Foto de archivo de José Saturnino Martínez durante un acto de la Agencia Canaria de Evaluación Educativa.
«El catastrofismo no se refleja al analizar los datos de PISA, no es el peor año de Canarias»
Entrevista ·
José Saturnino Martínez, director de la Agencia Canaria de Calidad Universitaria y Evaluación Educativa, cree que los resultados del informe internacional generan «mucho ruido» en el sistema
Teresa Artiles
Las Palmas de Gran Canaria
Sábado, 17 de febrero 2024, 22:42
José Saturnino Martínez, director de la Agencia Canaria de Calidad Universitaria y Evaluación Educativa y uno de los mayores expertos en el análisis del informe PISA, sostiene que hay mucha simpleza e incluso «papanatismo» a la hora de interpretar los resultados de la evaluación internacional al alumnado de 15 años y proponer soluciones para la mejora del sistema educativo. Ver estos datos como una competición entre países «no tiene ningún sentido», asegura durante una entrevista telefónica.
– El rendimiento del alumnado canario en matemáticas y comprensión lectora bajó en el último informe PISA. ¿Tan mal estamos?
– Todo depende de cuándo pongamos el punto de comparación, porque es verdad que con el coronavirus ha habido un descenso generalizado, no solo en Canarias y en España, sino a nivel internacional, pero en el sistema español la caída ha sido menor y en el sistema canario ha sido todavía menor. Podemos decir que tanto Canarias como el conjunto de España hemos sido más resilientes. Hay titulares alarmistas, diciendo que nunca había estado tan mal, pero en ciencias ciencias hay estabilidad, y en competencia lectora el peor momento de España fue en 2006.
O sea, ese catastrofismo no se refleja cuando uno analiza los datos. Pero es que en el caso de Canarias hay algo que es muy distinto al resto España y resto de países, y es que entre 2009 y 2015 hay una mejora sustancial. Ha habido años que hemos estado mejor, pero no es el peor año.
– Hay indicadores educativos como el abandono escolar temprano que mejoran a un ritmo mayor que los resultados de PISA.
– Sí, efectivamente, es algo en lo que no se incide. Desde hace poco más de veinte años, el alumnado con bajo nivel de competencias en España es similar al de países como Alemania o Francia, y sin embargo, el abandono educativo era de más del doble. De ello se podía inferir que nuestro sistema estaba siendo educativamente de los más exigentes de la Unión Europea. Afortunadamente, eso se ha ido corrigiendo, y ahora tanto en competencias como en abandono estamos en posiciones más próximas a la UE.
–PISA vincula el rendimiento del alumnado con su entorno socioeconómico.
– Sí, pero eso no quiere decir que sea determinante, ni que en todos los países influya igual. España es un país donde influye un poco menos en comparación con otros países europeos o. Uno no puede pensar en el tema educativo sin tener en cuenta las características de la familia, pero tampoco puede achacar a la familia la responsabilidad del sistema educativo. Pero si quiero entender lo que pasa, tendré que entender que si la familia no está familiarizada con la vida escolar, a ese chico le va a costar más transitar por el sistema educativo.
–¿Si en Canarias se bajara el alto porcentaje de hogares pobres se mejoraría en PISA?
– Es complejo, porque no tienen los mismos ritmos. PISA es una prueba que se hace a los 15 años, cuando se lleva 9 años escolarizado. Cuando uno mira la pobreza en España y en Canarias, hay mucha rotación, es decir, una familia puede se pobre, un año, pero no el resto del tiempo. Entonces el indicador de pobreza tiende mucho a la coyuntura, cuando decimos que el 30% de la población canaria es pobre ahora, no son los mismos canarios de hace seis meses. En España lo que se vio con la crisis de 2008 es que empobreció a las familias y no dañó a los indicadores educativos. ¿Por qué? Porque las familias recortaron gastos en muchos aspectos pero no en la educación, entendieron que era lo mejor que podían hacer para garantizar el futuro de sus hijos. Y también porque el sistema educativo tiene mucha inercia: se redujo el salario al profesorado, pero no por eso atendieron peor sus responsabilidades.
En 2008 se dijo que iba a aumentar el fracaso escolar, y lo que pasó fue que bajó el abandono y los resultados de PISA se mantuvieron más o menos constantes. Pero sí es cierto que a los que viven permanentemente en situaciones de precariedad sí afecta mucho, podría ser un 10%. Más importante que la tasa de pobreza, pues los pobres van rotando, son las condiciones de vida de los que están peor, más vulnerables.
–Cuando salió el último informe de PISA hubo comunidades como Cataluña que achacaron ese descenso del rendimiento con el aumento del alumnado migrante.
– Para decir eso hay que tener los datos. Y cuando salieron los datos se vio que efectivamente llega alumnado de otras regiones del mundo que tienen peores resultados educativos que los catalanes y eso tira a la baja, pero ni mucho menos explica todo lo que ha bajado. Y es muy importante señalar que la situación en Canarias es muy diferente con respecto a la inmigración, porque un tercio viene de países europeos y ese alumnado incluso tiene mejores resultados que los canarios. Entonces el factor migratorio en sí mismo no es una característica relevante desde el punto de vista educativo.
Lo relevante es cuál es la tradición educativa de tu familia. Si tú vienes de Finlandia, en el sistema educativo canario lo harás bien. Y si vienes de Bolivia, no tanto, porque las familias han tenido más dificultades educativas y en Finlandia desde hace un siglo que no hay analfabetos. Eso se nota, no solo en la gente que se queda en el país, sino también en los que emigran. En Canarias nuestros alumnos inmigrantes no se diferencian de los canarios. Somos de los sitios más igualitarios en relación entre población nativa y extranjera por esa diversidad de los extranjeros.
–¿Hay que centrar los recursos en los centros donde hay alumnado con más dificultades?
–En general sí. De hecho, en Canarias intentamos hacer eso y creo que hay conciencia de que esa es la línea a seguir. Tenemos indicadores de aquellos centros que tienen más complejidad y más dificultades y se les intenta apoyar un poco más. Lo que pasa es que no es fácil, porque la política educativa no es solo la voluntad de un consejero. Hay derechos laborales, hay normativas, hay presupuestos. Hay reglas de juego que hacen los sistemas previsibles, que garantizan derechos y tienen la contrapartida de que son menos flexibles. En ese margen de flexibilidad se intenta apoyar un poco más a esos centros, que no son el único lugar de actuación y eso supone que hay que trabajar con mucha coordinación con los servicios sociales de ayuntamientos, por ejemplo.
–Hay quien opina que no se está seleccionando al mejor profesorado, ni en las facultades ni por las oposiciones.
–Muchas veces hay una parte del debate que no me gusta, estamos como pollos sin cabeza diciendo que hay que cambiarlo todo. Yo diría que antes de volverse loco cambiándolo todo vamos a ver los sitios que están funcionando y aprender de ellos. Hay todo un papanatismo de cambiarlo todo, y de mirar a otros países. Cuando se dice que nuestros problemas son que cambian mucho las leyes educativas y cómo se selecciona el profesorado la gente que sostiene este tipo de argumentos me convencería si en toda España los resultados fuesen malos. Pero es que hay la misma diversidad de resultados entre comunidades autónomas que entre países.
Nosotros tenemos zonas como Canarias que estarían lo más abajo de la Unión Europea y otras, como Castilla y León, que estarían entre los mejores. Con los mismos cambios de leyes, los mismos funcionarios, los mismos programas de estudio, los mismos procesos selectivos del profesorado, hay diferencias tan grandes como entre países. O sea, a lo mejor no van a ser esas reglas de juego el problema, o son esas reglas en interacción con otros factores y si no entendemos esa interacción, cambiar eso no nos va a servir de nada. Necesitamos más reposo y más investigación, la cultura y la educación tienen una inercia en el tiempo muy grande y no se cambian con tanta facilidad como a la gente le gustaría, pero hay que hacer todo lo posible por cambiarlo.
–¿Hay demasiada obsesión con PISA a la hora de medir el rendimiento del alumnado?
- Sí, y creo que está generando demasiado ruido en el sistema, a veces parece el apocalipsis. Es mentira que el futuro de los países dependa de las pruebas PISA, o que el problema sean los cambios de leyes. O ahora que Cataluña y País Vasco han empeorado que el problema es el bilingüismo, que estaba hace 20 años.
- Entonces volvemos a la importancia de la mejora de la situación socioeconómica...
–Hasta eso está fallando. El nivel de estudios de la madre, que siempre ha sido la variable que más peso tenía para explicar los resultados educativos, resulta que ya no marca tantas diferencias ahora como hace 20 años. Y no sabemos por qué. A lo mejor es porque las madres universitarias de hoy viven mucho peor, con peores salarios y horarios de trabajo y ya no pueden supervisar tanto. Pero es una hipótesis y solo hay que casarse con los datos.
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