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Ingrid Ortiz Viera y / Telde
Domingo, 1 de abril 2018, 08:00
Todo empezó en la Feria de La Naranja de Telde. Así lo asegura Inma García, la responsable de la elaboración de este yogur de cabra con mermelada, sosteniendo en las manos uno de sus tarros de cristal. Cuenta que hace tres años iban de noche a recoger la materia prima y que repartían en su propio coche el producto, unas 200 unidades, mientras que ahora, en pleno crecimiento, van camino de aumentar la producción a 4.000 yogures este mes.
Pero Inma no es la única involucrada: «David nos proporciona las naranjas, que recoge Lidia o Rosella para hacer la mermelada; Juan produce la leche, que pasa a Inma y Edu; con todo hacen el producto final mientras Juanmi diseña las etiquetas y, finalmente, Alejandro las distribuye» explica Antonio Suárez, el orquestador del proyecto. De esta manera, en la pequeña finca de Las Niñas se trabaja como en una verdadera familia que, ante todo, mantiene la ilusión por seguir creciendo.
«Pretendemos hacer un yogur con la fruta específica de cada municipio», afirma Suárez. A la venta ya está el yogur de naranjas de Telde, el de plátanos de Arucas y el de Limón de Moya, pero tienen previsto, también, el de ciruelas de San Mateo, el de turrón de Ingenio y el de maracuyá del Tablero de Maspalomas. «Queremos convertir Gran Canaria en un yogur de sabores, resaltando la temporalidad de la fruta». Se trata de un proyecto de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos de Las Palmas (UPA) y la cooperativa Cosecha Directa, que pretende poner en valor el sector primario en las islas y conseguir un mejor reparto de la riqueza a través de un modelo de economía social.
Además de estar enfrascados en la producción de los yogures, los miembros de la cooperativa planean la creación de su página web para establecer un contacto más visible con proveedores y comerciantes. También pretenden avanzar hacia un modelo de producción 100% autosuficiente, de manera que generen el menor impacto posible en el medio ambiente y reduzcan los costes casi a cero. Por último, en sus planes a medio plazo se incluye la creación de una cocina en la propia finca donde puedan ofrecer cursos de formación.
La finca de Las Niñas trabaja para promover el consumo de alimentos de calidad, ecológicos y de proximidad con la intención de reducir el impacto en el medio ambiente e incentivar la economía local. Sus propios cultivos alimentan al ganado del que obtienen la leche para quesos y yogures, mientras que la fruta procede exclusivamente de los cultivos del municipio.
La filosofía de los integrantes de la cooperativa es que «el capital siga a lo social y no al revés», explica Antonio Suárez. De esta manera, tratan de potenciar los productos de la región y revertir los ingresos en el salario de sus trabajadores. «Nosotros pagamos a 0,80 euros el litro mientras que las grandes transformadoras lo hacen a 0,50 euros, con ello queremos demostrar que pagando un precio justo podemos vivir de lo que hacemos», destaca, añadiendo que a este objetivo también se suma el de crear un modelo de producción autosuficiente. «Hace falta apostar por lo y los nuestros, así que intentamos aprovechar todo: plantamos cultivos de trigo, cebada y centeno para el ganado y así apoyamos a los agricultores y ganaderos locales; de ellos obtenemos la leche para los quesos y yogures; es todo un círculo», indica Suárez.
Sin embargo, a ninguno se le escapa que el coste por unidad del yogur es sensiblemente superior al de otras marcas, aunque desde la cooperativa aseguran que no les preocupa en exceso. «Ninguno vamos a hacernos ricos dedicándonos a esto, está claro», afirma Inma García. «De lo que se trata es de maximizar lo social, y el resultado es el que es: la gente lo compra porque la calidad del sabor es otra».
Suárez coincide: «Es verdad que nos saldría más barato traer la pulpa de la fruta de fuera, pero eso iría en contra de lo que defendemos. Creemos firmemente en una red de producción justa, eso es lo importante».
Con esta ideología han adoptado un método de trabajo libre de jerarquías en el que, cuando una persona ha adquirido cierto grado de sostenibilidad económica, se convierte en padrino o madrina de un nuevo miembro en el equipo. Así, las tareas se repartes al tiempo que van aumentando en número y se ayudan «como una familia».
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