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«Yo me llamo...». Tres palabras que preceden a un nombre, a una identidad. Una frase tan sencilla, del día a día, que puede significar el inicio de una historia. Para enseñarles esta y muchas otras frases a menores migrantes que llegan a Canarias en busca de una vida mejor está un grupo de más de 50 voluntarios y voluntarias de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria que forman parte del proyecto 'U-fit'. Desde octubre del año pasado, el voluntariado da clases de español, matemáticas e inglés a chicos y chicas de 16 y 17 años que han emigrado sin la compañía de un familiar que pueda hacerse cargo de ellos. Los voluntarios y voluntarias tratan de romper la barrera del idioma que existe entre estos chicos y chicas que han venido desde Mali, Senegal, Gambia o Marruecos para que, así, puedan integrarse en la sociedad canaria. Todo un ejemplo de solidaridad, empatía y compromiso de vital necesidad para los tiempos que corren.
Hoy –jueves 6 de febrero, día en el que se realizó este reportaje– los jóvenes migrantes retoman las lecciones con ganas después de los exámenes de enero de sus profesores, que estudian Traducción, Derecho, Trabajo Social o Educación. Una de las aulas de la Biblioteca de Las Ranas, en la capital grancanaria, se llena de «ganas de saber» durante las clases de hora y media de español que imparten los voluntarios y voluntarias de la ULPGC por la mañana.
En este turno acuden jóvenes que no han podido ser escolarizados y quieren acceder, por ejemplo, a formación profesional. Ana Díaz, de 25 años, que acaba de finalizar sus estudios en Ingenierías Industriales y Civiles, y su compañera Silvana Rodríguez, estudiante de cuarto de Traducción e Interpretación, son las encargadas de la lección de hoy.
«Vamos, el otro día te sabías esa palabra», indica con tono amigable Díaz a uno de los alumnos. «Mesa», responde el chico, mientras el resto, unos 15 alumnos, le sonríen cómplices. Así, palabras de objetos del aula, como «pantalla» o «libreta» se suceden durante la jornada.
El papel del voluntariado joven es fundamental, puesto que estudiantes que están próximos a la edad de estos niños les ayudan a aprender. «Me encargo de enseñarles a leer, a escribir mejor, y otras compañeras, con grupos donde el nivel es más avanzado, trabajan los verbos y cosas más complejas», explica Ana Díaz, que remarca que los chicos «están muy interesados, quieren aprender, trabajar, y muchos de ellos ya saben la profesión a la que se quiere dedicar».
Uno de ellos, Ousman (nombre ficticio para salvaguardar su identidad), forma parte del proyecto desde hace tres meses. «Vengo dos días, pero quiero más», comenta con una amplia sonrisa y dirigiendo su mirada a Goretti García, una de las tres profesoras de la ULPGC que ha impulsado el proyecto.
Ousman, de 17 años, lleva un año y medio en Gran Canaria, y no se pierde ninguna de las lecciones. En la actualidad tiene claro que quiere dedicarse al mundo de la hostelería, por lo que estudia para ser camarero. Además de lo que aprende en las aulas, utiliza herramientas como ChatGPT para seguir practicando el español. Al llegar desde su país natal, Gambia, solo sabía hablar mandinka e inglés, pero ahora puede decir que entiende español y es capaz de mantener una conversación.
Como él, los casi 60 menores migrantes que acuden a estas clases durante la semana están acogidos en centros ubicados en Arucas, Maspalomas y Las Palmas de Gran Canaria. Entre ellos también hay jóvenes que sí están escolarizados, pero van a las clases que se imparten en el turno de tarde para reforzar lo que han aprendido. Estas lecciones, que se desarrollan en el campus del Obelisco, las reciben en torno a 20 jóvenes, y para esas clases acuden tres voluntarios.
El proyecto 'U-fit' nació a raíz de que «las personas buenas se encuentran», y en una reunión de la iniciativa del Cabildo de Gran Canaria 'Activos Interculturales', la técnica de la concejalía de Participación Ciudadana del ayuntamiento aruquense, Lidia Ruiz, se encontró con las profesoras de la ULPGCde Traducción e Interpretación que impulsaron la idea.
En ese encuentro, Ruiz le transmitió a las docentes las dificultades que les habían trasladado los centros del municipio para que los chicos tuvieran una inmersión lingüística. «Preocupaba, sobre todo, la situación de los niños mayores de 16 años, porque al final ellos no están dentro de la educación obligatoria, y para llegar a una inserción sociolaboral y una integración en el municipio, es necesario que conozcan el idioma», explica Jésica Guerra, concejala de Participación Ciudadana y Servicios Sociales de Arucas.
Así nació la iniciativa, que ya se ha ampliado a otros municipios, y que está coordinada por las profesoras Susan Cranfield, Goretti García y Ana María Blanco que, a su vez, forman parte del grupo de Cooperación al Desarrollo Unidos de la universidad.
El proyecto se dio a conocer en los campus virtuales de las asignaturas de diferentes grados, y la respuesta fue masiva. «En el primer semestre tuvimos que dejar a gente fuera porque había más voluntarios que niños a los que dar clase», comenta García. Ahora que ya el proyecto ha comenzado a andar, han creado la figura del 'admin', que se encarga de las labores de administración y de que haya «cierto orden».
Así, cada vez que hay clase, un voluntario se encarga de pasar lista para verificar que los chicos han acudido y se informa a los centros en los que están acogidos en caso de que no acudan a la clase.
«El día o dos días antes nos organizamos por WhatsApp para dar las clases», comenta Ana Díaz, una de las voluntarias. A esta herramienta también se añade un calendario en línea que utilizan para tener cierta planificación en los horarios.
A los chicos y chicas que acuden a las lecciones también se les facilitan todos los materiales necesarios para poder desarrollar las clases, como manuales. Y, lo más importante, es que en estos encuentros hay cabida para hablar de temas que le interesarían a cualquier otro chico de su edad. «Sobre todo el fútbol», bromea García. Para Díaz, es importante hablarles de temáticas con las que tienen afinidad. «Al final, ellos en su lengua si pueden comunicarse y debatir sobre los temas que les interesan», remarca la voluntaria.
Este proyecto no solo está haciendo mella en los niños y niñas migrantes, sino que impacta de lleno entre el voluntariado, que acude movido por las ganas de poder transmitir lo que saben. «Salgo muy contenta porque ellos van aprendiendo y ves que leen mejor, que empiezan a hablar mejor. Algunos ya se comunican muy bien», apunta con orgullo Díaz.
La inteligencia artificial ha revolucionado la comunicación. El mundo se mantiene prudente a la hora de utilizarla, pero puede tener beneficios y ser una buena herramienta para el aprendizaje de un idioma.
El principal problema cuando un niño comienza las clases que imparte el voluntariado del proyecto 'U-fit', de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, es que no puede comunicarse «nada, ni en español, ni inglés, ni francés» con los chicos. «Algunos, los que han estado escolarizados en sus países de origen, pueden saber algo de francés, pero mucho de ellos no han estado, por lo que solo hablan sus lenguas, de menor difusión», explica Goretti García, una de las coordinadoras de la iniciativa.
En estos casos, se intentaban comunicar con ellos a través de gestos y, si alguno de los otros jóvenes hablaba una lengua similar, también ayudaban a entenderles. En el aula también se intentan guiar por los traductores que ofrece la red y la inteligencia artificial, a través de herramientas como ChatGPT.
«Se les ilumina la cara cuando, por fin, entienden algo», relata García al recordar cómo los chicos se asombran cuando escuchan una frase a través del traductor de Google. Sin embargo, el alumnado detectó las carencias que hay en Internet de recursos para traducir lenguas africanas.
Además, como no hay un banco de datos amplio de estas lenguas, las traducciones no suelen ser del todo fiables.
Por ello, con los materiales que ha ido creando el voluntariado, más lo que han podido encontrar en Internet, ha nacido un banco de material para que otras personas de distintos rincones de España puedan utilizar ese material.
A su vez, desde el proyecto se han puesto en contacto con un experto en inteligencia artificial para, a través del contenido que han ido creando, nutrir a un motor para contextos en lenguas minoritarias. Así, cuando ya se vaya desarrollando, se podrá dar una «traducción automática» para este «nivel comunicativo básico», expone García.
Es uno de los objetivos que el equipo que forma parte de la iniciativa se quiere fijar a largo plazo. Lo principal, según cuentan, es encontrar a gente que pueda escribir y leer lenguas como por ejemplo el bámbara, que «se transmite mucho por la oralidad». Entre los alumnos hay algunos que hablan este idioma, pero no lo saben escribir.
La idea de este proyecto es continuar a lo largo de los años para poder dar una oportunidad a muchos niños y niñas.
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