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R.R. / Santa Cruz de Tenerife
Domingo, 1 de abril 2018, 13:34
Las comunidades de vecinos y, por ende, los administradores de fincas, se encuentran con infinidad de situaciones personales escondidas detrás del impago de las cuotas comunes. La más importante estos últimos años es la falta de liquidez del propietario asociada a la crisis económica en la que está sumido el país, pero hay otras que cada vez son más frecuentes. Por un lado está la sistemática morosidad de los bancos que se han quedado con pisos embargados y, por otro, el fallecimiento de un propietario unido a la imposibilidad del administrador de la finca de dar con sus herederos.
«Nosotros no tenemos otro recurso en deudas por impago en comunidades que iniciar un procedimiento monitorio para intentar cobrar, pero si el propietario moroso ha fallecido, evidentemente no se puede seguir adelante y no tenemos capacidad para buscar a los herederos», asegura Carmen Suárez, presidenta del Colegio de Administradores de Fincas (CAF) de Santa Cruz de Tenerife. Para dar con los posibles nuevos propietarios de esos pisos, el CAF ha tenido que solicitar ayuda a una empresa especializada en genealogía sucesoria y localización de herederos, con la que acaba de firmar un convenio.
El problema de un piso vacío, dice Carmen Suárez, lleva aparejadas «otras situaciones de riesgo», como son, por ejemplo, la suciedad y la acumulación de basura que, si la vivienda está en un bajo, puede llevar a la obstrucción de los bajantes y, cuando llueve, a la inundación de otras viviendas o locales colindantes.
La ocupación del piso de manera ilegal es otro de los problemas con los que se encuentran las comunidades de vecinos y, aparejada a ella, el riesgo de incendios, «porque los pisos vacíos no tiene agua ni luz y para alumbrarse los ocupas usan velas y para cocinar hornillos o cocinillas que no tiene ningún mantenimiento», explica Suárez.
Pero, además, la existencia de un piso sin propietario conocido que esté vacío u ocupado ilegalmente supone para la comunidad un mayor esfuerzo económico a la hora de afrontar derramas para el mantenimiento o la mejora del edificio, lo que a la larga provoca que la finca pueda amenazar incluso con la ruina.
Dar con los herederos legítimos no es tarea fácil, ni siquiera, asegura Carmen Suárez, cuando los vecinos saben que el difunto tiene, sino hijos, sí sobrinos o primos. «Hasta cinco años hemos estado en los tribunales intentando que se localice al heredero de un piso», cuenta la presidenta del CAF para contrastar esta cantidad de tiempo y recursos empleados frente a «cómo ese mismo caso los investigadores de Coutot-Roehrig lo resolvieron en apenas dos días».
Para nosotros y para los vecinos, asegura, es «un alivio» dar con los herederos de un propietario que ha fallecido.
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