En un examen de capitales del mundo, allá por el siglo pasado, saqué un diez redondo. La Nadia Comaneci de la geografía. Una máquina. Bueno, ... tampoco tanto, porque Europa era facilísima: antes, todo eso era campo, o sea, la Unión Soviética. Se acababa pronto. Después, la cosa cambió. Quién me iba a decir a mí que acabaría comprando por internet ropa de una marca moldava.
El heredero ya nació con el nuevo mapa político. Estos días está cruzándolo, que se ha ido de gira por varias capitales europeas. Pasea por Budapest y Viena; desde Praga nos manda la foto de un tigre adormilado, que a saber por qué le ha dado por visitar un zoo, y desde Riga nos envía imágenes de lagos congelados, de bosques nevados y de edificios brutalistas, ásperos, de hormigón gris. A la hora de la cena, mientras mordisqueamos un sándwich, él, como sociólogo de campo que es, nos va ilustrando con sus análisis sobre el terreno de una Europa helada. Mi santo y yo lo escuchamos con atención pero, a la que se descuida, le preguntamos qué ha comido, si ha dormido bien y si está pasando frío. Sinceramente, nos preocupa más que el crío se constipe que su visión del continente.
Creía que el mapa de la Europa que está recorriendo el heredero iba a ser último que vieran mis ojos, pero es posible que no sea así: el lunes, junto a quienes les hacen el caldo gordo, Estados Unidos votó con Rusia en la ONU contra la resolución a favor de Ucrania. Es tu mejor amiga dejándote plantada para salir de fiesta con tu mayor rival, es Terelu mosqueándose con Nuria González para hacerse íntima de Mar Flores. En estos tiempos de vértigo, hoy nadie es capaz de predecir lo que va a suceder mañana, ni dónde estarán las próximas fronteras de los nuevos mapas.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.