El artículo referido señala los tipping points que definen los cambios climáticos concretos que se espera que ocurran cuando se sobrepasen los 1,5ºC. Los tipping points señalan el dintel crítico, por encima del cual, un minúsculo cambio puede alterar gravemente el estado de todo un sistema. La expresión se ha traducido al español como 'puntos de inflexión' aunque sería más exacto traducirla como 'puntos de no retorno'. Algo así como el aforismo popular de la gota que colma el vaso, con la connotación de que no hay vuelta atrás, de que ese cambio se autoperpetúa.
Entre los puntos de no retorno, los científicos señalan como más próximos el deshielo de Groenlandia y del casquete polar ártico. Parece que son lugares remotos, que no nos afectan, pero no es así.
Canarias ha gozado de uno de los mejores climas del mundo, pero se encuentra en un entorno geográfico delicado. Los cambios climáticos que puedan afectar a los vientos alisios y al aumento del nivel del mar, también pueden poner fin a la idea de islas afortunadas.
Nuestros vientos alisios son el resultado de la interacción entre dos corrientes marítimas: la corriente fría y profunda de la península de Labrador que, procedente del océano Ártico y Groenlandia, recorre la costa este canadiense y de Estados Unidos y la corriente cálida y superficial del golfo de México que cruza el atlántico para subir por las costas europeas hasta Noruega. Estas dos corrientes, que se abrazan una a la otra a modo de como lo hace el dibujo taoísta del yin-yang, tienen mucho que ver con el clima de Canarias. En el centro de este abrazo se sitúa el anticiclón de la Azores, que ejerce como el eje que hace girar las corrientes marinas y los vientos en el sentido de las agujas del reloj, barriendo Canarias y el Sahara occidental, de norte a sur, con los vientos alisios frescos y húmedos. Vientos que, al sur de Cabo Verde giran para atravesar el Océano Atlántico hasta el continente americano. Este cambio de rumbo de los vientos alisios es conocido como el giro o vuelco de la circulación del Atlántico meridional, el AMOC en sus siglas en inglés.
Groenlandia tiene una superficie en la que caben cuatro penínsulas ibéricas. Más del 80% de su superficie está cubierta por una masa de hielo que alcanza hasta dos kilómetros de profundidad. Existen evidencias científicas acerca del deshielo acelerado de esta enorme reserva de frío. Por otra parte, la fragmentación del hielo del océano Ártico está fuera de duda, Además, se está fundiendo la tierra congelada, el permafrost de las costas árticas. Toda esta gran masa de hielo que conocemos como crioesfera, se está derritiendo y disminuyendo su capacidad en la regulación térmica del planeta. El yin se está debilitando a marchas forzadas y los alisios también.
El fracaso de este sistema está reconocido como un punto de no retorno si se supera una temperatura planetaria entre 1,5 y 2ºC. Este fracaso no es una especulación, dos publicaciones científicas, publicadas en Nature en 2018, evidencian como la corriente de la península de Labrador se ha debilitado progresivamente en los últimos 150 años y como, igualmente, se está debilitando el AMOC. Otra publicación más reciente, una investigación de la NASA, publicada en 2020 en la revista Geophysical Research Letters, con seguimientos satelitales durante años y modelos científicos que permiten retrotraerse hasta 17.000 años, muestra como el AMOC se va debilitando progresivamente y cubriendo un radio cada vez menor, alejándose de la línea ecuatorial. Es más, otra publicación en Nature, julio 2023, ya no habla de que se debilite el AMOC, sino que prevé su colapso a mitad de siglo.
Todos los investigadores están de acuerdo que el retroceso de la crioesfera y sus repercusiones, entre ellas el debilitamiento de los vientos alisios y del AMOC, es el resultado de una continua emisión de gases de efecto invernadero. Gases que, en los últimos 200 años, a partir de la revolución industrial, hemos vertido los humanos a la atmósfera con la quema de combustibles fósiles.
En condiciones normales, y por medio de los vientos alisios, el polvo sahariano, la calima, forma parte de un ecosistema que conecta África con el mar Caribe y la región amazónica. Así, al sur de Canarias, los alisios barren el polvo superficial del Sahara occidental y, por efecto del AMOC, cambia su rumbo entre Cabo Verde y la línea ecuatorial para seguir su ruta hacia el continente americano.
Aunque agrava a nuestros enfermos respiratorios y crea un ambiente desagradable, no todo es malo en la calima. Este ecosistema, que continuamente arrastra toneladas de polvo inorgánico, tiene tres efectos beneficiosos: fertiliza los bosques amazónicos y del Caribe, aporta hierro y fósforo a la superficie marina indispensable para que el fitoplancton pueda fijar el nitrógeno y sirve de sombrilla a las ya calientes aguas oceánicas. En este último aspecto, el polvo sahariano en suspensión refleja la radiación calórica solar y se comporta como antítesis de los gases de efecto invernadero, evitando la formación de ciclones.
El agotamiento del anticiclón de las Azores, los vientos alisios y el AMOC puede llegar a invertir la trayectoria del polvo sahariano en dirección norte, afectando a Canarias, la costa atlántica de la península Ibérica e incluso el sur de Europa. Recientemente se han vivido episodios de este tipo, desconocidos hasta entonces con tal intensidad. El 14 de marzo de 2022 el polvo sahariano cubrió densamente las nieves de los Pirineos y el sur de Francia. Es posible que el incremento de calimas en Canarias se deba a periodos de retirada de los vientos alisios hacia el interior del océano Atlántico dejando al archipiélago más expuesto al clima centro sahariano.
Por otra parte, en las últimas décadas, la temperatura del mar está en constante aumento lo que, junto al deshielo, incrementa su volumen. Se estima que, de seguir el calentamiento de la superficie marina al ritmo actual, en cincuenta años el nivel del mar subirá dos metros. Pequeños países insulares como Vanuatu o las islas Maldivas podrán desaparecer en cincuenta años y un estudio de la ULPGC ha señalado que más de un centenar playas canarias, también.
Así que, el debilitamiento de los alisios y la subida del nivel del mar pueden llevar a Canarias a un clima tórrido, con calimas muy frecuentes e intensas y con menos o peores playas. Una situación que amenaza nuestro bienestar y nuestra primera industria, el sector turístico.
Es tal la interdependencia de los ecosistemas planetarios que los canarios debemos estar ciertamente preocupados por lo que pase a Groenlandia o al permafrost de las costas siberianas.
Aunque los pronósticos son preocupantes, aún queda margen para la mitigación y para cierto optimismo. El cambio climático lo ha inducido el hombre y lo puede parar el hombre. Ya ocurrió, hace décadas, cuando aparecieron en la atmósfera antártica grandes agujeros en la capa de ozono, los generamos los humanos, pero también los corregimos los humanos.
Todo esto son datos científicos, no ideológicos, aunque tienen enfrente a la poderosa industria del negacionismo. Esta industria ya se ha retirado de su primera trinchera, negar la evidencia. Actualmente transita en segundas líneas de combate, la minusvaloración del cambio climático, el retardismo en las acciones a tomar y la generación de falsos señuelos tecnológicos que, como con una varita mágica, en breve nos permitieran controlarlo. De cualquier forma, la industria del negacionismo sigue bien engrasada por grandes grupos industriales que sólo velan por sus cuentas de resultados. Mientras, intentan engañarnos con su greewashing, el ecolavado o, mejor, el ecocinismo.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.