo sabía. Me sentía como un trapo que podía encoger y estirar, encoger y estirar...», relata sobre la forma en que se autosaboteaba para manifestar su dolor emocional.

«Las restricciones y los vómitos son ataques contra ti misma. Hasta ahora, por desgracia, sigo cometiendo los mismos errores y espero poder algún día salir», dice con la esperanza de seguir contando el apoyo y el cariño de la familia en la que se ha convertido el equipo, las usuarias y las familias que componen Gull Lasègue.

Atención específica y seguimiento

Escuchándola María, otro nombre ficticio, se emociona. Ella conoce bien esta lucha. Su hija ha pasado por un camino similar y lo ha superado, dice, gracias a la labor «desinteresada» y «titánica» de la asociación. Por eso, califica de inaudito el recorte aplicado por el Gobierno canario.

«Es una negligencia tremenda hacia estas personas, que son enfermos y enfermas, a los que están condenando a una muerte lenta y agónica, porque la única vía de escape que tienen a su desesperación es lo que causa la mayor mortalidad en jóvenes y que nadie quiere nombrar: el suicidio».

Tras cuatro años de tratamiento con la asociación, su hija «vuelve a brillar» gracias a su esfuerzo, el apoyo de la familia y la labor del colectivo.

«Gull Lasègue fue para nosotros agua bendita», recalca sobre el final de un periplo infructuoso por consultas de psicólogos y unidades de salud mental donde su hija no recibió un tratamiento específico con la periodicidad y el seguimiento que precisaba. «Cada vez que ibas a una consulta, había un especialista diferente y mi hija se tenía que volver a abrir. Para eso está el Tinder, pero no para una enfermedad mental», lamenta.

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