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Unos 11.000 médicos, 13.000 enfermeros y muchos más auxiliares de enfermería y técnicos de laboratorio se enfrentan a diario en Canarias con la pandemia. Les mueve su vocación; su profesionalidad avala un servicio de calidad y su sobreesfuerzo está garantizado, pero también sufren una sensación de angustia motivada por diferentes factores: la escasez de material, el elevado número de compañeros contagiados, la propia incertidumbre que rodea al Covid-19... El temor y la ansiedad no les abandonan en ningún momento. Es el coste personal y emocional que todos tienen que pagar.
«Son muchas cosas juntas», explica Manuel Fuentes, médico de Urgencias del hospital Nuestra Señora de Los Reyes de El Hierro, «sensación de embotamiento, cansancio, tristeza, desesperanza, falta de concentración, ansiedad, insomnio y, en mi caso, disminución de apetito».
«Todo es complicado», detalla Tony Bello, enfermero de la UCI del hospital Insular, «te enfrentas a unas circunstancias que nunca has vivido, todo es nuevo y trabajamos con miedo, tensión y con la presión de estar en una situación que no tiene precedentes» cercanos.
Lo desconocido es siempre fuente de angustia. Es una respuesta evolutiva al peligro. Los sanitarios están alerta pero les resulta complejo manejar la incertidumbre, y más cuando es de una manera prolongada en el tiempo. Como detalla la enfermera Laura de Pablos Almazán, «en la facultad nos preparan para muchos casos pero nadie te forma para afrontar una pandemia global, ni te enseñan a soportar una situación tan exigente, física y mentalmente».
Los escenarios también cambian y esto contribuye a acentuar el sentimiento de fragilidad. Los sanitarios tienen que pasar largas horas con los equipos de protección individual. «Es complicado ponérselos, además da mucho calor si lo llevas tiempo y se pasa mal», detalla la presidenta del Sindicato Profesional de Médicos de Las Palmas, Carmen Nuez.
Y eso sin contar con los cambios que están sufriendo las instrucciones. «Hemos pasado por diez actualizaciones del protocolo, lo que es un estrés añadido», reconoce Luis Vega, enfermero de Urgencias del hospital Insular, que en estos momentos está en ambulancias.
Hay sanitarios que incluso están llevando «al extremo» las directrices dadas sobre el vestuario, «como ponernos dobles guantes para sentirnos más seguros».
«Hay veces que la gente se hiperviste pese a la falta de material», lamenta Fuentes, «en ocasiones ves cierta actitud de evitación y una hiperrespuesta en ese sentido». Cree que «el miedo al contagio a veces crea conflicto entre los trabajadores, hay mucha tensión y mucho nerviosismo».
Laura de Pablos expone que «cada vez que tengo que llevar a un paciente que ha dado positivo en coronavirus o que es sospechoso de tenerlo, siento miedo de contagiarme y de que yo lo propague a mis compañeros y familiares». Esa tensión es la que provoca que «cuando llego a casa, tengo ganas de llorar».
Y eso que el golpe del Covid-19 en Canarias no ha sido tan salvaje como en otras zonas. Con lo datos de Sanidad, en las islas hay cuatro infectados por cada 10.000 habitantes, mientras que en Madrid esta cifra se dispara hasta los 29.
«Nosotros no estamos ni de lejos como Madrid», expone Luis Vega, «no tenemos escasez de camas y se puede trabajar en condiciones adecuadas». Dice que «lo único que nos ha generado un aumento del miedo es que no ha habido material adecuado, aunque están empezando a llegar mejores mascarillas y mejores equipos». «Antes ibas por la calle y veías a los policías con mejores mascarillas que las nuestras, y eso generaba una sensación de vulnerabilidad», añadió.
La carencia de equipos de protección ha sido una preocupación constante, sobre todo por la posibilidad de contagiarse y extender el virus. Por eso, muchos sanitarios no están yendo a casa a dormir. Los que tienen una segunda residencia se han mudado a ella. Y otros han decidido alquilar viviendas vacacionales para pasar el confinamiento. «Esto demuestra un grado de concienciación mayor», señala Carmen Nuez, «pero también impone una soledad enorme».
Para los que siguen volviendo a casa, el Covid-19 ha impuesto también cambios radicales. Ahora muchos profesionales deciden ducharse en el hospital y los que no, extreman las medidas profilácticas. «Antes de entrar en casa aplicamos una higiene en profundidad de las manos», expone Bello, «y los zapatos que traigo del trabajo, los dejo en una caja que tenemos a la entrada».
Además, el alto grado de contagios entre el personal sanitario canario -el doble que a nivel nacional- siembra desánimo. «Esto también genera ansiedad», asegura el presidente del Sindicato de Enfermería (Satse), Leopoldo Cejas.
Sin embargo, todos coinciden en que la calidad de la respuesta asistencial no se ve mermada. «El trabajo, al final, lo haces igual», expone Antonio Becerra, cirujano del hospital Doctor José Molina Orosa de Lanzarote.
«Que la gente esté tranquila porque hay un equipo de trabajadores preparados y entregados», completa Vega, «hay buenos profesionales en todos los niveles, desde la señora de la limpieza hasta el médico».
Como problema añadido tienen el hecho de que ni siquiera en casa les resulta sencillo oxigenarse. El halo del coronavirus les persigue. «Es muy difícil desconectar», expone Manuel Fuentes, «es un bombardeo constante y a esto se suma que nos enfrentamos a una información que es tremendamente cambiante, lo que se dice hoy, ya no vale mañana».
«Hay una sobreexposición a la información relativa al coronavirus», añade Luis Vega, «para mí, esto es un foco de estrés». Y a eso se añaden las redes sociales. «Hay gente que te ve como un referente sanitario y te hace preguntas a través del móvil, cuando lo que necesitas es llegar a casa y desconectar».
También aseguran que la crisis sanitaria ha puesto de manifiesto las carencias de la sanidad pública. «Los partidos políticos nos han maltratado, no somos héroes, sino profesionales», explica Carmen Nuez, «·los héroes llevan capa y nosotros no tenemos ni equipos de protección, no se nos ha considerado como profesionales».
Y apunta que la situación de Madrid es el ejemplo del «hachazo a la sanidad pública».
Las muestras de reconocimiento de la gente las agradecen pero sanitarios como Luis Vega apunta la necesidad de que los ciudadanos defiendan la sanidad y la educación públicas como bases de nuestra sociedad, una vez que pase la emergencia sanitaria.
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