Bertin Mballa Junior, migrante camerunés, José Antonio Rodríguez, responsable autonómico de los equipos de ayuda humanitaria de Cruz Roja, y Mabel Cabrera, voluntaria de la plataforma Somos Red. COBER

El fenómeno migratorio

40º aniversario CANARIAS7 ·

Un reto del presente que no puede esperar más

Ingrid Ortiz Viera

Las Palmas de Gran Canaria

Martes, 1 de noviembre 2022, 23:27

No hay utopías posibles cuando se habla del fenómeno migratorio. Ni siquiera en un simple ejercicio de imaginación a futuro, donde seguirá aumentando el número de pateras y muertos en el mar y en el que tampoco se descarta una nueva crisis. Esa es la visión de quienes han experimentado uno de los peores repuntes de cayucos en Canarias: Bertin Mballa Junior, un joven camerunés que tocó esta tierra hace apenas treinta días huyendo de las adversidades de su país, José Antonio Rodríguez, responsable autonómico de los equipos de ayuda humanitaria de Cruz Roja, y Mabel Cabrera, voluntaria de la plataforma ciudadana Somos Red.

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El asunto ya es complejo de por sí, tanto por las repercusiones de conflictos históricos, como por la pluralidad de intereses y organismos internacionales implicados. A esto se suman otros factores que van desde la desertización al compromiso de integrar a las personas migrantes.

Se trata de un cóctel del que ni la ciudadanía ni los políticos o las ONG tienen la receta, pero sí muestran en qué aspectos es necesario poner el foco de atención para evitar que explote.

En este sentido, Mballa advierte por experiencia propia de que la solución al fenómeno no radica en la visión del europeo que acude a tierra africana con sus propias ideas del qué y cómo hacer. Más bien, coinciden los tres representantes, la comunidad internacional es solo una mano tendida para ayudar a desarrollar sus propias economías, con la mínima intervención.

«Los flujos migratorios son como un gran globo de agua: si lo aprietas por un lado, sale por el otro –escenifica Rodríguez–. Canarias seguirá siendo un punto intermedio en ese viaje, que es legítimo, así que está claro que hay que hacer un trabajo importante en los países de origen para evitar que sus ciudadanos quieran irse de allí».

Sin embargo, admiten tener ciertas reservas respecto a cómo se están desarrollando los asuntos diplomáticos y, en concreto, en lo referente a la situación con Marruecos. La represión de las autoridades alauitas, la desconfianza en el sistema y las mafias que trafican con personas son las principales preocupaciones.

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«Es cierto que cada vez se demuestra un mayor interés en el ámbito político para aportar soluciones, pero no soy muy optimista», señala Mabel Cabrera, quien pese a reconocer estos esfuerzos confía más en el movimiento ciudadano. «Ellos tienen sus propios plazos, sus tratados y sus gabinetes, y parece que siempre hay otras prioridades u otros intereses más urgentes».

La presión social, que se fundamenta en el contacto a pie de calle y no en la toma de decisiones en despachos, contribuye a desengrasar esa agenda, aseguran. Para el responsable de los equipos de ayuda humanitaria, el sentido de las organizaciones radica, precisamente, en poder llegar a aquellos sitios donde no alcanzan las instituciones, por lo que también apuesta por las estructuras que se vayan construyendo de abajo hacia arriba.

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Así, coinciden estas 'tres caras' de la misma moneda en otras dos cuestiones fundamentales para afrontar el reto de los próximos años: la necesidad de combatir la desinformación a uno y otro lado del océano y seguir sensibilizando a la población.

Las claves para una mejor integración son la formación y el idioma, no quedarnos sin hacer nada

Bertin mballa

Camerunés

«Escuchar el relato de estas personas de primera mano es importantísimo para que el mensaje sea directo», insiste Rodríguez y Mballa puntualiza: «Si supieran todas las dificultades que estamos pasando no nos tratarían como si fuésemos un problema». A pesar de ello, son conscientes de que ningún discurso es blanco o negro: siempre habrá personas que empaticen y otras que consideren que es una molestia. «Aunque yo lo explique –continúa Mballa– si no lo ves con tus propios ojos es difícil de aceptar».

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Tanto los representantes de Cruz Roja como de Somos Red tienen historias y anécdotas que contar: la de aquel joven que no esperaba por «un papel para empadronarse» sino por un bocadillo porque tenía hambre o la del jugador de una selección nacional de fútbol que viajó con su foto y una medalla, asegurando que eso no le daba de comer.

Esta última es solo un ejemplo de otra realidad: y es que es frecuente se encuentran perfiles cualificados entre los supervivientes de los cayucos. Por ello, resaltan la necesidad de agilizar la burocracia, especialmente en lo referente a la formación y el empleo.

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Mballa afirma que la mayoría de africanos se embarca con una idea clara de lo que hacer para ganarse la vida. Si los países de acogida brindaran oportunidades de acceder a los cursos necesarios, la transición al mercado laboral sería más fluida.

En algunos casos, el problema reside en la equivalencia de competencias adquiridas o el idioma, señalan. Otros, en cambio, están enfocados en el deporte, pero los problemas para adquirir la documentación les impide federarse en los equipos. Todos estos «muros», acuerdan, podrían derrumbarse con relativa sencillez. «Lo que no podemos es estar encerrados en un lugar sin hacer nada», concluye el camerunés.

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Con respecto al creciente racismo, la vacuna se administra en varias dosis. Los medios de comunicación son el principal filtro y deben servir, a su juicio, como altavoz de estas personas con el objetivo de sensibilizar al resto de la población. Un trabajo que debe acentuarse desde hoy.

Recuerda José Antonio Rodríguez cómo, durante el episodio del muelle de Arguineguín –donde hubo 2.000 personas hacinadas– se recomendó a los voluntarios prescindir de sus chalecos identificativos para preservar su propia integridad por miedo a ciertos grupos radicales.

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La crispación en el contexto de la pandemia y el bloqueo en puertos y aeropuertos fueron el caldo de cultivo de entonces y aunque no creen probable que se repitan las mismas imágenes, aún hoy sirven para señalar al extranjero como el origen de todos los males. Un discurso que si bien tampoco es novedoso, saben que seguirán escuchando.

En todo este contexto, Canarias vuelve a posicionarse en un lugar estratégico que no puede mirar para otro lado. El trabajo que sea capaz de desarrollar servirá de ejemplo a otras comunidades con un menor vínculo con la inmigración, pero requiere del apoyo del resto del país y Europa. En cualquier caso, dejar a las islas solas solo supondrá un nuevo freno al desarrollo y caos.

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Rodríguez, que vivió muy de cerca, también, la crisis de 2006, lo explica con el ejemplo de las infraestructuras: «Se desmantelaron porque se pensaba que no iba a llegar más inmigración. Ahora se piensa distinto y se irá invirtiendo en lo que se crea necesario, pero sigue siendo un parche para lo que vendrá. Se trata de ir mejorando poco a poco».

Durante este debate todo parece tener el mismo nexo de unión: la clave para adquirir compromisos futuros es aprender de los errores cometidos.

Los medios, claves para combatir bulos y discursos de odio

Vídeos y fotografías descontextualizados o información falsa circulan continuamente a través de las redes sociales con el objeto de generar cierta crispación entre la ciudadanía. Unas prácticas que también aprovechan determinados partidos con una visión no solo sesgada del fenómeno sino propensa a criminalizar a los inmigrantes. Es por ello que ONG, ciudadanía y el propio colectivo africano reconocen el papel fundamental que juegan los medios de comunicación para desmentir bulos.

Coinciden, además, en ofrecer constantemente datos y opiniones contrastadas, de fácil acceso a la población, así como en resaltar historias de carácter más humano. Con ello, aseguran, se contribuye a fomentar la empatía con quienes atraviesan el mar en patera y su integración en la sociedad, sea en Canarias, la península u otro país europeo. Una visión alejada de la frialdad de los datos estadísticos.

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