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Entre 2016 y lo que va de año el proyecto Geoviolenciasexual del observatorio contra las violencias machistas Feminicidio.net que dirige Graciela Atencio ha documentado 89 agresiones sexuales en grupo en España. Cuatro de ellas en Canarias, dos en la provincia tinerfeña y otras dos en Las Palmas. Solo el último año se produjeron 58 agresiones sexuales múltiples, 43 más que en 2016 y 44 más que en 2017. El Ministerio del Interior no disgrega los datos sobre delitos contra la libertad sexual por el número de agresores, aunque acaba de editar un estudio de varias universidades públicas, Agresores sexuales con víctima desconocida. Implicaciones para la investigación criminal, en el que se pone de manifiesto que de 342 casos analizados entre 2009 y 2013, el 20% (69) fueron agresiones en grupo.
Las hipótesis que se pueden barajar para comprender este aumento varias expertas apuntan a una conjunción de causas que la cultura machista refuerza.
La socióloga e investigadora de la Universidad de La Laguna Esther Torrado señala que en las páginas web de pornografía una de las palabras «más buscadas» es «violación». Incluso, apunta Atencio, hay un género pornográfico específico, el gangbang (relaciones sexuales de varios hombres con una sola mujer). «Esto está siendo el modelo de excitación sexual para muchos jóvenes», advierte Torrado, que aprenden «una idea de masculinidad errónea. Se disfruta en grupo con el dominio de una persona sola y vulnerable».
El fácil acceso a las nuevas tecnologías por parte de los más jóvenes ha hecho que la edad de los consumidores de pornografía baje hasta los 11 años, añade Graciela Atencio. «Si la primera experiencia sexual de un joven es ver una escena porno y es pornografía violenta ¿cómo afecta eso a su educación sexual? Es una bomba de relojería para las próximas generaciones», añade. De hecho, las violaciones en grupo «son muy violentas. No solo se produce una agresión sexual, sino que se humilla a las mujeres, son vejadas. El componente no es solo el machismo, también es misoginia», afirma Atencio.
Además, apunta Torrado, en muchos de los casos denunciados los agresores filman la situación. «Las están grabando porque no solo disfrutan con la dominación, el abuso sexual y la agresión es el placer de los dominantes y lo graban para reproducirlo e incluso compartirlo». Es lo que Graciela Atencio llama «pornificación» de la agresión sexual en grupo. Según los datos de Geoviolenciasexual, en una de cada 10 agresiones sexuales múltiples conocidas en 2018 «consta al menos una fotografía o grabación a la víctima». Lo hacen para «compartirlo en sus grupos o en las redes sociales».
«El hecho de que lo graben es porque en realidad quieren fardar, contarle a los demás lo que han hecho», añade la profesora María Rosaura González, coordinadora del grupo de investigación Análisis y prevención de la violencia de la ULL, y revela «hostilidad» hacia las mujeres.
A la cultura de la violación que promueve la pornografía se une la falta de educación afectivo-sexual, asegura Torrado. En España «hemos sufrido una década de recortes en materia de prevención y en materia de educación afectivo-sexual. Ha habido un «abandono» educativo «de al menos una generación de hombres y mujeres», lamenta.
El estudio de Geoviolenciasexual pone de manifiesto que hay «patrones en común en la manera en la que agreden los hombres en grupo. Además de la «pornificación» en el 10% de los casos, «los agresores son jóvenes, agreden en situaciones de ocio y, en la mayoría de los casos no tienen relación con la víctima», afirma Atencio.
Por otro lado, Torrado señala que cuando las leyes «no se aplican de forma ejemplar», el agresor «tiende a relajarse y creerse con cierta impunidad». El hecho de que los miembros de la Manada, condenados a nueve años, permanezcan en libertad a espera de que se resuelvan los recursos y no entren en prisión da esa impresión, explica la socióloga. «Están en la calle, se han hecho famosos y tus colegas te apoyan», otros potenciales agresores pueden pensar «que no es tan malo», señala González.
Para la psicóloga social es también destacable el hecho de que dentro de los grupos se fomente la cultura de la agresión. «Se sabe desde hace tiempo por investigaciones sobre las fraternidades universitarias. El problema es que hay que ser aceptado y eso significa implicarse en lo que haga el grupo». De hecho, añade González, «se retroalimentan entre ellos». Por eso la experta cree que en las violaciones en grupo previamente «han jugueteado con el tema, han explorado a ver cómo reaccionan los demás. Esto no se hace sin haber hablado de esto previamente, o haciendo chistes, tonteando. Esto es una progresión».
Para Atencio el tratamiento de los medios de comunicación es importante. «No hay que evocar el imaginario pornográfico cuando informan de estos temas», afirma, pero muchas veces «vemos que la cobertura no está enfocada a sensibilizar o prevenir sino como suceso policíaco con morbo y sensacionalismo fuera del marco de la violencia machista».
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