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El ayuno intermitente, la limitación de la ingesta de comida durante determinadas horas del día, «tiene más presencia en el ámbito social que en el científico. Las evidencias sobre esta práctica son muy justitas», dice la profesora de Fisiología de la Universidad Pública de Navarra, Idoia Labayen, quien presentará el estudio que está realizando para calibrar su efecto en el 63º Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) que tendrá lugar en la capital grancanaria entre los días 26 y 28 de octubre.
La investigación, denominada Extreme, tiene como objetivo determinar si el ayuno intermitente es una alternativa factible y eficaz para combatir la obesidad. Algo que, pese a la popularidad de esta moda nutricional, no se ha demostrado con ningún estudio concluyente, apunta Labayen.
El ayuno intermitente consiste en alternar periodos en los que se puede comer con otros en los que no se ingieren alimentos. «No se habla de qué se come, sino de cuándo se come. Hay quien alterna varios días sin comer a la semana: como cinco días y ayuno dos. Esto está en desuso porque tiene muchos riesgos. Lo habitual es que se alternen periodos de ayuno y alimentación dentro de las 24 horas del día. Solo se come dentro de una ventana temporal de 8 o 10 horas», afirma Labayen que advierte que, si la franja es inferior a las 8 horas, el ayuno provoca efectos secundarios.
La rápida expansión de esta práctica se debe a que es más fácil de explicar y de llevar a cabo que una dieta en la que hay que contar calorías, pero lo cierto es que no se ha constatado que sea eficaz para adelgazar. «La gente lo hace por su cuenta sin saber el riesgo que tiene para la salud. Hay pocas evidencias y demasiada divulgación», lamenta Labayen quien cree que para que el ayuno intermitente sea una alternativa dietética habrá que esperar a que «tenga un respaldo científico suficiente».
Por lo pronto, se sabe que quienes se someten a estos ayunos diarios pierden algo de peso, sobre todo reducen masa magra. «Por eso, en cuanto dejan de hacer un tratamiento dietético, se recupera el peso con facilidad», señala. También se ha constatado que quienes practican el ayuno «producen cuerpos cetónicos que provocan más saciedad», abunda Labayen, que advierte que el exceso de cetosis acarrea problemas de salud. Otro aspecto apuntado por los insuficientes estudios realizados sobre el ayuno intermitente es que mejora la sensibilidad a la insulina.
Lo cierto es que, de momento, esta práctica no es aconsejable para nadie, menos aún para las personas obesas y diabéticas. «Lo han puesto de moda personas que, curiosamente, no tienen problemas de salud ni sobrepeso», dice.
Hipoglucemia y dolores de cabeza son algunos de los efectos nocivos que puede tener el ayuno. «Son muchas horas sin comer y no todo el mundo responde igual», afirma la experta que desaconseja probar esta estrategia de la que aún se desconoce casi todo.
Por otra parte, los estudios realizados hasta ahora se han desarrollado en Australia o en Estados Unidos, donde no se ha analizado la afección de esta práctica en la vida social y familiar. «La vida social en estos lugares no tiene nada que ver con la de los países del Mediterráneo, donde prolongamos más el día y los encuentros se producen por la tarde o la noche. Habrá que saber si el ayuno intermitente es compatible con una vida social y familiar plena», dice la científica.
Otro aspecto que se debe constatar es si es posible realizar deporte con esta pauta horaria de alimentación. Este es uno de los aspectos que se evaluará en el proyecto Extreme, una investigación dirigida por Labayen y desarrollada por las universidades públicas de Navarra y Granada. «Queremos comprobar si es eficaz para adelgazar, no tanto en relación a la pérdida de peso, sino a la reducción de grasa visceral, al comparar a un grupo de control que sigue el tratamiento habitual para la obesidad y el sobrepeso –con un cambio nutricional y de estilo de vida– con personas que, con siguiendo las mismas recomendaciones, realizan un ayuno intermitente (8 horas de ingesta/16 de restricción) en distintas franjas horarias». El objetivo, dice la bióloga, es saber si es más saludable o no comer en una ventana horaria acorde a la cronobiología que marca el ritmo circadiano. En una segunda fase del estudio, se analizará si el ayuno intermitente es compatible con la actividad deportiva.
A la espera de los resultados de este estudio o de otros igual de fehacientes, Labayen es tajante: «el ayuno no está recomendado para nadie hasta que no estemos seguros de que no tiene efectos nocivos».
Cerca de 1.400 profesionales participarán en el 63º Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) que se desarrollará en el auditorio Alfredo Kraus de la capital grancanaria entre los días 26 y 28 de octubre.
Del total de profesionales inscritos, un millar tomará parte en el encuentro de forma presencial y el resto lo seguirá a distancia, explica el presidente de la SEEN, Javier Escalada.
Entre el miércoles y el viernes, tomarán la palabra los expertos en nutrición y endocrinología en algo más de 120 presentaciones en las que abordarán las cuestiones más candentes en estos ámbitos. «El programa científico es denso. Durante un año, desde que terminó la anterior edición, se han tenido que barajar muchas opciones», asegura Escalada que reconoce que son muchas las personas que componen el comité científico del congreso. «Movemos e implicamos a mucha gente que trabaja por amor al arte», afirma.
El ayuno intermitente será una de las cuestiones más vivas de las que se tratarán en el congreso. «Contaremos con Rafael del Cabo, un cordobés que trabaja en Estados Unidos y es un experto mundial en el asunto. Hablará sobre el efecto del ayuno intermitente en el envejecimiento», explica sobre la ponencia del investigador del National Institute on Aging de Baltimore.
Otro de los puntos de interés que tratará el congreso será el «boom» de los nuevos fármacos contra la diabetes que, además de controlar el azúcar, ofrecen protección cardiovascular y renal. Sin embargo, la prescripción de estos medicamentos está restringida y necesita el visto bueno de un inspector. Además, el hecho de que sean inyectables y que los médicos, por inercia, no los contemplen como una opción los hacen menos accesibles de lo que deberían ser, explica Escalada. «Hay que intentar cambiar el chip y que prescriban estos fármacos. Son más caros, pero ahorran dinero al disminuir hospitalizaciones, infartos y problemas renales», dice el presidente de la SEEN.
La necesidad de intervenir en la desnutrición ligada a la enfermedad –detectada en una de cuatro personas hospitalizadas–, el abordaje multidisciplinar que requiere el tratamiento de la obesidad o la terapia endocrina para evitar la disforia de género en las personas transexuales serán otras de las cuestiones de actualidad que se abordarán en el congreso, precisa Escalada.
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