Enrique González Macho, el hombre que más ha hecho por el cine de autor en este país, me dijo una vez que la piratería acabaría ... cuando internet estuviera disponible en todos los domicilios. Entonces llegaría el momento de empezar a cobrar los contenidos.
No hace tanto tiempo del eMule, las películas de los manteros y la «cultura libre» que promulgaban unos jetas interesados, que sostenían que las creaciones artísticas tenían que ser gratis en internet, esa tierra de promisión. Hoy que pagamos sin rechistar por Netflix y Spotify podría parecer que no existe piratería, pero el Observatorio de los hábitos de consumo de contenidos digitales de 2023 revela un estancamiento preocupante para el sector cultural. Así, una de cada cinco personas ve ilegalmente películas y series. En el caso de los libros, el porcentaje de españoles que siguen descargando obras piratas ha aumentado hasta el 37%, un 4% más que en 2022.
Continúa habiendo piratas que reciben periódicos y revistas en PDF por WhatsApp, sin que vea un solo euro ni el editor, ni el periodista ni el kiosquero: un 27%. El sector más castigado atendiendo a la cuantía económica sigue siendo el de la música: el valor de los 2.369 millones de accesos piratas asciende a 11.320 millones de euros, según el estudio de la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos.
Los piratas justificaban su latrocinio porque no existían plataformas legales que proporcionaran esos contenidos, algo que ya no se puede argumentar. Una cosa es compartir contraseñas y otra contribuir a un perjuicio que lastra la creación de más de 100.000 puestos de trabajo y 600 millones de euros que las arcas públicas no recaudan en concepto de IVA, IRPF y cotizaciones a la Seguridad Social.
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