Mi hija mayor (la pequeña pasa, solo quiere ponis y unicornios) por fin ha encontrado algo de su gusto en las plataformas que tenemos en ... casa y las cadenas convencionales. Si la semana pasada les contaba esta pequeña crisis televisiva (para ella, era un problema de escala planetaria), hoy solo les puedo asegurar que la opción es una cosa extrañísima. Para ella, por supuesto, es de lo más normal y graciosa.
Quien vea los primeros tres minutos de 'Gudetama: un pasote de aventura' sabrá sin un ápice de duda si esta serie de dibujos animados en el mundo real, estrenada hace año y medio por Netflix, le gusta o no. Los protagonistas son Gudetama, una yema de huevo con ojos, cara y culete que viaja con su clara, y Shakipiyo, un pollito que acaba de romper el cascarón. Ambos han nacido en la cámara frigorífica de un restaurante, se consideran hermanos y tienen objetivos vitales diferentes. Gudetama es un vago, pasa de todo y solo espera ser comido. Shakipiyo está empeñado en encontrar a su madre, al más puro estilo Marco por Argentina, y lleva arrastrando a su peculiar hermano por Tokio.
Por el camino se topan con un periodista de lo paranormal que busca la noticia del siglo y con un primer ministro nipón en horas bajas al que tranquilizan y aconsejan, entre otros particulares personajes reales; o les da tiempo para reflexionar sobre el sentido de la individualidad con otros platos mientras giran en un bufet a la espera de ser engullidos por los clientes. Situaciones absurdas que se van sucediendo durante los diez capítulos que no superan los 12 minutos y que en mi casa han gozado las niñas pese a mi incomprensión. Incluso la pequeña ha dejado los unicornios y los ponis por el «huevo gracioso».
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