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«No es lo mismo decir que 'mi abuelo me tocaba ahí abajo' que decir ' el hijo de puta de mi abuelo me metía los dedos en el coño'», y ese «amplio abanico» de formas de contar la violencia machista y, en especial, la violencia sexual es el que recoge 'No publiques mi nombre'. Así lo explicaba este lunes la periodista y activista Cristina Fallarás, que presenta en la capital grancanaria este volumen compuesto de testimonios de cientos de mujeres. «Necesitamos un relato antes de la denuncia. Una memoria colectiva de lo que consideramos violencia sexual», asegura Fallarás, quien añadió que molesta «que las mujeres nos contemos».
De ahí surgió la idea de 'No publiques mi nombre'. «En 2018 'Cuéntalo' -otra iniciativa de la periodista- tuvo varios millones de respuestas en 16 países distintos. Ese enorme movimiento seguía la estela del #Metoo. Yo sentía que algo no se estaba narrado y estuve dos años mínimo dándole vueltas. Faltaba el ahora. Me di cuenta de que aquella mujer que había sufrido maltrato de su exmarido lo contaba, pero la que lo estaba sufriendo ahora no porque si el marido le parte las costillas cuando llegara a casa le partiría la cabeza. No había testimonios contra los jefes porque se quedarían sin trabajo…» Por eso, continuó la activista en un acto ante los medios de comunicación en el Café D'Espacio, se dio cuenta de que las mujeres necesitaban «un relato antes de la denuncia. Una memoria colectiva de lo que consideramos violencia sexual», abundó.
Hasta el caso de la Manada «una violación era una penetración vaginal y como mucho anal. Pero apareció la ley del 'solo sí es sí' que puso el consentimiento en el centro y cayó el caso Rubiales. Sin la confluencia de 'solo sí es sí' y Rubiales no viviríamos lo que estamos viviendo ahora, la eclosión de esos testimonios», afirmó. Las mujeres se dieron cuenta, dijo Fallarás. «Que me toquen una teta en el metro, que mi marido me obligue a una felación… Yo invité a las mujeres a narrar sus agresiones. Primero para localizar lo que se ha vivido. Y segundo para compartir con otras mujeres que han vivido lo mismo que tú».
Fallarás explicó que cuando comenzó a recoger los testimonios en agosto de 2023 «las mujeres se narraban muy mal. Pero hemos aprendido unas de otras cómo relatarnos» lo cual, añadió,«en un juicio o testifical es fundamental». Y criticó la demonización de las redes sociales porque son «gratis y no hay que pedir permiso», lo cual ha permitido a las mujeres «narrarse». «En las redes sociales las mujeres han encontrado su espacio», añadió. «Un espacio que no habían encontrado en los medios tradicionales».
Los testimonios que recoge el libro están volcados «tal cual», y decidió volcarlos en este formato para que quedar constancia, recordando que en marzo de 2024 le cerraron la cuenta en la que recoge testimonios en Instagram.
'No publiques mi nombre' contiene entre 700 y 800 testimonios de mujeres que narran más de 1.500 agresiones y no está «ordenado» porque eso hubiese supuesto «suavizarlo», señala.
Fallarás insistió en que «no son denuncias, son testimonios para crear una memoria colectiva». En este sentido, siguió, «no hay ánimo punitivo, sino un relato colectivo de lo que nos ha pasado . Contar lo que hemos sufrido. Es un libro para que lo lean los hombres». Y destacó de nuevo la importancia de que las mujeres se narren a sí mismas «desde nuestra propia voz».
Zinnia Quirós, activista feminista y miembro de Acción Comadres, abundó en que la sociedad patriarcal había «robado el relato» de las mujeres y que estas tienen que hacerlo suyo. Y recordó que ella misma había «borrado» de su cabeza que en sus tres cesáreas le había «atado las manos», denunciando la violencia obstétrica. El libro, dijo, pone de manifiesto que «no les molesta que nos violenten sino que lo contemos».
Sobre la presión a las mujeres para que pongan denuncias la magistrada y exdelegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Vicky Rosell recordó que según los «datos oficiales» solo el 8% de las víctimas de violencia sexual pone una denuncia. El resto no los hace «por vergüenza, por miedo a no ser creída y el 36% porque es menor de edad».
Sobre el caso Errejón Fallarás reconoció que, aunque es la «primera vez que sale públicamente de forma tan abrumadora» un caso, no es el primero de un hombre conocido. E insistió en que este caso también ejemplifica como el «castigo social» vuelve a caer en la víctima. «Hay un prejuicio. Hasta hace 50 años el testimonio de una mujer valía como en de un impúber. No hemos puesto en duda los testimonios de hombres sobre los abusos de la Iglesia» o al menos no tanto, explicó Rosell. Pero si «el 92% de las mujeres no denuncia» es que el sistema judicial falla. La víctima de la Manada, recordó la magistrada, tras ganar en el Supremo dijo que «fue peor el proceso que el portal». Disuade, insistió, «no ser creída», y eso debe cambiar.
En cuanto al futuro del proyecto Fallarás dijo que quiere llegar a los pueblos y zonas rurales, donde es más difícil aún que las mujeres encuentren un espacio seguro donde contar sus relatos, y piensa en hacer un documental.
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