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El volcán palmero sigue inmerso en una actividad posteruptiva que se aprecia en los puntos incandescentes del cono principal y en la emisión de gases, tanto en el cráter como en zonas costeras.
Así, pasados seis meses y 28 días del fin de la erupción, algunas fracturas del cráter alcanzan temperaturas próximas a los mil grados centígrados. Además, continúan las emanaciones de dióxido de azufre que colorean de amarillo elconovolcánico.
Este lento proceso de desgasificación se aprecia también en los núcleos costeros de Puerto Naos y La Bombilla, donde se siguen registrando emisiones difusas anómalas de dióxido de carbono (CO2) en concentraciones incompatibles con la vida que impiden el retorno de los vecinos.
«Tenemos que seguir midiendo y vigilando para ver si existiera una tendencia a la baja de estas emisiones. De momento, no hay una estimación de cuánto puede durar este proceso», explica el volcanólogo del Instituto Geográfico Nacional, Stavros Meletlidis, acerca de la vigilancia de los gases en estos barrios, aún desalojados, que realizan conjuntamente Involcan, el Gobierno canario y el IGN. «Por ahora no hemos registrado cambios sustanciales para decir que las emisiones están bajando», lamenta.
El enfriamiento del magma en profundidad es el causante de estos fenómenos, dice Meletlidis.
En el caso de las emanaciones de dióxido de azufre en el cráter se producen porque, «una vez el magma llega a una profundidad somera, de unos pocos kilómetros, ese dióxido empieza a escapar» y este proceso continuará mientras haya parte del cuerpo magmático enfriándose en profundidad.
«Las burbujas de gas que desprenden se acumulan, salen del cuerpo y siguen su camino hacia la superficie», indica el científico que aclara que las concentraciones actuales de SO2 distan mucho de las registradas en la erupción, cuando el volcán emitía miles de toneladas a la atmósfera al día.
En la boca del volcán, las emanaciones se hacen visibles en forma de cristales de azufre porque es allí donde hay un pasillo abierto por el que el magma se enfría, apunta el científico del IGN.
Estas emisiones son normales y durarán mucho tiempo. «En el Teide tenemos una emisión fumarólica con baja emisión de este tipo de gases y tiene que ver con lo que hay en profundidad», indica. Y es que estos procesos son largos.
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«El sistema no se equilibra de golpe ni puede pasar de 1.200 a 80 grados en tres meses», sostiene Meletlidis. De hecho, es probable que se siga viendo magma incandescente en las fracturas del cráter durante «un año o más».
«En todos los volcanes, cerca de la canalización central por donde se ha emitido el material, concentrado en el área de los conos y del cráter, hay magma que se enfría muy lentamente», añade.
El experto confía en que esas incandescencias desaparezcan en unos meses, pero afirma que si se hiciera un sondeo a un kilómetro de profundidad se seguirían viendo. «A más profundidad, más temperatura», señala el científico que hace unos días, en una de estas grietas del cono, llegó a medir 973 grados centígrados.
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