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La leche materna es inigualable: magia líquida imposible de replicar, incluso si se intenta producir en un laboratorio a partir de glándulas mamarias, recalca una autoridad mundial en la materia, el profesor de Salud Pública y de Nutrición de la Universidad de Yale (EE UU), Rafael Pérez-Escamilla (México, 1960), quien abrió ayer el 12 Congreso Nacional de Lactancia Materna de la IHAN que se celebra en ExpoMeloneras hasta el sábado.
«Es fascinante saber que en el mundo no hay leche materna de dos mujeres con la misma composición porque, cuando la madre amamanta a un bebé, los sistemas inmunológicos de ambos se comunican», comenta el experto. La leche materna contiene compuestos bioactivos muy específicos, capaces de destruir bacterias y virus, que responden a las necesidades y al entorno de cada binomio bebé-madre. De hecho, Pérez-Escamilla asegura que la leche materna es el mejor ejemplo de medicina personalizada. Su composición cambia en función del estadio de desarrollo del bebé, e incluso entre el inicio y el final de cada toma, que dura entre 15 y 17 minutos.
Única Crear en laboratorio una leche con la misma calidad de la materna es, por ahora, imposible
Diversa Sus cualidades varían en función del entorno y las necesidades del bebé y la madre
Temores La industria explota el miedo de las madres a que su leche no nutra bien a los bebés
Familias, madres y personal sanitario son conscientes de los beneficios de la lactancia materna en el desarrollo presente y futuro de los bebés. «Eso explica por qué la mayoría de las mujeres escogen amamantar, pero, desgraciadamente, hay un porcentaje muy alto de madres que no pueden hacerlo porque existen barreras que impiden a mujeres de todo el mundo implementar su derecho y beneficiar a sus bebés con la lactancia por el tiempo que deseen», indica el profesor quien ayer presentó las investigaciones centradas en estas barreras de la Serie Lactancia Materna 2023 de 'The Lancet', de la que es coautor.
Según Pérez-Escamilla, las compañías de fórmulas infantiles invierten en márketing entre 1,8 y 3,7 billones de euros al año, «más que todo el presupuesto de la Organización Mundial de la Salud». El objetivo, explica, sobre todo es destruir la confianza de las madres en su capacidad para alimentar correctamente a sus bebés con la lactancia y explotar los miedos de los padres al patologizar comportamientos normales en los bebés, como dormir durante intervalos cortos de tiempo, regurgitar o llorar.
Rafael Pérez-Escamilla
Profesor de la Universidad de Yale
«Lanzan mensajes engañosos a pediatras, enfermeras y padres sugiriendo que sus productos son mejores o tan buenos como la lactancia materna. Esa afirmación es totalmente falsa y no cuenta con apoyo científico», subraya el doctor quien pide que se asesore a las madres en los primeros días de vida del bebé para evitar los alimentos ultraprocesados.
«Si se introducen fórmulas en los primeros días se destruye la lactancia materna. La producción de leche está determinada por la frecuencia al amamantar el bebé. Si se introduce una leche industrial, baja la frecuencia y destruye el proceso. Las industrias saben esto muy bien», comenta el prestigoso investigador.
En su opinión, la confianza de las madres en las propiedades de su leche durante los primeros días de vida del bebé es esencial para comenzar una lactancia que se mantendrá con éxito sin problemas.
Un nutrido grupo de primeras espadas mundiales en la investigación de la nutrición infantil, entre las que estaba Rafael Pérez-Escamilla, trabajaron durante tres años en una serie de estudios sobre la lactancia materna publicada recientemente por 'The Lancet'. Una de sus conclusiones es la necesidad de controlar la publicidad de los sustitutivos industriales de la leche materna.
«Tiene que haber un tratado mundial de regulación del márketing de las fórmulas infantiles que cubra los primeros años de vida. Se están introduciendo leches de segunda, para niños y niñas de más de un año, con azúcar y sabores artificiales. Todas las asociaciones pediátricas advierten de que son innecesarias. Una familia pobre puede invertir en estos productos entre un 30% y un 40% de su salario mensual. Es totalmente innecesario porque, a partir de un año, se puede transicionar a la leche de vaca», dice el experto, docente en la Universidad de Yale hace quince años.
Además, se debería limitar el efecto de la 'cámara de eco', un método con el que la industria influye en los preceptores de la nutrición infantil. «En el centro de esta 'cámara' estamos los científicos y académicos. Se acercan para financiarnos estudios, pagarnos conferencias o invitarnos a cenas en lugares muy caros para intentar convertirnos en sus consultores», afirma Pérez-Escamilla sobre los esfuerzos de las empresas para penetrar en organizaciones médicas y científicas.
Además, la industria patrocina a agencias y gobiernos, sobre todo a los que producen mucha leche en polvo como Irlanda y Nueva Zelanda, relata.
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