Jamás se imaginó tener que salir en televisión casi a diario ni que su carrera de Físicale llevara a calzarse las botas y a recorrer el campo.El volcán de La Palma ha sido el mayor reto profesional de la geofísica María José Blanco, directora de la delegación del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias.
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- El 11 de septiembre comenzó el enjambre sísmico en La Palma y a los ocho días se inició la erupción. ¿Alguien podía imaginar que fuera todo tan rápido?
- No. De hecho, el único antecedente que teníamos era la erupción submarina del volcán Tagoro, en El Hierro. Y desde que comenzó la actividad sísmica anómala hasta que comenzó la erupción pasaron varios meses; empezó en julio y la erupción fue en octubre. Esta era la única referencia que teníamos y por eso pensamos que el proceso sería más largo.
- ¿Cómo vivió los primeros momentos de la erupción?
- Con mucho nerviosismo. Cuando la erupción comenzó y vimos la posición en la que estaba el centro eruptivo comprendimos la afección que podría tener en la población y la responsabilidad que se asumía asesorando en la gestión de la emergencia en una erupción urbana.
- ¿Cuál fue el momento de mayor tensión?
- Yo creo que el momento de mayor tensión a nivel del comité científico fue un día, el 24 de septiembre, en el que se pensaba que podría ocurrir el colapso de un sector del cono volcánico. Algo que, finalmente, no se produjo. Ese colapso iba a afectar a la zona que finalmente quedó afectada por las coladas. Pero un colapso tiene una peligrosidad muy alta y, por lo tanto, complicaba mucho el manejo de la emergencia. Eso nos obligó a hablar de este colapso en términos de probabilidad en el comité científico.
- ¿Fue complicado montar el puesto de vigilancia en Tajuya tan rápidamente? ¿Ya lo tenían instalado antes del inicio de la erupción?
- No. Lo que teníamos eran las redes instrumentales operativas en La Palma, pero necesitábamos un centro operativo en la isla donde se está produciendo la erupción. Antes de que comenzara la erupción teníamos pensando montarlo en el Centro de Interpretación de Caños de Fuego, pero, cuando vimos dónde estaba el centro eruptivo, pensamos que el mejor sitio era Tajuya. Fue complicado montarlo. No tienes una infraestructura para dar soporte a toda la operativa; las comunicaciones, los ordenadores... No es sencillo. Teníamos la experiencia previa del Tagoro y esta nos valió para agilizar lo máximo posible este centro operativo.
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- ¿Cuántos efectivos del IGN participaron en la vigilancia volcánica durante la erupción?
- Había implicadas 50 personas del IGN en total. Trabajaban por turnos. En el operativo desplazado a La Palma no solo participó el personal del área de volcanología del IGN, también recibimos refuerzos de personas involucradas en la Red Sísmica Nacional o en el Observatorio de Geodesia para apoyar las unidades volcanológicas.
Blanco en el centro operativo del IGN en La Palma, instalado en el centro parroquial de Tajuya.
gerardo ojeda-cober
- ¿Ha cambiado algo el IGN tras la erupción? ¿Hubo un antes y un después del volcán?
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- Desde luego, creo que la volcanología va ganando peso dentro del IGN y ayudó la gran visibilidad pública que tuvo durante la erupción y que no había sido alcanzada hasta entonces.
- La erupción submarina del Tagoro, en El Hierro, fue casi un ensayo de lo que ocurriría en La Palma. ¿Qué ha mejorado en la parte científica de la gestión de la emergencia?
- Después del Tagoro, la Dirección General de Emergencias del Gobierno de Canarias hizo modificaciones en el Pevolca -Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por riesgo volcánico en la Comunidad Autónoma de Canarias- para poner remedio a las disfunciones que se observaron en El Hierro. Eso redundó en una mejor gestión de la participación del comité científico en el Pevolca. Teníamos un rodaje previo. Eso nos permitió hacer informes más útiles para asesorar en las labores de protección civil; no tanto en cuanto a las discusiones científicas, sino para facilitar mejor gestión posible de la emergencia. En el Tagoro comprendimos la necesidad de crear redes operativas previas de carácter insular. Por eso, en La Palma no hubo casi que reforzar el instrumental para la detección de las anomalías volcánicas y requirió menos esfuerzo tener estas redes operativas.
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- ¿Y qué se debe mejorar?
- Siempre en el IGN hay que ir sumando técnicas nuevas, tanto a nivel instrumental como a nivel de análisis de datos. Es una tarea continua que supone un esfuerzo, no solo durante una erupción, sino en el periodo entre erupciones. Observar los comportamientos anómalos en los edificios volcánicos requiere un esfuerzo continuado. En estos diez años que han pasado entre la erupción de El Hierro y de La Palma, la aparición de los drones y su uso generalizado ha sido fundamental. Estar continuamente al día es esencial.
- Con El Tagoro la comunidad científica anduvo a la gresca. ¿Se han limado asperezas? ¿Queda mucho por limar para mejorar la colaboración?
- En el caso del Tagoro, para la comunidad científica al igual que los gestores, era la primera vez poníamos en marcha un operativo en una situación de emergencia real. La erupción, al ser submarina, no daba tantas noticias a los medios y eso hizo que se sacaran de contexto y se magnificaran los problemas que pudieran haber en el ámbito científico, que son siempre posibles. La ciencia avanza gracias a la discrepancia y la colaboración. En el caso de La Palma, el grupo ya estaba consolidado. Había personas que ya no formaban parte comité científico por los años transcurridos desde El Tagoro y hubo nuevas incorporaciones. Todos remábamos en el mismo sentido. Hubo unanimidad en cuanto a la colaboración para dar lo mejor de la ciencia para la gestión de la emergencia.
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- Nunca se monitorizó tanto una erupción en España, ¿el IGN está realizando investigaciones? ¿cuándo se podrán apreciar los resultados científicos de esta vigilancia estrecha?
- En estos días se están realizando presentaciones en congresos de los primeros estudios realizados sobre la erupción. Los datos obtenidos requieren un análisis que no será inmediato. Estos datos, en combinación con otras técnicas, permitirán mejorar el conocimiento de los procesos de las erupciones monogenéticas en Canarias. Parte de los datos del IGN están disponibles. Como institución pública, están accesibles en nuestra web y, en cuanto a su procesado, aún estamos realizando la depuración de los datos.
- Estudiar una erupción a pie de volcán es la culminación profesional de cualquier volcanólogo. ¿Fue emocionante? ¿Tuvo sentimientos enfrentados al ver la destrucción y disfrutar desde el punto de vista profesional?
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- La verdad es que, durante la erupción, pesaba tanto el daño ocasionado por el volcán que estábamos totalmente centrados en contribuir en lo posible a facilitar la gestión de la emergencia. No había tiempo para disfrutar de las imágenes de un fenómeno natural de indudable belleza. Además, el contacto con la población era continuo. No había lugar a ningún tipo de alegría. Teníamos un sentimiento de pesar, aunque la erupción era la prueba de fuego de todo lo que se había ido haciendo en el IGN desde 2004, cuando asumimos la responsabilidad de la vigilancia volcánica y los peligros asociados al volcanismo. Fue el momento de ver si toda esta preparación de tantos años tenía el rumbo adecuado.
- El centro vulcanológico español se está gestando y se instalará en Canarias. ¿Cree que es necesaria una institución así? ¿Sabe ya qué papel tendrá el IGN en este centro?
- La verdad es que no tengo información del centro vulcanológico. Su creación es una decisión política. Nosotros seguiremos trabajando como hemos ido haciendo hasta ahora. Serán otras instancias las que nos tendrán que decir si nos integramos en él, cómo y de qué manera. A nivel técnico no tenemos nada que decir.
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- Los científicos están combinando sus labor científica con la divulgación. ¿Esta es una tarea nueva? ¿Es necesaria para hacer frente a los bulos?
- La divulgación cada vez es más necesaria en un momento en el que las redes sociales y los medios drenan tanta información a la sociedad. Ahora es imprescindible para lograr financiación que los proyectos de investigación contemplen que los resultados se divulguen a la sociedad y, cuando existe un fenómeno como el de la erupción, con una trascendencia social tan grande que interesa tanto a la población afectada como a la de fuera, hay que hacer un esfuerzo grande en divulgación.
- La formación en volcanología no existe en España. ¿Cree que esta erupción contribuirá a suscitar interés en esta rama científica?
- No existe como tal un grado universitario, pero sí hay diferentes grados que tienen aplicación directa en el conocimiento volcanológico. Sería bueno tener un máster en volcanología en España. Se ha planteado en ocasiones anteriores y sería interesante para mejorar la formación en este campo.
«Me duele que se diga que el problema de los gases no es cierto»
Durante la erupción del volcán de La Palma, la información sobre el proceso fue tan fluida y abundante que apenas hubo espacio para los bulos. Pero ahora, la desesperante situación de las poblaciones costeras de Puerto Naos y La Bombilla, aún desalojadas a causa de la presencia de gases volcánicos en concentraciones nocivas e incluso letales, ha alimentado la desinformación y en ciertos medios y redes se dice que el problema no es cierto, explica la directora del Instituto Geográfico Nacional en Canarias, María José Blanco.
«Me duele por la trascendencia que estas informaciones tienen en el población afectada. Hay que ser conscientes y ser muy cuidadosos cuando se habla de un fenómeno como este que incide en la forma de vida de una sociedad», lamenta.
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Respecto a la concentración de dióxido de carbono (CO2) en ambos barrios, Blanco señala que las estaciones de medición muestran una tendencia mantenida y que «no se puede saber cuánto tiempo va a durar el proceso de desgasificación. Ahora mismo, la concentración de CO2 a una altura de 45 centímetros sobre el suelo es tan alta que es incompatible con la vida en muchas zonas» y el nivel de oxígeno, sobre todo en La Bombilla, es muy bajo.
«Ahora no es posible el retorno de la población. El riesgo no es teórico es un riesgo real», afirma la geofísica.
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