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El psicopedagogo grancanario Calixto Herrera. Cober

La odisea de ser niños en una tierra que aprende a mirarlos

El psicopedagogo Calixto Herrera coordina la iniciativa 'Migraciones y Odiseas de Colores' para acompañar a los menores migrantes en su duelo

Patricia Vidanes Sánchez

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 13 de abril 2025

Canarias tuvo el honor de inaugurar recientemente el I Congreso Internacional de Pedagogía de la Muerte y Mejora de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. Y lo hizo de la mano del prestigioso psicopedagogo grancanario Calixto Herrera, trabajador de los Servicios Centrales de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, condecorado por el Rey Felipe VI con la Orden al Mérito Civil por su trabajo como coordinador del proyecto 'Orugas y Mariposas de Colores en los Pupitres de Nuestra Escuela', que persigue el acompañamiento a la comunidad educativa de las islas en procesos de pérdida, muerte y duelo.

Y en esa línea se enlaza 'Migraciones y Odiseas de Colores' para acompañar a los menores migrantes en su duelo. La iniciativa en la que ya hay involucrados 100 centros educativos de Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife y El Hierro nace de la Dirección General de Protección a la Infancia y las Familias y «pretende poner la mirada en dimensiones que muchas veces en las narrativas, en los discursos mediáticos y sociales, suele quedar al margen», explica Herrera.

De lo que habla es de los niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados que transitan por «dimensiones de un dolor que muchas veces es desconocido» y que va más allá de la imagen de la patera a la llegada a puerto que los medios de comunicación reproducen de forma habitual y que se ha llegado a normalizar. Después de ese momento «se convierten en cuerpos invisibles, y cuando interactúan en los centros educativos, en los centros de menores, detrás de un solo niño, de una sola niña, hay toda una biografía de dolor que muchas veces no es comprendido, ni siquiera se le pone voz».

¿Y cómo se afronta todo eso? «El camino pensamos que es directamente el niño, el centro aquí es el menor, migrante no acompañado», recalca Herrera. «Pero el centro en una intervención de tipo socioeducativo y psicopedagógica que comienza en el propio adulto, en el propio docente o educador o educadora que va a compartir con el niño». Por tanto, con quien está trabajando 'Migraciones y Odiseas de Colores' es con los adultos que interactúan a diario con los menores que han salido de sus casas en un viaje incierto, dejando atrás todo lo conocido hasta el momento. «El proyecto intenta reflexionar sobre la mirada que proyectamos» ya que «hemos crecido en una gramática social que nos ha ido socializando» y hay que reconocer que «todos y todas tenemos prejuicios».

Hay que «acompañar desde una mirada transcultural. Para acoger, no solamente recibir, sino para acoger, necesito saber previamente qué se mueve en mí, cuáles son mis valores. Porque a veces puedo descubrir cosas que yo tengo normalizadas que no son normales». Y el profesorado, «no tiene por qué», no está preparado para ello, reconoce Calixto Herrera.

Y la voluntad no basta. «Necesitamos una formación continua, igual que, por ejemplo, en el tema de la prevención del suicidio, que es un tema que preocupa en las comunidades educativas. No basta sólo con la buena disposición o voluntad. En el caso de biografías de niños y niñas que parten de una realidad cultural diferente, dejando mucho atrás, necesitamos también que las personas que van a acoger estén preparadas para leer esa biografía, saber darle voz, comprender la textura del dolor que ellos traen, porque es una experiencia que va a marcar toda la vida».

Desde el Gobierno de Canarias se ha entendido que hay que «dar lo mejor, una respuesta bien formada», y por eso la comunidad autónoma ya es ejemplo pionero para otras regiones.

El proyecto 'Migraciones y Odiseas de Colores', dirigido a los educadores y educadoras, al profesorado en general, a orientadores, está trabajando «lo más básico». Y lo primero que hay que afrontar y saber mantener es la mirada. «Ese es el reto, mirar a los ojos para leer más allá de ese término que muchas veces se utiliza» de manera despectiva; como mena, menor migrante no acompañado. «Los términos son etiquetas y a veces nos llegan los niños etiquetados» y la situación exige que el educador que está a pie de aula «sepa leerlo».

Y la primera medida para llegar a los niños es «algo tan básico como nombrarlos». Antes de que sepan incluso la lengua española, «muchas veces pensamos, ¿y cómo los acojo? Pues nombrándolos. Algo tan sencillo, porque el aprender su nombre y decirlo verbalmente hace que se sientan en casa».

Y Calixto Herrera repite nombres a los que pone cara e historias, como Gibbi o Samira. Niños y niñas que llegan asustados, relata, que han emprendido viajes inciertos, que han visto morir a sus padres o madres en el camino, que han pasado hambre, frío y sed; que no saben dónde están ni qué les espera. Ahí, dice Herrera, frente a esas odiseas, hay que demostrar resilencia y saber darle sentido a la experiencia.

Para Calixto Herrera «el desafío» es que los centros educativos «no se conviertan solo en centros que reciben, sino en centros que acogen». Y para que eso suceda hay que trabajar primero «la mirada del educador, de la persona adulta que vaya a estar junto al menor, bien en un centro de protección o bien en un centro educativo». La persona en cuestión debe estar «preparada y sensibilizada», ser poseedora «de un enfoque de derechos humanos. No queremos una mirada lastimera ni crear guetos en los centros».

Se trata siempre «de integrar» asumiendo que la multiculturalidad está presente en nuestra sociedad y que no es algo coyuntural. «Somos personas que compartimos un espacio con otras llegadas de Marruecos, de Senegal o de Malí» y debemos «conocernos, darnos voz y en esa voz transformarnos, compartir los valores, porque es una infancia y adolescencia que nos llega cargada de muchísimos valores». Pero también herida.

«Tenemos que superar esa mirada de condescendencia. Viene lo mejor de estos países, viene la juventud con coraje, con resiliencia, con valentía y la pregunta es, ¿qué pasa en el trayecto? En esa odisea, ¿cuánto queda de estas personas atrás?», reflexiona el psicopedagogo Calixto Herrera. Y «la odisea no es solamente el mar, la odisea también es cuando llegan a tierra y deben integrarse en un colegio, en la vida social, en el trabajo; es todo un reto» cargado de duelo.

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