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Rosa Rodríguez y Santa Cruz de Tenerife
Domingo, 26 de enero 2020, 02:42
Alejandro tiene 11 años y «solo hace tres días» que en su clase han empezado ha hablar de sexualidad, el tiempo suficiente como para darse cuenta de casi todo lo que sabía eran «ideas erróneas», reconoce él mismo. Alejandro y el resto de compañeros de sexto curso del colegio de Las Mercedes, en Tenerife, inician ahora las actividades del proyecto de educación afectivo-sexual del centro y lo hacen respondiendo a la pregunta «¿qué sé de sexo y qué quiero saber?».
Los niños y niñas que ahora tienen 11 años trabajan desde que entraron en el colegio la igualdad, el respeto y la tolerancia, y «la sexualidad es una parte más de ese proyecto educativo global que vértebra al centro donde, desde la perspectiva de la igualdad, se aborda el cuidado personal, el de los demás y el del entorno», explica Óscar Rivero, profesor de sexto y vicedirector de centro.
Es de los pocos colegios en Canarias que tienen la educación afectivo-sexual integrada en su proyecto educativo. Mi, tu, nuestra sexualidad es parte de la asignatura de Naturales y arranca con lo que los niños saben para luego ir resolviendo interrogantes durante el curso. Trabajan en grupo y las familias son «fundamentales» en el proceso de aprendizaje, dice Rivero, que se siente «más que legitimado» por ellas para hablar de sexualidad a sus alumnos.
Considera «gravísimo» el discurso de la ultraderecha sobre la necesidad de un veto parental «Es absurdo y es absolutamente falso que los padres y madres no sepan qué se está enseñando sus hijos: nuestras familias se sienten partícipes y asumen nuestro discurso», asegura. Y añade: «Nadie se asusta por hablar de sexo». Y no hay mejor ejemplo que, cuando en el aula tratan la parte de la reproducción, «son ellas las que cuentan a sus hijos cómo nacieron, o si el embarazo fue bueno». También participan en el llamado diario de clase, que escriben los niños e incorporan reflexiones de sus las familias.
Lo que sí tiene claro Rivero es que en el aula se trabaja «la parte científica y ética de la sexualidad, porque la parte moral les toca a las familias».
Cuando hablan de sexualidad también lo hacen de identidad sexual y de género y hay un tema que no se obvia: el de los abusos sexuales, que los niños «sepan distinguir afectividades y aprendan a decir no».
Lucía, que también tiene 11 años, ya contestó a la pregunta del principio sobre qué sabe del sexo: «Es algo sentimental entre un chico y una chica... y no sé nada más; ahora lo estoy aprendiendo en clase», dice con absoluta sinceridad.
Edu Gestido, fundador de Transboys, lleva tiempo impartiendo talleres sobre identidad sexual en centros escolares de Tenerife, pero tiene «clarísimo» que la educación afectivo-sexual no se puede restringir a acciones puntuales, sino que tiene que ser integral y transversal a todo el currículo. «Los talleres deben ser un apoyo, un complemento, al trabajo previo en el aula». Esa misma opinión tiene el vicedirector del CEIP Las Mercedes, Óscar Rivero, que en sus clases incorpora algún taller específico, pero como eso, «como un apoyo». En sus talleres, Edu Gestido no habla de «sexualidad, ni de práctica sexuales», eso «corresponde a los docentes», dice. Él habla de «identidad y diversidad de una manera muy didáctica y participativa». Y empieza mostrando a los niños y niñas lo diverso que es el mundo animal. Les explica cómo, por ejemplo, los pájaros tienen en común que vuelan, aunque los hay que no lo hacen y por eso no dejan de ser pájaros. Avanza ejemplificando que el ser másdiverso que hay es el humano: hay personas altas, bajas, en sillas de ruedas, rubias... y les habla de cuerpos con pene y cuerpos con vulva y les pone fotos de caras de personas trans y cisgénero para mostrarles que la gente es diversa, pero igual. Y, por último les explica que tener pene o vulva es ser diverso, pero que también lo es cómo se siente cada uno y eso, les dice, «está en el cerebro no en los genitales». El taller se denomina Mil maneras de se niños y niñas, mil maneras de ser feliz y Edu lo concluye contando su historia, la de una niña que se sentía niño y que hoy es un hombre. «Se quedan alucinados», dice.
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