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En torno al mediodía, una pareja de turistas procedentes de Italia llega en su coche de alquiler a la rotonda del Oliva Beach para descubrir que, una vez allí, lo único que pueden hacer es dar la vuelta y volver por donde han venido. Aparcan a la entrada del vial que da acceso al hotel y bajan un momento para preguntar cómo llegar a las Dunas de las que tanto han oído hablar. La respuesta no les gustará.
Al pie de los carteles grandes que informan del cierre de la vía, sujetos al suelo con sacos de arena en los que alguien pintó el símbolo del dólar, hay gente con chalecos reflectantes. Son vecinos de Parque Holandés -dos hicieron noche allí para presenciar el cierre- que informan a los turistas en todos los idiomas que dominan de que la carretera está cerrada y, además, sin ser culpables de nada, les piden disculpas «por el desagravio que les están haciendo nuestros gobernantes», según señala Antonio Pereira, vecino de Parque Holandés.
Darwin González y Serena Boniardi, él natural de Venezuela aunque residente desde hace 15 años en Italia y ella nacida en este último país, se disponían a visitar las Dunas de Corralejo cuando, al hablar con los vecinos de Parque Holandés, se llevaron una desagradable sorpresa: «Nos han informado de que no podemos pasar en coche por la carretera. La verdad es que no sabíamos nada, en el hotel no nos lo dijeron. Nosotros venimos de vacaciones y nos encontramos con el problema de que no podemos pasar para ver lo más bonito de la isla y con las mejores playas».
Para los vecinos de Parque Holandés, «la falta de previsión es total por parte de quien ha cortado la carretera, el equipo de gobierno del Cabildo de Fuerteventura, que tenía que haber puesto a un par de personas bilingües aquí para explicarles a los visitantes cuál es la situación y pedirles disculpas como lo hacemos nosotros», añade Pereira.
Lo cierto es que, durante todo el viernes, no pararon de llegar coches hasta la rotonda que se veían obligados a dar la vuelta; algunos conductores se animaban a intentar aparcar en el vial del Oliva Beach, pero era tan difícil como ganarse la lotería. La opción más viable era aparcar en el tramo de carretera paralelo a Flag Beach, esto es, entre el hotel Tres Islas y el núcleo urbano de Corralejo; desde esta zona, las Dunas de Corralejo lucían a lo lejos, detrás de los hoteles y al alcance de cualquiera con muchas ganas de hacer senderismo.
En la rotonda del Oliva Beach empezaba a picar el calor del mediodía cuando llega una furgoneta. Un chico bastante joven se baja y saca una tabla del portabultos. Se llama Joel Hernández, es de Tenerife y está de vacaciones en la Maxorata con sus padres, quienes acaban de dejarle lo más cerca posible de la playa del Burro, hasta donde aún tendría que andar un buen trecho para coger olas. «Es mucha caminata para después llegar, estar dos horas surfeando, y después otra vez volver caminando. Creo que son tres kilómetros andando, pero todo sea por las olas», explica el chico de 18 años.
Entre las estampas curiosas destacó la de los ciclistas ocupando todo el ancho de la carretera. Y la de los surfistas sobre el asfalto con las tablas a cuestas hasta sus playas preferidas. Este viernes, por primera vez en décadas de turismo de masas, sin coches en el parque natural, las Dunas de Corralejo se presentaron ante los ojos de los caminantes más desiertas que nunca. Por otra parte, el cierre de la carretera de las Dunas provocó embotellamientos de coches en la entrada a Corralejo desde la autovía y la carretera del interior.
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