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La periodista y escritora Ebbaba Hameida. María Navarro Sorolla
«Hay una España solidaria dispuesta a brindar oportunidades y compartir»
Ebbaba Hameida. Escritora y periodista

«Hay una España solidaria dispuesta a brindar oportunidades y compartir»

Presenta su novela 'Flores de papel', que relata la historia del pueblo saharaui gracias a la mirada de tres generaciones de mujeres

Sara Toj

Las Palmas de Gran Canaria

Miércoles, 12 de marzo 2025, 23:39

Un conflicto que «lleva 50 años completamente olvidado» y que necesita ser contado y recordado. Es la intención del libro 'Flores de papel', un trabajo que ha servido para que la periodista Ebbaba Hameida, que nació en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf en 1992, se reencuentre con ella misma a través de la historia de tres generaciones: la de su abuela, su madre y ella. Este jueves presentará la novela en Las Palmas de Gran Canaria junto al periodista Nicolás Castellano y José Luis González Sánchez, miembro de la Asociación Canaria de Juristas por la Paz y los Derechos Humanos, en el patio interior del Cabildo a partir de las 19.30 horas.

¿Qué se podrá encontrar el lector en su novela 'Flores de papel'?

–Es un libro que habla de la historia de todo un pueblo, la historia reciente del Sáhara Occidental a través de tres generaciones. La novela también trata de las mujeres, de lo que supone ser mujer en el exilio, en medio de la guerra, entre dos mundos completamente distintos. Intento contar la realidad de Aisha, Neima y Leila, que son muy parecidas, a mi abuela, a mi madre y a mí. Además, en el libro también hablo sobre la intimidad de estas mujeres, de sus sentimientos, de sus emociones, de sus luchas identitarias, de su lucha por pertenecer, de sus arraigos y desarraigos, y de cómo es ser mujer, ser madre y vivir en un contexto como el que ha vivido la población del Sáhara.

¿Qué diferencias ha encontrado entre las tres generaciones?

–A las anteriores les caracterizan unos valores que están por encima de la libertad individual, donde la sexualidad, el placer de la mujer, son temas tabúes. Ellas también han sido marcadas por el colonialismo, por la guerra, por el exilio. Además, para ellas la libertad colectiva es mucho más importante que la libertad individual. Yo creo que la lucha del pueblo saharaui puede ir alineada con los derechos de sus mujeres, pero es verdad que lo que he detectado es que los derechos de ellas pasan a un segundo plano. Sus necesidades más íntimas, más individuales, más propias de todo lo que tiene que ver con ellas, con su cuerpo y con sus deseos, pasan a un segundo plano porque se hacen cargo de esa supervivencia colectiva.

El escenario internacional que se dibuja asusta. Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y sus políticas migratorias, ¿se vienen tiempos oscuros?

–Se vienen tiempos muy complicados. El día que tomaba posesión Donald Trump anuncié la novela. Es algo a muy pequeña escala, pero también necesitamos un poco de luz. Yo vengo de un conflicto que ha sido muy silenciado, que lleva 50 años completamente olvidado y, para mí, la literatura es una herramienta para intentar explicar algo sobre lo que pesaba mucho silencio. No podemos dejarnos llevar por ese pesimismo y por ese oscurantismo, tenemos que ser muy conscientes de lo que está pasando y de lo que está llegando, pero también intentar buscar pequeños lugares de luz. La historia está ahí para recordarnos que hay cosas que ya han pasado y que ahora tenemos el riesgo de que se pueden volver a repetir, pero es muy importante no decaer.

¿Qué podemos hacer para revertir esta situación y tener un poco de esperanza?

–Pensar que no podemos cambiar el mundo a gran escala. Hace tiempo llegué a esta conclusión precisamente hablando y reflexionando sobre el periodismo con Nico Castellano. En el libro 'Historias contadas al oído', yo afirmaba que no podía cambiar el mundo a través del periodismo, pero sí que creo que lo podemos hacer a pequeña escala. Hay que intentar desde nuestro trabajo diario, desde donde estamos, cambiar nuestro entorno y aportar salud a él. Hay muchísimas personas, por ejemplo, sin hogar, que están a la vuelta de la esquina de nuestra calle. Con cambiar pequeñas cosas de nuestra vida diaria ya estamos haciendo algo. Lo otro, cambios a gran escala, es bastante agotador. El mundo es tan brutal, todo lo que está pasando, que se nos puede hacer inalcanzable tomar decisiones a gran escala. Es muy importante pensar en qué podemos aportar cada uno en nuestro pequeño entorno, desde lo que sabemos hacer y desde cómo queremos estar en el mundo.

Como periodista en RTVE ha estado en Ucrania o Irán, y también en Canarias, para dar voz al drama humanitario que se vive. ¿Cómo lo ha vivido?

–Estuve hace poco en Tenerife y para este 8 de marzo quise hacer una serie de reportajes sobre las mujeres migrantes. Creo que tenemos que seguir haciendo un trabajo muy importante desde los medios de comunicación, contar las migraciones con empatía, ponernos en el lugar de los demás. Fue muy impactante porque tuve frente a mí a víctimas de trata, de violencia de género, algunas que se habían sometido a mutilación genital y otras que habían sufrido la violencia en origen, pero también en el tránsito.

Y cuando llegan a su destino se encuentran con que, a veces, no se les puede atender dignamente.

–Muchas veces no estamos a la altura de esa atención y de ocuparnos de estas mujeres. Es muy importante seguir contándolo, pero hay que intentar ponernos en el lugar de esas personas. No quieren quedarse en Canarias, ni siquiera en España, quieren seguir con su ruta migratoria. Me encontré con madres que no tenían otra elección que salir. Esas historias tenemos que contarlas para no deshumanizar a estas mujeres y niñas que sufren.

Canarias se ha visto desbordada, sobre todo, en la atención de los menores migrantes que llegan al archipiélago sin la compañía de un familiar. ¿Qué opina de la 'guerra política' en la que ese han visto envueltos?

–Justo en Tenerife estuve hablando con niñas que han llegado solas, dos chicas de Gambia que habían sido mutiladas, que habían sufrido violencia. Cuando llegan aquí no se merecen ese trato que les damos como si fueran parte de un ajedrez político. Se trata de niñas y niños que salen solos de sus países. Somos un país democrático en el que se respeta a la infancia, que firma la Convención sobre los Derechos del Niño. Hay que proteger a la infancia.

Usted también se separó muy joven de su familia.

–Cuando hablo con esa infancia migrante durante mi trabajo me recuerda mucho a los privilegios que yo tuve. Yo vine siendo niña menor no acompañada en sus mismas circunstancias, pero yo vine con una familia de acogida, con un hogar por delante. Hubo familias que decidieron abrirme las puertas de su casa y acogerme y darme esa oportunidad. Al final te das cuenta de que hay otra España, hay otra sociedad española que es la que yo conocí, esa sociedad solidaria que está dispuesta a brindar oportunidades y a compartir, muchas veces, lo que no se tiene.

Desde hace un año se busca una reforma de la ley de extranjería para derivar a los menores acogidos por Canarias a otras regiones del país. ¿Ve un horizonte próximo en el que se les pueda ayudar de verdad?

–En esta situación estamos hablando de que es nuestro deber como Estado, como comunidades, como sociedad, el poder atender a esos niños y niñas. Para la población de España, de 48 millones de personas, cinco mil niños y niñas migrantes no tienen que ser un problema.

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