En una noche de Nueva York, bajo la brillante luz de los focos, el vestido blanco más famoso del cine, con su escote halter profundo ... y su falda plisada, se elevó al viento sobre las rejillas del metro de la ciudad. Detrás de ese vestido estaba Norma Jeane Mortenson, conocida por todos como Marilyn Monroe.
Nacida en Los Ángeles. Desde pequeña, su vida fue una serie de desafíos. Sin embargo, tenía un sueño. La rubia no rubia, cuyo nombre se convirtió en sinónimo de glamour y sensualidad, alcanzó el estrellato como una de las grandes de Hollywood. «Dale a una mujer los zapatos adecuados y conquistará el mundo», declaró Monroe en alguna ocasión. Y así lo hizo. Mujer de alas rotas que llegó a la cima del gigante del cine desafiando las normas de la época. Una época que no estaba preparada para acoger la determinación impávida por alcanzar la liberación de la mujer. Cansada de un cine socarrón y paternalista al que la intentaron encorsetar como «rubia tonta», Marilyn tomó el control de su carrera y fundó su propia compañía productora en 1955. A pesar de los numerosos intentos y amenazas por acabar con su carrera, su encantadora mezcla de ingenio y coquetería la hizo irresistible al público.
Sin embargo, detrás de la brillante sonrisa y la fama, Marilyn luchó con sus demonios personales. El 4 de agosto de 1962, a la edad de 36 años, su luz se apagó trágicamente. La madrugada del 5 de agosto se daba el aviso. ¿Su muerte? Una incógnita que conmocionó al mundo, ¿su vida? la de una mujer adelantada a su tiempo, llena de astucia y valentía, intensa pero demasiado corta; aunque ella siempre supo que no viviría mucho tiempo, tendría 98 años.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.