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B.E.O. / Telde
Lunes, 30 de abril 2018, 07:48
El abandono, la dejadez y el despropósito rodean el Molino del Conde. El mismo edificio que recientemente ha sido declarado, junto con su entorno, Bien de Interés Cultural (BIC) por parte del Gobierno de Canarias.
Esa distinción certifica la significación histórica de un inmueble y unas instalaciones de propiedad municipal, que se han erigido en un lugar de visita obligada para quienes desean respirar una bocanada del aire de la cultura, la arqueología y la biografía teldense.
El exterior del edificio fue rehabilitado por completo, así como la zona alta del interior, que actualmente alberga parte de la maquinaria y las dos piedras en las que se molía el millo, que presiden el pequeño salón de actos en el que el Círculo Cultural de Telde, al que el Ayuntamiento ha cedido la gestión del uso, organiza conferencias, debates, conciertos y otros eventos.
Sin embargo, toda la planta baja del inmueble, si bien mantiene intacto todo su valor arquitectónico, su aportación a la historia de la isla, de la alimentación y de los oficios antiguos, aún sigue pendiente de ser remozado.
‘no future’. El contrapunto a esta joya etnográfica lo pone precisamente ese entorno al que también afecta la calificación de Bien de Interés Cultural y que, se mire por donde se mire, presenta un aspecto nada compatible con el tesoro que circunda.
Asomarse a las ventanas del Molino del Conde es abrirse a un escenario en el que, se mire hacia donde se mire, el espectáculo es desolador.
Por una parte, el edificio cerrado de los antiguos multicines se ha convertido en un lienzo en el que cualquiera deja los mensajes más variopintos, a golpe de spray.
Llegar al BIC y darse de bruces con un Putas guarras, un Políticos HDP, un No future o un Lambo te amo, es la rutina habitual de los visitantes del enclave cultural.
Pero además de esas muestras del arte callejero, en algunas franjas horarias también es posible contemplar las actividades de grupos de jóvenes en riesgo de exclusión que utilizan la zona para dar rienda suelta a sus aficiones.
Otro escenario abierto a desmanes varios es la obra del Palacio de la Cultura, paralizada durante los últimos ocho años, que muchos de estos jóvenes han convertido en su hábitat.
Todo ello, junto al jardín y al estanque que sobreviven inundados de hierbajos, matojos y rastrojos, conforman un entorno que puede ser cualquier cosa menos un BIC.
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