Pitos, tambores, proclamas y pancartas frente a la Consejería de Educación para lanzar un mensaje claro: «Yo soy la voz de mi hijo, lucho por sus derechos». Familiares de alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE) se concentraron desde las 10.00 horas de este jueves en el número 2 de la calle Granadera Canaria, en la capital grancanaria, para reclamar más recursos para sus hijos e hijas en las aulas. Las movilizaciones se sucedieron en el resto del archipiélago, salvo en La Palma.
«No son privilegios, son nuestros derechos», «no es caridad, es igualdad», «Poli, escucha, la NEAE está en lucha» son algunas de las consignas que repitieron alrededor de un centenar de manifestantes, altavoz en mano, en las puertas de la Consejería. Algunos chóferes de Guaguas Municipales se unieron a la protesta haciendo rugir sus cláxones.
El mogollón de familiares reclamó, esencialmente, más recursos para la educación de sus hijos e hijas, tanto en aulas ordinarias como en enclave y en centros específicos, dirigidos exclusivamente a la educación de personas con discapacidad. La movilización fue impulsada por los propios padres y madres de este estudiantado, con el apoyo de las federaciones de AMPA y del sindicato de trabajadores de la enseñanza en Canarias, Stec.
Carolina Buriticá, organizadora de la concentración y madre afectada, se mostró especialmente crítica con las derivaciones a las aulas enclave —habilitadas en centros ordinarios para dar respuesta al alumnado NEAE—, efectuadas por algunos centros. Puso de relieve que en estos espacios se imparten, solo, tres asignaturas, entre ellas autonomía, lo que frena el desarrollo académico de estos niños y niñas. También, que muchas familias se ven «coaccionadas» para aceptar este traspaso, «pese a su inconformidad».
Diferentes momentos de la concentración.
Cober
En la misma línea se manifestó Luis Bonales, vicepresidente en un AMPA de un colegio de educación infantil y padre de un niño con trastorno del espectro autista (TEA) de 10 años, quien expuso el caso particular de un escolar de 9, que nació con problemas de sordera. «El sistema que tenemos hizo que terminara en un aula enclave, informando erróneamene a la madre de lo que eso suponía. Se da la circunstancia de que, con unos simples audífonos, este niño corrige su problema y solo tiene un 10% de pérdida auditiva. Ahora estamos luchando para que vuelva a un aula ordinaria», ejemplificó.
A su juicio, el problema radica en que «la Consejería no tiene personal para tratar la documentación necesaria y en que no hay voluntad. Las aulas enclave se están utilizando para almacenar a los niños que tienen dificultades».
Su hijo, «gracias a dios», está en un aula ordinaria, aunque ha tenido que cambiar cinco veces de colegio para 'encajar' en el sistema. Bonales incidió en que «el 99,9% de los maestros canarios carece de la formación adecuada», por lo que, escolares como su pequeño, que no comprenden la ironía, los dobles sentidos o que necesitan más tiempo para procesar las indicaciones, son vistos como «rebeldes o maleducados».
Para ambos, las aulas enclave favorecen la segregación y discriminación del estudiantado con discapacidad, viéndose perjudicado tanto su desarrollo académico como social.
En la otra cara de la moneda se sitúa Magdalena González, miembro de la comisión NEAE de la Federación de Ampas de Gran Canaria, FAPA Galdós, y madre de una niña de 8 años con TEA, TDH, trastorno de déficit de atención con hiperactividad y discapacidad intelectual asociada.
Consideró que, en su caso, la maestra y los procedimientos del centro donde se forma su niña marcan la diferencia. «Mi hija es no hablante, no puede comunicarse verbalmente, pero puede hacerlo con otros medios. La docente le ha creado su agenda visual y sus pictos, con los que puede trabajar», reparó.
En su colegio, el alumnado NEAE comparte ciertos espacios con el resto de estudiantes, algo que valoró muy positivamente. Tanto es así que reconoció haberse emocionado al ver que una niña sin dificultades acariciaba el pelo de su hija y la saludaba. Ante esto, enfatizó que cada caso NEAE es un mundo y no todos tienen por qué dar el salto al aula enclave: «Lo suyo sería mirar qué necesita ese niño y adaptarle el currículo».
Carolina Buricitá, organizadora de la movilización en Gran Canaria.
Cober
Janeth Duro, mamá de un niño de 13 años con escapismo y problemas de conducta, también está «contenta» con el centro donde educan a su hijo. Se trata de un colegio especial privado concertado, donde sí profundizan en los conocimientos académicos: «Mi hijo da naturales, sociales, matemáticas, lengua... Los centros públicos deberían coger recorte».
Estas familias coinciden en que sienten que no tienen ni voz ni voto en la educación de sus hijas e hijos. Es el caso de África Curbelo, madre de un niño de 10 años que nació con 24 semanas, por lo que se le considera prematuro extremo, con hiperactividad, retraso madurativo, problemas de conducta y autismo.
Fue recientemente derivado a un aula enclave en Las Palmas de Gran Canaria, cuando vive en Telde. Y es que la selección del centro corre a cargo de Educación. Tras terminar el comedor, el pequeño se ve obligado a volver a casa, no puede quedarse una hora más, «como el resto de niños», socializando y ocupando el tiempo con otras actividades. En su lugar, pasa una hora y media dentro de una guagua para regresar a su hogar. A Curbelo solo le hacen falta tres palabras para resumirlo: «Eso es discriminación».
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