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Gema González (Efe) / Adeje
Lunes, 9 de marzo 2020, 17:32
En las cercanías de la instalación se respira una calma tensa después de dos semanas. El aire cálido y pesado, casi veraniego, se entremezcla con ligeras brisas marinas, y las cortinas de las habitaciones aún ocupadas agitan el silencio del complejo turístico.
Apenas quedan unos pocos policías custodiando el perímetro del hotel. De hecho, varias de las cintas de plástico utilizadas para marcar el perímetro restringido yacen difusas sobre el asfalto y la mayor parte de las ambulancias han abandonado el recinto.
Tampoco hay movimiento en los establecimientos cercanos al hotel, que tenía más de 700 huéspedes cuando comenzó este episodio, aunque los trabajadores se afanen por sacar las pequeñas mesas blancas y rectangulares al sol de Adeje.
Bañados por esa misma luz, los últimos turistas aislados ocupan su tiempo nadando, algunos tomando el sol y otros, con mascarillas en la cara, simplemente charlan mientras descansan a la sombra.
Bordeando el recinto hotelero por la derecha, a unos cien metros del hotel, el Coqueluche Beach Bar, afincando frente a la Playa de la Enramada, trata de mantener la calma.
La música chill-out navega suavemente por entre sus mesas casi desiertas y los camareros recorren las pasarelas de madera a paso lento y con los brazos entrelazados.
Uno de ellos reconoce a Efe que el negocio se está viendo bastante afectado por la cuarenta del hotel, y que tanto los ingresos como la afluencia al chiringuito han caído a la quinta parte de lo habitual desde que se decretara el cierre del edificio.
A lo lejos, y quizá también lejanos a las realidades del Hotel H10 Costa Adeje Palace y del bar, varios veleros surcan las aguas sureñas de Tenerife.
Unas pocas decenas de bañistas disfrutan de la estampa, aunque otros prefieren contemplar la escena desde el cielo, subidos a un paracaídas, y lanzando, de cuando en cuando, pequeños gritos cargados de adrenalina.
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