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Es extraño que Ángel Víctor Torres no haya querido definirse en ninguno de los asuntos en los que su partido había avanzado con la oposición después de ser humillados y echados del Gobierno por Fernando Clavijo. Su silencio y su actitud ha desatado conjeturas y sospechas sobre la política y los compromisos adquiridos con el resto de la oposición. Ángel Víctor Torres remite una y otra vez a la nueva Ejecutiva que surja del 13 Congreso que celebra el partido este fin de semana en Gran Canaria. Aparentemente parece lo razonable. A fin de cuentas el secretario general de los socialistas canarios está en su derecho de organizar el partido y tomar las decisiones en sus órganos. Eso sí, el flamante nuevo dirigente de la militancia y líder de los socialistas canarios corre el riesgo de aparecer como un secretario general sin criterios propios y escondido detrás de los órganos de su partido cuando tenga que tomar decisiones importantes y arriesgadas. El diálogo y el debate están muy bien, pero el liderazgo se conforma con ideas expresadas, convenciendo al mundo de qué es lo mejor, en este caso para el partido y para Canarias y no en el silencio, que, dicho sea de paso, deja entrever, o debilidad, o demasiadas presiones.
Extraña en esta nueva etapa que Torres hable poco o nada de los sufrimientos de su partido cuando compartió gobierno con Coalición Canaria, de las mataperrerías que les hizo Clavijo a su consejero de Sanidad o a la de Obras Públicas y de la tortuosa forma en la que fueron echados del Gobierno. O bien Torres quiere olvidar esos bochornosos episodios de humillación porque los sufrió su derrotada contrincante en las Primarias, Patricia Hernández, y la quiere relegar al olvido, o porque alguno de los poderes fácticos de su partido le han insinuado que no moleste mucho más a Fernando Clavijo que ahora que el PP se ha «radicalizado» hay una oportunidad de asaltar los cielos.
Hay cierta extrañeza ante la actitud de Torres con estas cuestiones y cierta sospecha de los deseos, suyos o de algunos de sus círculos más cercanos, los que le apoyaron para obtener la victoria en el proceso de primarias, de regresar al punto de partida, ese en el que un partido ganador de elecciones, como es el PSOE entrega, la presidencia del Gobierno a Coalición Canaria a cambio de un papel secundario en el Gobierno, pero que permite matar el hambre a algunos.
Si es así CC debe darse por satisfecha, incluso en su declive. Siempre tendrá una novia en el baile dispuesta a entregarse y perpetuar el esperpento democrático muy canario, ese espectáculo de que presida y gobierne siempre el que pierde las elecciones.
El PSOE es un gran partido. Hay que recordarles, ahora que celebran su 13 Congreso, que son los mayores impulsores del progreso en este país, que tienen entre sus filas a grandes de la política y que ganan elecciones porque sus ideales y las soluciones que plantean a los problemas convencen. Quizás hoy, en este momento histórico, lo que le pide Canarias a ese partido al que tanto quiere es que se mantenga en su grandeza y que aspiren a importantes cambios, esos que necesitan estas islas para avanzar en sus libertades, como una reforma del sistema electoral más justa
Quizás en este momento, para el que se requiere claridad de ideales y fuerza vital para estar en el lugar adecuado de la historia, los socialistas canarios deben purificar alguno de sus pecados históricos, su cainismo, propio de la izquierda, su extraño insularismo ávido de espacio y protagonismo y las aspiraciones insultantes de poder que algunos exhiben, incluso por encima de los ideales desde los que se mueve el partido.
«Extraña en esta nueva etapa que Torres hable poco o nada de los sufrimientos de su partido cuando compartió gobierno con Coalición Canaria»
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