Tetir es ‘beautiful’

La desescalada en Tetir se mide en los caminantes de la mañana, el café en el bar Guacimara y las dos panaderías. El pueblo del municipio de Puerto del Rosario, a esta hora del día y de fase 1 del desconfinamiento, es puro silencio que en la plaza de la iglesia estallan los pájaros y que se alarga en el parque infantil desierto.

A punto de terminar su caminata diaria de una hora, Francisco Morales y su mujer Andrea bordean la plaza de la iglesia antes de girar para la calle de su casa. Dan una vuelta al pueblo, porque confirman que la panadería de Zenón sigue abierta, como durante la cuarentena, lo mismo que la de Hierro, el supermercado cercano a la carretera general y el bar Guacimara, más la tienda de Sindita. Para el día 1 de junio está previsto que reabra el bar Casa Fausto y cualquiera sabe cuándo se retomará el mercadillo agrícola y artesano de los domingos. Por no hablar de las fiestas patronales de Santo Domingo, a principios de agosto, que ni se nombra y cuyo recuerdo está asido a la escultura del timplista de la plaza, que consuetudinariamente luce sin el timple.

Aunque la desescalada permitió pasear y hacer deporte hace dos fases, Francisco y Andrea se echaron a caminar hace menos de una semana. Viven cerca de la iglesia de Tetir, en una casa con jardín y huerto, más luego la finca donde Francisco tiene papas -sacó 24 sacos por cada uno que plantó-, las gallinas, los gatos y demás. Por eso, el confinamiento no resultó difícil de llevar para ninguno de los dos, más que Andrea es muy casera.

Antes y después de la desescalada ha permanecido así, como esta mañana, en silencio. Algún caminante o deportista por la mañana. Los niños se acercan al parque infantil por la tarde, ahora vacío bajo la solajera creciente del día. «Antes, durante la cuarentena, no veía ni un alma. Ahora, da gusto saludar a los vecinos que nos encontramos en el paseo». Francisco y Andrea, ambos jubilados, se despiden, que el calor empieza a dar más fuerte.

Cuando los majoreros se refugian en casa, Richard, ciudadano también jubilado de origen holandés, sale a coger el sol de la mañana en su terraza. En una pared, se proclama en madera su nombre y un Welcome. Es residente en Fuerteventura desde hace dos años, en la calle principal de Tetir desde donde ve un cercado de tuneras y pocos coches que enturbien la tranquilidad del pueblo.

El siguiente pálpito de la desescalada hay que buscarlo en la bar Guacimara, donde atiende, con mascarilla y protegida la barra del bar con una cinta de roja y blanca contra los que pretender apoyar el codo, Mari Rodríguez González. Esta mujer regenta desde hace unos 40 años el bar que ofrece carne de cabra y un refugio de frescor esta mañana en torno a una palmera.

Mari, a la que un cliente habitual llama tía Maruca, reabrió la cafetería hace ocho días con todas las medidas sanitarias y con las tapas de siempre: carne de cabra en salsa, carne de cerdo negro y otros, aunque los calamares y las croquetas no las están ofertando en estos primeros días. La carne es de producción propia, «del ganado que mi marido tiene aquí cerca».

El cliente habitual, que no quiere decir su nombre pero que alienta a la propietaria del Guacimara a hablar con la confianza del trato de los años, comenta que no tiene nada que hablar porque es trabajador de la hostelería que ha visto que su hotel, tras unos 30 años de funcionamiento, cerró como todos por el coronavirus. «La importante es ella, la tía Maruca».

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Tras abandonar la sombra del Guacimara, el sol parece caer con más rigor. A Richard, el holandés, parece no importarle y sigue en su terraza. Eleva los brazos y proclama en inglés: «Tetir is beautiful».